Una aproximación a la realidad de nuestra educación

Por Osvaldo Cazanga Moncada
Fuente: Fortín Mapocho. Diciembre 2005
 
Domingo Tirado Benedi, en “La escuela en la Antigüedad”, cita a Franz Labarecht, un notable metodólogo alemán, quien afirma: “volviendo la mirada al pasado en cualquier rama del desenvolvimiento cultural humano, se ensancha nuestra comprensión de las necesidades presentes y hallamos los medios de corregir sus deficiencias y de obtener un mayor perfeccionamiento” . Es decir, si mejoramos el conocimiento sobre el pasado de nuestra educación, tal vez superemos las incomprensiones respecto de nuestras necesidades presentes y podamos perfeccionar los esfuerzos que se hacen para superarlas.

La historia puede definirse de muchas maneras, aunque ninguna agota el concepto. Desde la perspectiva del educador, la historia puede ser vista como la búsqueda en el pasado de una explicación para el presente; o bien, desde una óptica, política debemos aceptar que a la historia se le puede reconocer un doble objetivo: “ debe permitir al hombre comprender la sociedad del pasado, y aumentar su dominio sobre la sociedad del presente”; tal es la doble función de la historia según E.H. Carr, citado por Jean Chesneaux, quien agrega: “indudablemente, pero es el segundo término el que da por sí sólo su sentido al primero” . Por nuestra parte podríamos señalar, y sólo con un fin didáctico, que la historia es el recuento, lo más completo posible, de los hechos significativos del pasado, su descripción, explicación e interpretación mediante los recursos del método científico. La historia de la educación deberá ser entendida como el análisis de esos hechos vinculados a la educación, en relación con otros aspectos de la vida social del pasado, para obtener una interpretación comprensiva y válida de ese pasado, de tal manera que podamos entender nuestro presente, y sobre esta base, orientarnos en relación a los posibles designios del futuro de la educación.

“Las instituciones escolares, dice Marcel Mauss, varían con el conjunto de las instituciones sociales, no siendo posible comprender un sistema pedagógico sino a la luz del sistema social general y frente a él. Por eso, es preciso unir siempre las instituciones educativas a las formas y marcos de las estructuras sociales que las determinan y que, transformándose, las hacen variar, en consecuencia”
.
El concepto de Educación es también complejo y se han gastado talento y tiempo para tratar de definirlo. Arnold J. Toynbee, escribe: “La Educación es una actividad específicamente humana. A diferencia de los demás animales, el hombre hereda algo más que lo que le es transmitido automáticamente por herencia física y psíquica. Hereda también una cultura que los individuos de la generación naciente adquieren no como un derecho de nacimiento automático, sino mediante la iniciación en ella que le comunican sus mayores. La cultura humana no se construye dentro de las mentes humanas; es una herramienta mental que éstas transmiten, conservan y manejan, y separable y variable. Nuestras mentes son como mangos o astiles a los que pueden ajustarse diferentes sistemas de cultura. Nuestra cultura se parece a nuestra constitución física y psíquica en que cambia en el curso de la transmisión; pero la velocidad con que cambia es incomparablemente más rápida que la de la naturaleza” .

Para nuestro propósito definiremos la educación como el esfuerzo humano tendiente a transmitir a las generaciones jóvenes el producto de la vida social e histórica de una sociedad, sea ésta una nación o una civilización, en el significado que le da Toynbee, es decir, la cultura. Hay educación porque hay cultura, y ésta es producto de la vida social del hombre, que existe y se perfecciona como tal por la cultura. La cultura es la existencia social del hombre y define a su vez la conciencia del individuo: “la existencia social designa exactamente lo que los antropólogos quieren decir cuando hablan de cultura” .

Si aceptamos que el ser social es lo que determina la conciencia, tal principio aparece como fundamental para entender las relaciones entre cultura y educación y para la comprensión de las tareas de la pedagogía; más aun, si por educar entendemos el esfuerzo por superar niveles primarios de conciencia en el educando, la educación no podrá ser concebida sino como una acción sobre las condiciones culturales en que se desenvuelven el educando y el educador, es decir, sobre las condiciones de existencia de la sociedad. Por eso es lícito afirmar que toda acción educativa aspira a completarse con una acción social y, por lo mismo, toda reforma pedagógica aspira a crear las condiciones para una reforma social.

En nuestras sociedades ya no se puede sostener, como hace medio siglo atrás, la neutralidad de la escuela. Son muchos los investigadores que han puesto en evidencia la relación entre poder económico y educación; mediante trabajos cada vez más sofisticados, se han sacado a la superficie las relaciones entre las clases y fracciones de clases y sus intereses, con el conocimiento que circula y distribuyen en las aulas escolares y la ideología que lo legitima.

Desde los estudios de Martin Carnoy, acerca del papel que cumplió la escuela en los países colonizados por Occidente, y en relación con las etnias o clases sociales sometidas al dominio oligárquico en América Latina y en los propios EUA, hasta los trabajos del sociólogo norteamericano de la educación, Michael W Apple, se ha eleborado suficiente teoría, como para sostener, sin caer en determinismos economicistas, “que lo que las escuelas hacen ideológica, cultural y económicamente es muy complejo, por lo que no puede entenderse plenamente mediante la simple aplicación de una fórmula. Hay conexiones muy poderosas entre el conocimiento formal e informal de la escuela y la sociedad más amplia, con todas sus desigualdades. Pero como la presión y las demandas de los grupos y clases dominantes están mediadas en gran medida por la historia interna de las instituciones educativas y por las necesidades e ideologías de las personas que trabajan realmente en ellas, los objetivos y resultados serán a menudo contradictorios. Sin embargo, con independencia de cuáles sean los objetivos y los resultados dentro de esos edificios hay personas reales que son ayudadas o perjudicadas. Los buenos deseos y la ausencia de una confrontación con algunos de los efectos más poderosos del sistema educativo no harán desaparecer este hecho”.

Cuanto más desarrollada y compleja es una cultura, tanto más desarrollada es su educación Toda sociedad basa su permanencia en el tiempo y en su espacio en la conservación y afianzamiento de su identidad cultural por lo cual debe interesarse en los procesos educativos y aparatos educacionales que le aseguren lo anterior. De este modo el estudio de las estructuras, de las ideas y conceptos educacionales de un período histórico, ilumina el conjunto de la historia general de ese pasado, puesto que la historia de la educación no se refiere al conocimiento de esa variable o faceta de la vida social, considerada sin relación con el resto del tramado social, sino, por el contrario, considerándola como hilo conductor que facilita la comprensión global de la historia.

El modo como los individuos entienden la historia, influye en el modo con que tratan de lograr el cambio social.

Por otra parte, toda sociedad organiza su educación con el propósito de reproducirse a sí misma. Y por lo tanto, a través de la educación, la sociedad y el estado buscan su legitimación. Las clases dirigentes para obtener esto, presentan a la educación formal como el único medio y el más eficaz para que los individuos obtengan mejores ingresos y alcancen status más altos. Las escuelas, en nuestras sociedades capitalistas, son exitosas si logran que los individuos acepten los papeles y puestos de trabajo que, según sus rendimientos escolares, les serán asignados por el mercado.

La educación se transforma a medida que se transforma la sociedad. Algunos sostienen que la educación cambia a las sociedades, pero es más válido decir que los cambios educacionales van a la zaga de los cambios sociales.

En el nivel de la nación estos efectos de la escuela sobre el individuo se consideran extendidos a la sociedad en general. Al verse en la instrucción escolar un importante componente de la educación y que dura toda la vida, muchos consideran que la población de una nación es ignorante o inculta si ha asistido poco a la escuela; las naciones han llegado a creer que para ser aceptadas como civilizadas tienen que ser instruidas, y que para ser instruidas tienen que tener escuelas. El corolario de esta proposición es que la escuela es en sí una fuerza liberadora [civilizadora] y que es un requisito previo necesario para que las naciones participen con los países adelantados en el proyecto mundial del progreso material . Los historiadores y sociólogos occidentales burgueses nos han acostumbrado a una interpretación especial de la historia: son las ideas las que definen las acciones de los hombres y mujeres. La historia de la educación está escrita por filósofos que hacen de fuerza impulsora de los cambios educacionales. Por eso, para ellos, el estudio de estos cambios es el estudio de los cambios de las ideas acerca de la educación y de los individuos que tuvieron esas ideas.

Esta manera de entender la historia tiene sus consecuencias para la acción social. De ella se deriva que para modificar las instituciones y aun el orden social, todo cuanto se necesita es tener “buenas“ideas”. Para el caso de la historia de la educación, la consecuencia es todavía más grave: de acuerdo con ella la escuela y la pedagogía, pueden actuar, si han sido concebidas a partir de ideas “buenas”, como motores, como punto de partida del cambio social, de las transformaciones económicas, y que, en consecuencia, el filósofo educacional o el pedagogo pueden ser un instrumento de esos cambios.

Sin embargo, el estudio objetivo de la historia de la educación en las sociedades occidentales, permite entender, que el modo como organiza la sociedad su enseñanza escolar formal, está en función de la jerarquía económica y social, y no puede separarse de ésta . El análisis del porqué de las estructuras escolares dependerá de la descripción de las relaciones económicas y sociales entre los individuos. El éxito de los cambios educativos depende, asimismo, de la relación entre esos cambios y las transformaciones de las estructuras económicas y sociales que se produzcan en la sociedad.

Es necesario plantearse, en relación con los estudios históricos referidos a la educación, la posibilidad de emplear algunas categorías de análisis que permitan llegar a conclusiones más amplias, que no sólo se refieran a los aspectos cuantitativos, sino, además, que den luces sobre las dimensiones políticas, económicas e ideológicas de la realidad educacional, en una palabra, entreguen una visión más objetiva de la historia de la educación.

La historia de la educación puede ser mejor conceptualizada si se emplean, como han venido preconizando algunos historiadores y sociólogos, como Gregorio Weinberg, categorías o conceptos como “desarrollo”, “planificación”, “modelos” o “estilos de desarrollo”. De esta manera se puede llegar a conclusiones más lúcidas respecto al papel que se le asigna a la educación en las políticas de desarrollo que se implementan, en distintos momentos, en una sociedad. De este modo los estudios sobre historia de la educación ganan en profundidad y se hacen más críticos
.

Por otra parte, Aníbal Pinto define el “estilo” como la “modalidad concreta y dinámica del desarrollo de una sociedad en un momento histórico determinado, dentro del contexto establecido por el sistema y la estructura existente y que corresponde a los intereses y decisiones de las fuerzas sociales predominantes” .

De esta definición se derivan ciertas tareas para el historiador de la educación. Deberá plantearse el problema del poder: quién tiene el poder y cómo lo emplea. Sobre la generación del cambio o del desarrollo: qué o quienes promueven el cambio y cuáles son sus objetivos. Además, por supuesto, identificar a los protagonistas del proceso. Una investigación histórica que satisfaga estas exigencias, puede servir como tamiz para reconocer el sentido de clase de una estructura escolar, así como de la ideología que la acompaña.

La historia de la educación que se ha venido escribiendo hasta nuestro tiempo, le asigna a la escuela y a su labor un sentido democratizador, siempre vinculado al ascenso social de los individuos. En América Latina se puede recordar la obra del argentino Aníbal Ponce, “Educación y lucha de clases”, conocida en Chile por la década de los cuarenta del siglo veinte. Esta obra, valiosa, como denuncia de las relaciones entre el poder político y la educación, no fue continuada, con otros trabajos que investigasen las vinculaciones entre los modelos económicos y las reformas educacionales, que tanto abundan en nuestro subcontinente a partir del modelo industrializador nacional populista, que empieza a desenvolverse con la post Primera Guerra Mundial.

El libro de Aníbal Ponce, en Chile, tuvo como consecuencia un trabajo de un profesor comunista, que fue dirigente de los maestros de educación primaria, y diputado al Congreso Nacional, César Godoy Urrutia, que con el título de Educación y Política se publicara por los años 1950

Son casi inexistentes los estudiosos que han tratado de exponer en profundidad el papel que la estructura desigual de la sociedad capitalista chilena le asigna a la escuela y a la educación, en su propia conservación, y cómo y por qué lo consigue.

“Para Bourdieu, el completo entendimiento de lo que hace la escuela, de quien triunfa y quien fracasa exige que dejemos de ver la cultura como algo neutral que contribuye necesariamente al progreso social. Lo que uno ve más bien es que la cultura tácitamente conservada por la escuela, la cultura que se espera de ella, contribuye a la desigualdad existente fuera de esa institución

Detrás de estos puntos hay una argumentación que establece que tendremos que reconocer que, como la pobreza, los rendimientos escasos no son una aberración. La pobreza y los problemas curriculares, como el bajo rendimiento, son productos integrales de la organización de la vida económica, cultural y social tal como la conocemos”

La primera parte del libro lo ocupa una síntesis de la historia de la educación occidental, desde sus orígenes griegos, hasta su secularización en el siglo XVlll con la constitución del estado nacional burgués y luego como consecuencia, la independencia de Chile y América Latina. Como sucesores de la Ilustración española, nuestra sociedad y nuestro estado, desde el momento mismo en que inician su gestión autónoma, basarán sus proyectos de futuro en la educación

En los países latinoamericanos, como en otros que, igualmente, tuvieron un largo período colonial, y más aún en Chile, en donde la llegada de la civilización europea no encontró más que un conjunto de culturas muy embrionarias, el papel del estado es, podríamos decir, anterior a la nación: la educación desempeñará un papel preponderante en la gestación de la nacionalidad. De este modo, una de nuestras hipótesis de trabajo sostiene que, en el siglo XlX, tanto la escuela elemental como la universidad cumplen una función civilizadora y nacionalizante. Luego, la educación media y la universitaria, además, se encargarán de proveer la burocracia estatal y privada y los cuadros de profesionales que el desarrollo de la nación exigirá.

Esto que afirmamos lo podemos aclarar con una cita de Renán, que Roberto Munizaga hace en la introducción a la segunda edición de dos de sus más conocidos ensayos sobre la educación: Educación y Política y El Estado y la Educación.

“Una nación, es, pues, una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de los que aún se está dispuesto a hacer. Ella supone un pasado; se resume no obstante en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida común .La existencia de una nación es – perdonadme la metáfora – un plebiscito de todos los días, como la existencia del individuo es una perpetua afirmación de vida “

Si no se consideran los prejuicios sociales y culturales de nuestra clase gobernante, sostenemos que el desenvolvimiento educacional del país no encontró obstáculos mayores de carácter ideológico, en el siglo XIX, debido a la definición religiosa del Estado, contemplada en la Constitución de 1833. El regalismo que se hizo presente en nuestros primeros gobiernos fue coincidente con el carácter oficial que esa constitución le reconoció a la religión católica. El carácter docente que se atribuyó desde sus orígenes el Estado chileno, no es más que la continuación del interés de la Corona y de la Ilustración peninsular por la difusión de la cultura. Se puede afirmar, que el Estado, al mismo tiempo que organiza y desarrolla la educación va siendo re-estructurado y consolidado por la misma.

Hasta, aproximadamente, las dos últimas décadas de ese siglo, los problemas entre Estado e Iglesia, que se suscitan en este terreno, se comprenden mejor como conflictos de personalidades – ocasionales, políticos inmediatos- que como crisis doctrinarias o ideológicas. Es a partir de 1880, cuando es ostensible el desarrollo de la minería de exportación y de las actividades navieras y bancarias, y consecuentemente la ruptura del carácter monolítico de la clase gobernante, que se puede reconocer el desarrollo de ideologías distintas en los partidos en que se organiza. El liberalismo empieza a hacerse positivista, en el sentido de alejarse de los mandatos de la Iglesia. El Partido Conservador se dividirá y su sector más numeroso terminará siendo en realidad un partido confesional.

Ahora, el conflicto puede ser resuelto con la separación del Estado y la Iglesia, sin mayores convulsiones. Desde fines del siglo l9 el problema que agitará a la sociedad chilena será la “cuestión social”, frente a la cual la Iglesia tendrá una actitud más abierta, si se juzga por el papel desempeñado por muchos sacerdotes. La educación tiene en este período un papel importante en la búsqueda de salidas para el mejoramiento de los niveles de vida de las clases trabajadoras de Chile, así como en su organización en entidades políticas y sindicales. Las capas medias son las que más se benefician con el desarrollo educacional del país. Los líderes de los partidos políticos que en el siglo XX gobiernan la República son producto en una alta proporción, del Estado Docente. La educación pública, en todos sus niveles, tiene una importante responsabilidad en la democratización de la sociedad chilena, por lo menos en el horizonte político, lo cual explica el notable desarrollo de su cobertura hasta l973. El Liceo será, preferentemente, la instancia educacional donde se fraguará la democracia chilena del siglo XX.

La crisis histórica que vive nuestra nación, a raíz del golpe de estado de septiembre de 1973, puede ser apreciada en toda su magnitud, si se considera la trascendencia que ha tenido para la cultura nacional y la abrogación del estado docente.

Diciembre 2005
 

Deja un comentario