El poeta y el miedo: la negación de la realidad

Por: Elías Letelier
Fuente:  www.poetas.com

No veo cómo es posible hablar de reconciliación nacional y no someter a proceso a la intelectualidad de mi país, para preguntarle qué hizo mientras se mataba a la nación.

El absentismo de mi generación, hoy apuntada con el dedo, lentamente entra en El juicio a la literatura chilena. No veo cómo es posible hablar de reconciliación nacional y no someter a proceso a la intelectualidad de mi país, para preguntarle qué hizo mientras se mataba a la nación.

Me es imposible concebir la justificación del crimen con el silencio. Pese a haber presenciado este comportamiento durante la dictadura de Pinochet, donde algunos, hoy connotados poetas, se dedicaban a escribir poesía para ganar concursos literarios, mientras las caravanas de camiones pasaban con lo! s prisioneros rumbo a los campos de concentración, desde donde muchos no volvieron, mantengo una actitud de desafío, tan contraria al delito de la complicidad, y vivo en línea con mis sueños de paz y justicia.

Antes de entrar en materia, no considero necesario hacer referencia a los aspectos mecánico-químicos de la zona del hipotálamo; el sistema nervioso autónomo y el sistema endocrino, como tampoco a los reguladores del sistema nervioso como el calcio. Me centraré en la percepción y conciencia, resumida bajo el concepto genérico de noción de realidad.

La noción de realidad y la realidad inmediata son dos elementos distintos. Existe el poeta que ensueña y recrea el paisaje circundante, amparándose en la instrumentaria de las diferentes ramas de las ciencias o el mero saber empírico, pero también esta la realidad inmediata donde el poeta tiene que respirar, comer, vestirse, trabajar para poder ser.

Entonces el poeta o mimo, al tomar la realidad la recrea y la traduc! e en una idealización del mundo circundante y es él, el que opta, deci de y escoge el sujeto. Pese a la existencia de elementos normativos externos, el poeta y su conciencia son los que determinan el objeto que será sometido a observación y recreación. Entonces, la realidad inmediata es el objeto y la noción de realidad el sujeto o la resultante de la observación mimética.

Cuando el Estado consiente que vastos sectores de las masas obreras sean concebidos como antros de antisociales (delincuentes) y crea metodologías supresoras que se traducen en el uso del castigo: encarcelamiento, supresión de conductas mediante el dolor y la implantación del miedo a través de la construcción de atalayas en las calles, reforzamiento de sistemas de vigilancia y el empleo de los grandes recursos de la electrónica, entonces nos encontramos ante una sociedad que transforma su mano de obra y su pulmón productivo en seres despreciables, una especie de servidumbre que genéticamente está dañada por ser pobre, donde no se toma en consideración que esta pobreza e! s producto de la explotación desmesurada que trasforma al que produce en esclavos de los propietarios de los medios de producción, por que este tipo de explotación es una acto deliberado y una normativa social que justifica y rige la existencia del Estado.

Cuando el poeta no ve esta realidad, no es que esta realidad no exista, sino que él ha optado por aquello que le permite vivir en armonía con sus preferencias sociales y en línea con una ideología y pensamiento social adecuado a sus intereses profesionales, transformándose, por omisión, en el que aprueba la aberración que opta por negar.

Pese a que la realidad está determinada por elementos subjetivos e incidentales en el desarrollo de la personalidad y comportamiento del ser humano, prevalece una noción común que permite establecer un diálogo y entendimiento entre lo real y lo imaginario. Si bien el poeta, en su necesidad de comprensión y búsqueda de fórmulas sicoestructurales que le permitan capturar las observacio! nes que hace del mundo circundante, opta por un silencio, las atenuant es del silencio pueden variar, ser justas y justificables dentro de un lapso de tiempo, el drama es cuando este silencio se transforma en una constante y en el estándar de una metodología de lenguaje y observación que se traduce en la omisión de la realidad. El poeta, con esta actitud, es el invitado a cenar, quien escoge, después de ver el menú, por sólo comerse el postre.

Si bien la poesía es un instrumento auxiliar que sirve para entender las aspiraciones de una sociedad, dentro de un periodo determinado, la noción de realidad en la poesía latinoamericana se sustenta con la negación o falsificación de la realidad, estableciéndose así una falacia como prototipo del discurso real y por ende, una errada interpretación de las aspiraciones de las masas explotadas y de la miseria humana: la utilidad de la poesía se reduce a una mera tabla de frecuencia o un catastro de estados anímicos al negar la naturaleza del ser y su realidad.

El arribo de la democracia o los acuerdos! democráticos no dejan de ser eso, meras componendas sociales que no solucionan el problema de base de la intelectualidad. Es por eso, si se quiere entender la cosmogonía y realidad social de los periodos oscuros de los países latinos, tomando como ejemplo a Chile, es necesario establecer dos grandes grupos literarios: los poetas del silencio y los poetas de la resistencia.

A menudo se incurre en el análisis de la poesía y las sorpresas estéticas del lenguaje llevan al descuido analítico la base de la realidad que se describe. La beligerancia política y de supresión de conductas mediante el castigo, no siempre permiten traslucir los elementos antagónicos impuestos por la autocensura o complicidad del poeta ante las normativas legales de las sociedades. En muchos casos, la insolencia del poeta se traduce en tecnicalidades que elevan a un metalenguaje su simbolismo críptico, para crear una supraimagen, como una necesidad auxiliar necesaria, pero, pese al grado de dificult! ad y tono elevado de los textos, el poeta siempre mantiene una puerta abierta y crea un verso que sirve como llave que permite descifrar el desosiego y rebeldía, estableciendo una pauta que permite la interpretación justa de la obra. Curiosamente, entre los poetas rebeldes se producen una serie de comportamientos y que van del mero discurso abierto al encriptarge del verso, que también se conoce con la vulgarización de poesía hermética.

Cualesquiera que sea el grado de hostilidad externa, por condicionamiento clásico o instrumental, que se aplique contra la libertad del poeta, este siempre logrará a aprender a recrear la realidad y en su estado de autonomía, será capaz de deconstruir todo condicionamiento si opta luchar por sus sueños.

¿Porqué, de pronto, el poeta reniega de la realidad y miente con su discurso al no aceptar ni condenar la realidad donde se degrada al ser humano y tampoco opta por tratar de manifestar otra opción o contraproposición a esa realidad?

El miedo es el síntoma de un malfuncionamiento social que tras! toca los valores de la realidad, sin implicar la existencia de un malfuncionamiento de orden colectivo. La causal del miedo puede estar enraizada en una fuente interna, y ser a su vez estimulada por esta. Es decir, la presencia del miedo puede tener su origen en una inestabilidad química y estar determinada por un fuerte estado emocional, etc.

El miedo es un sistema de alarma natural que regula la conducta del individuo y no necesariamente es la manifestación de un peligro inmediato, sino que también, un repertorio que puede variar entre el desamparo que se formula mediante la necesidad de ser protegido, al temor de no ser amado o que la luna no vuelva a salir. Sólo basta la recurrente utilización del abandono y el miedo a la soledad como meras fórmulas coercitivas para lograr un resultado afectivo favorable, que no se lograría obtener de otra manera.

El poeta no está marginado de estas trivialidades, como todo ser, vive condicionado por el medio y se encu! entra profundamente inmerso en ellas, debido a que trabaja con ideas y el miedo constituye un importante instrumento o recurso referencial de la realidad: El poeta escribe y esta acción obedece a una racionalización de los sentidos, los que le permiten discernir y tomar las imágenes necesarias para describir la idea que quiere hacer llegar al lector.

La potencialidad del miedo puede llevar al ser humano a cometer un delito, como resultado de una rebeldía extrema, destinada a eliminar un peligro inmediato o bien como una reacción que lo puede llevar a actuar racionalmente y asumir un estado de compromiso con la nueva realidad, estimulado por el amedrentamiento o el condicionamiento que se sufre. Esta manifestación puede llevar al individuo, que se siente víctima, a actuar con una determinación que podría implicar su liberación, o a sufrir el reforzamiento continuo del castigo que lo llevará a la pérdida de facultades sensoriales y por ende a limitar su condición de ser libre.

Sin duda que no podemos referirnos al miedo con la utilización ! de un discurso maniqueísta, sosteniendo que el miedo, el dolor y el placer estén separados. Una cosa implica la otra: El miedo es una condición humana que produce condicionamiento mediante el uso del dolor, y el dolor es un estado de castigo físico o subjetivo, destinado a la supresión o modificación de una conducta, como también, el dolor es el placer de quien somete.

El condicionamiento por el miedo no puede suprimir una conducta, sólo retardarla hasta que el condicionado aprende a revelarse. Ahora, para llegar a rebelarse se requiere un nivel de conciencia que lleve al individuo a luchar por las nociones de realidad que considera justas y al mismo tiempo ser capaz de confrontar y resignarse a las adversidades con las cuales se enfrentará y será confrontado.

El poeta cuando escribe tiene que capturar una realidad, y cualesquiera que sean los fines de su escritura, el miedo se manifiesta con la duda ante lo que escribe, lo que cree, lo que anhela y sus sueños,! como también, los desafíos que se impone para concluir la obra que tr aza en su cabeza.

El miedo es una salvaguarda que puede ser mal utilizada, dado que es un estado regulatorio de la conducta y por ende, un motor de funcionamiento cerebral, vulnerable a la manipulación y que regularmente se utiliza para condicionar la voluntad del ser; sólo basta con observar el concepto de infierno que se embute en las mentes de los niños.

Pero, los poetas, no necesariamente escriben desafiando las nociones de realidad, sino que también se evaden en una abstracción y reconfiguración de lo estético. Estos, con sus obras, sufren de igual forma el temor que sufre la crítica legal, la que puede llevar al poeta a retardar la publicación de su obra, al grado de nunca hacerla pública, sino que reclusivamente.

Este estado de miedo que siente el poeta cuando produce su obra literaria es necesario, pues lo lleva a un nivel de discernimiento creativo y a transgredir los aspectos normativos de la realidad. Pero, hay otro miedo mortal para el poeta y que e! s la advertencia de una amenaza a la idea o noción de realidad que el poeta describe o sustenta en su discurso. Frente a este amedrentamiento, el poeta puede optar por someterse y quedarse en silencio o defender su noción de realidad y asumir el costo de su acto. 

Entonces, la valentía del poeta se traduce en un desafío y en la insistencia de su noción de realidad, pese a que su obra corre el riesgo de no ser publicada o ser ignorado en el próximo concurso, ser negado y su escritura mutilada y ser ridiculizada.

El drama social se produce cuando el miedo es impuesto y regularizado mediante un reforzamiento de castigo, ya sea este castigo la negación, la omisión, el maltrato físico, el encierro, la eliminación física y el desaparecimiento. Aquí, bajo este espectro, muchos optan por ser cómplices, como una forma cómoda que asegure un fácil camino al reconocimiento. Curiosamente, como podemos ver en el caso de muchos poetas chilenos de la dictadura, aunque más ! tarde desaparece la amenaza o el miedo, el poeta que optó por ser cómp lice, decide continuar con el silencio, condicionado por el placer y la necesidad de resguardar el peldaño adquirido en el camino al proscenio, Así, el poeta encubridor conserva su prestigio alcanzado con su silencio y la negación de la realidad.

Este es el estado más peligroso en la creatividad literaria, donde el poeta, conciente de las adversidades, opta por defender otra noción de realidad, empleando el silencio y con ello se transforma en negación de sí mismo: Necesita congraciarse con el medio para formar parte de él o para utilizarlo como un trampolín social. Este es el miedo que neutraliza al poeta, que lo destruye.

De estos poetas los hay en todas las sociedades, a menudo cumplen el rol de críticos legales, y pese a la ambigüedad de sus discursos, se ven obligados a perseguir al que disiente. Esto que hacen por temor les ha permitido alcanzar un importante escenario y por temor se amparan en normas meramente administrativas, para negar y seguir si! endo amigo de quien aplauden en privado y reniegan en público.

Aquí encontramos al poeta que no tiene más realidad que su peldaño y al otro poeta que es soslayado y perseguido en los discursos y en los espacios cuando opta por levantar la voz o representar los matices negados de la realidad. Lamentablemente la cantidad de poetas que han optado por asumir un alto nivel de complicidad con el crimen es muy alta, por cuanto la mayoría reacciona al final, cuando el determinismo social ‘de normalidad’ se establece y las normas de ese nivel de orden social son un desenlace posible. Tomando esto en consideración, vemos cómo al final de la dictadura chilena empiezan las primeras manifestaciones de aquellos que se habían mantenido largo tiempo en silencio, bajo el discurso “apolítico”. El temor a ser desplazados y la carencia de discurso que justifique su actitud de complicidad con los crímenes de la burguesía chilena, los lleva a asumir una breve actitud de “avangarde” socia! l: El poeta cómplice, para justificar su subsistencia y lograr un espa cio, se prostituye y reniega de sus propios sueños. ¡Miente!

Contrario al poeta que se transforma en el “mephisto” de su tiempo, encontramos al otro poeta, el que se convierte en un desafío y pese al miedo que siente, insiste en soñar y luchar por sus sueños. Para poder conceptualizar esta conducta, primero tenemos que entender los componentes sociales y la realidad que empuja al poeta a ser poeta.

En muchos casos, ser poeta no implica escribir poesía, sino que esta función se encuentra ligada a un segundo plano. Ser poeta, para algunos, también significa una forma de adquirir posición respetable en una comunidad y para lograrlo, se tiene que mantener una actitud carente de crítica, libre de opinión social sobre la realidad y transformar o hacer de la poesía una mera naturaleza muerta, donde no se encuentra el drama ni la cosmogonía de la humanidad: En una sociedad inmersa en el crimen, las atrocidades humanas se diluyen en una discursiva estética que gravit! an en torno del yo y desprovistas de toda humanidad.

La inseguridad que padece la colectividad, ya sea ésta una expresión real o meramente imaginaria no deja de ser otro estadio del miedo creado por la astucia del Estado, el que sustenta un modelo de sociedad fundada en el castigo y la exclusión social.

De esta manera, en el Chile de Pinochet, muchos de estos poetas se dedicaron a ganar concursos literarios, enmudeciendo para ser laureados, y hoy, estos mismos poetas continúan sin decir nada, cuestionando el pasado que vivieron durante la dictadura, a manera de situar su postura social de disociación del silencio mantenido y al mismo tiempo, guardando silencio ante el gobierno de turno, protegiendo el peldaño que obtuvieron: “hacer leña del árbol caído”.

Entonces, el poeta perseguido puede preguntar eternamente: ¿Dónde estabas tú cuando a mí me torturaban? ¿Qué dijiste tú cuando me llevaban a la cárcel? ¿Qué dijiste tú, cuando me prohibieron en todas part! es? ¿Porqué no dijiste nada, amigo poeta, y hoy todavía sigues sin dec ir nada?

Mientras a los indios les quitan sus tierras y los matan;. mientras los pobres de Venezuela construyen una sociedad más justa y les tratan de arrebatar ese sueño de justicia; mientras el pueblo palestino continúa siendo considerado un bárbaro y vive despojado en su propia tierra; mientras los revolucionarios comunistas y senderistas, que fueron ilegalmente procesados continúan en las cárceles del Perú, exentos de justicia; mientras el continente africano se muere del SIDA y de hambre, mientras en América central matan a los huérfanos por afear las calles y mientras las cárceles de España se vuelven a llenar de comunistas revolucionarios y otros poetas siguen entrando a las cárceles, entonces uno se puede preguntar: ¿Dónde estás tú?

Ahora ya no hablamos de miedo, sino de delito intelectual, por cuanto esos poetas que ayer falsearon la realidad por omisión, hoy continúan mintiendo con sus discursos carentes de justicia al optar, fuera de peligro, por! mantener silencio bajo la excusa de, “antes de ser ¡…! primero soy poeta”.

Para ser poeta se requiere un buen grado de valentía, pero para que exista la valentía, primero tiene que existir una conciencia social, en una sociedad sostenida sobre la base del condicionamiento por el miedo. Hay que aprender a vivir en armonía entre lo abstracto y lo concreto.

En realidad el miedo no debe ser tratado como un elemento negativo, sino que también como una parte importante de nuestra identidad. Estos miedos son los miedos del engranaje social, no diferente a los miedos profesionales de los mecánicos, los profesores y los carpinteros.

El miedo es una preocupación natural del ser humano. No veo cómo podría ser posible vivir sin miedo, sin que nada alerte al individuo de un peligro inminente, ya sea al tararear una melodía en público, o preguntarse sobre el origen de los pájaros, o al tratar de descifrar su amor por la lluvia. El miedo como base de la concien! cia y el discernimiento es una excelente compañía, pero, la tragedia s e produce cuando el miedo es el que regula la voz del poeta y este deja de mostrarnos sus sueños y renuncia a la reconstrucción de la realidad mediante el uso de las fórmulas estéticas que construye con su discurso de omisión y silencio.

Al concluir, tengo que establecer que, cuando el poeta se guía por el miedo y deja de luchar por sus sueños, reniega de la realidad y al hacerlo, la humanidad se queda sola. Por tanto, más allá de la poesía y todos los niveles de la creatividad, inapelablemente, este postulado es válido para todo ser libre que cree en la justicia, como primer recurso para alcanzar la paz.

El drama social se produce cuando el miedo es impuesto y regularizado mediante un reforzamiento de castigo, ya sea este castigo la negación, la omisión, el maltrato físico, el encierro, la eliminación física y el desaparecimiento. Aquí, bajo este espectro, muchos optan por ser cómplices, como una forma cómoda que asegure un fácil camino al reconocimiento. Curiosamente, como podemos ver en el caso de muchos poetas chilenos de la dictadura, aunque más ! tarde desaparece la amenaza o el miedo, el poeta que optó por ser cómp lice, decide continuar con el silencio, condicionado por el placer y la necesidad de resguardar el peldaño adquirido en el camino al proscenio, Así, el poeta encubridor conserva su prestigio alcanzado con su silencio y la negación de la realidad.

Este es el estado más peligroso en la creatividad literaria, donde el poeta, conciente de las adversidades, opta por defender otra noción de realidad, empleando el silencio y con ello se transforma en negación de sí mismo: Necesita congraciarse con el medio para formar parte de él o para utilizarlo como un trampolín social. Este es el miedo que neutraliza al poeta, que lo destruye.

De estos poetas los hay en todas las sociedades, a menudo cumplen el rol de críticos legales, y pese a la ambigüedad de sus discursos, se ven obligados a perseguir al que disiente. Esto que hacen por temor les ha permitido alcanzar un importante escenario y por temor se amparan en normas meramente administrativas, para negar y seguir si! endo amigo de quien aplauden en privado y reniegan en público.

Aquí encontramos al poeta que no tiene más realidad que su peldaño y al otro poeta que es soslayado y perseguido en los discursos y en los espacios cuando opta por levantar la voz o representar los matices negados de la realidad. Lamentablemente la cantidad de poetas que han optado por asumir un alto nivel de complicidad con el crimen es muy alta, por cuanto la mayoría reacciona al final, cuando el determinismo social ‘de normalidad’ se establece y las normas de ese nivel de orden social son un desenlace posible. Tomando esto en consideración, vemos cómo al final de la dictadura chilena empiezan las primeras manifestaciones de aquellos que se habían mantenido largo tiempo en silencio, bajo el discurso “apolítico”. El temor a ser desplazados y la carencia de discurso que justifique su actitud de complicidad con los crímenes de la burguesía chilena, los lleva a asumir una breve actitud de “avangarde” socia! l: El poeta cómplice, para justificar su subsistencia y lograr un espa cio, se prostituye y reniega de sus propios sueños. ¡Miente!

Contrario al poeta que se transforma en el “mephisto” de su tiempo, encontramos al otro poeta, el que se convierte en un desafío y pese al miedo que siente, insiste en soñar y luchar por sus sueños. Para poder conceptualizar esta conducta, primero tenemos que entender los componentes sociales y la realidad que empuja al poeta a ser poeta.

En muchos casos, ser poeta no implica escribir poesía, sino que esta función se encuentra ligada a un segundo plano. Ser poeta, para algunos, también significa una forma de adquirir posición respetable en una comunidad y para lograrlo, se tiene que mantener una actitud carente de crítica, libre de opinión social sobre la realidad y transformar o hacer de la poesía una mera naturaleza muerta, donde no se encuentra el drama ni la cosmogonía de la humanidad: En una sociedad inmersa en el crimen, las atrocidades humanas se diluyen en una discursiva estética que gravit! an en torno del yo y desprovistas de toda humanidad.

La inseguridad que padece la colectividad, ya sea ésta una expresión real o meramente imaginaria no deja de ser otro estadio del miedo creado por la astucia del Estado, el que sustenta un modelo de sociedad fundada en el castigo y la exclusión social.

De esta manera, en el Chile de Pinochet, muchos de estos poetas se dedicaron a ganar concursos literarios, enmudeciendo para ser laureados, y hoy, estos mismos poetas continúan sin decir nada, cuestionando el pasado que vivieron durante la dictadura, a manera de situar su postura social de disociación del silencio mantenido y al mismo tiempo, guardando silencio ante el gobierno de turno, protegiendo el peldaño que obtuvieron: “hacer leña del árbol caído”.

Entonces, el poeta perseguido puede preguntar eternamente: ¿Dónde estabas tú cuando a mí me torturaban? ¿Qué dijiste tú cuando me llevaban a la cárcel? ¿Qué dijiste tú, cuando me prohibieron en todas part! es? ¿Porqué no dijiste nada, amigo poeta, y hoy todavía sigues sin dec ir nada?

Mientras a los indios les quitan sus tierras y los matan;. mientras los pobres de Venezuela construyen una sociedad más justa y les tratan de arrebatar ese sueño de justicia; mientras el pueblo palestino continúa siendo considerado un bárbaro y vive despojado en su propia tierra; mientras los revolucionarios comunistas y senderistas, que fueron ilegalmente procesados continúan en las cárceles del Perú, exentos de justicia; mientras el continente africano se muere del SIDA y de hambre, mientras en América central matan a los huérfanos por afear las calles y mientras las cárceles de España se vuelven a llenar de comunistas revolucionarios y otros poetas siguen entrando a las cárceles, entonces uno se puede preguntar: ¿Dónde estás tú?

Ahora ya no hablamos de miedo, sino de delito intelectual, por cuanto esos poetas que ayer falsearon la realidad por omisión, hoy continúan mintiendo con sus discursos carentes de justicia al optar, fuera de peligro, por! mantener silencio bajo la excusa de, “antes de ser ¡…! primero soy poeta”.

Para ser poeta se requiere un buen grado de valentía, pero para que exista la valentía, primero tiene que existir una conciencia social, en una sociedad sostenida sobre la base del condicionamiento por el miedo. Hay que aprender a vivir en armonía entre lo abstracto y lo concreto.

En realidad el miedo no debe ser tratado como un elemento negativo, sino que también como una parte importante de nuestra identidad. Estos miedos son los miedos del engranaje social, no diferente a los miedos profesionales de los mecánicos, los profesores y los carpinteros.

El miedo es una preocupación natural del ser humano. No veo cómo podría ser posible vivir sin miedo, sin que nada alerte al individuo de un peligro inminente, ya sea al tararear una melodía en público, o preguntarse sobre el origen de los pájaros, o al tratar de descifrar su amor por la lluvia. El miedo como base de la concien! cia y el discernimiento es una excelente compañía, pero, la tragedia s e produce cuando el miedo es el que regula la voz del poeta y este deja de mostrarnos sus sueños y renuncia a la reconstrucción de la realidad mediante el uso de las fórmulas estéticas que construye con su discurso de omisión y silencio.

Al concluir, tengo que establecer que, cuando el poeta se guía por el miedo y deja de luchar por sus sueños, reniega de la realidad y al hacerlo, la humanidad se queda sola. Por tanto, más allá de la poesía y todos los niveles de la creatividad, inapelablemente, este postulado es válido para todo ser libre que cree en la justicia, como primer recurso para alcanzar la paz.

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