Hernán Montecinos

Por: Diego Ribeira
Fuente: http://www.diegoribeira.blogspot.com (30.07.08)

Hace un tiempo Quelonio me escribió una carta en cuyas primeras líneas declaraba: «si fuera mujer, sería lesbiana». Sus razones (o sinrazones) son las que figuran a continuación. Debido a la extensión de la carta, me he tomado la sana libertad de suprimir algunos pasajes ociosos y otros, además, poco decorosos.

Quelonio dixit:

«…me he dado cuenta de que la mujer disfruta más el sexo con otra mujer que con un hombre. (…) No estoy diciendo que una mujer no sienta placer con un hombre; es posible que sienta muchísimo, pero a mi entender siempre será menos que el placer potencial que sentiría con una mujer. (…) También es preciso hacer una gran distinción entre lo que es el placer y lo que es el gusto. Que una mujer sea heterosexual no es garantía de que esa misma mujer experimente más placer con un hombre. Lo único que garantiza la heterosexualidad es el gusto por el sexo opuesto, no un mayor placer sexual. (…) La prueba de que una mujer siente mayor placer con otra mujer no es difícil de encontrar, basta con observar la ingente oferta de sustitutos del pene que hay en el mercado. La razón estriba en que para la mujer el pene es un accesorio de su placer, no el motor principal. El placer femenino pasa por los besos prolongados, por las caricias, por apretar en el lugar indicado, por los minutos «después», etc.; es decir, pasa por todo aquello que un pene por sí solo no puede dar. (…) La penetración vaginal es una parte muy pequeña del placer total que experimenta una mujer, por eso da lo mismo que el pene sea de carne, de plástico, de goma, con lucecitas o con sabor a fresa, porque cualquiera de todos ellos puede cumplir la función accesoria que tiene el pene en la búsqueda femenina del placer. El resto, lo verdaderamente esencial, sólo puede conseguirlo la destreza femenina. No quisiera generalizar, porque sería una injusticia: hay hombres que pueden lograr que la mujer experimente ese placer total, pero seamos objetivos, se trata de una minoría ínfima, e incluso dudo mucho que esa minoría pueda mantener la misma disposición de manera constante. (…)

Ahora bien, el caso del hombre es muy diferente. La vagina es el alfa y el omega del placer masculino, y la prueba está -otra vez, pero a la inversa- en la pequeña oferta de sustitutos de la vagina que hay en el mercado. Claro que hay, pero entre pagar una cantidad de dinero por un sustituto, el hombre preferirá siempre pagar por uno real y no artificial, precisamente porque para el hombre la vagina no es un accesorio en la búsqueda del placer sexual, sino el placer mismo, por eso no puede ser remplazado tan fácilmente por un dispositivo artificial. Para el hombre, el mejor sustituto de una mujer es otra mujer, pero siempre de carne y hueso. De esto se puede desprender que el hombre elige a otro hombre siguiendo al gusto, no al placer. Pero ese es otro tema (…) »

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