LA MORAL SEGÚN MARX

Por: Hernán Montecinos
Escritor-ensayista

¿Marx inmoralista?

Una afirmación que pareciera navegar a contracorriente y, por tal, apreciarse como una afirmación errónea, extemporánea e injusta.
Ya vimos, desde la época antigua, que existen documentos en donde se preceptuaban códigos de moralidad, así como también, escritos en donde filósofos y hombres de letras, se oponían a estos códigos de moralidad. Estos últimos, a través de la historia, han sido denominados “inmoralistas”. Por cierto, no ha sonado muy bien que a Marx se le haya fijado pertenencia a estos últimos, sobre lo cual se ha suscitado una larga controversia.
Sabemos que el marxismo dogmático, o de manual, en su momento, logró internalizar en parte del mundo intelectual marxista, la idea de la existencia de una supuesta “moral marxista”. Esta idea pudiera parecer comprensible, respondiendo a aquella lógica de que si el marxismo persigue una mayor justicia social, superando el sistema capitalista, mediante la construcción de ese nuevo orden, necesariamente, tendría que corresponder a una nueva moral, que lograra desplazar a la moral dominante capitalista. Sin embargo, también, encontramos aquella otra concepción contraria, aquella que expresa una actitud despectiva hacia la moralidad que, según dicen, no es más que una forma de ilusión, una falsa conciencia o ideología.
En este ir y venir de ideas contrapuestas, nos topamos con algunos escritos en donde se podría deducir que, desde los mismos teóricos fundacionalistas del marxismo, se estaría avalando la tesis de la existencia de una moral marxista. Así, por ejemplo, se podría deducir aquello, tomando un pasaje del Anti-Dühring en que Engels contrasta las moralidades ideológicas de la sociedad de clases con una «moralidad humana real del futuro». Este pasaje pareciera chocar con aquel pasaje escrito en el “Manifiesto Comunista” en aquella parte que dice, que la revolución comunista «abolirá toda moralidad en vez de fundarla de nuevo».
Quizás, después de todo, el conflicto no esté en lo contradictorio de una frase citada en un documento, comparada con otra citada en otro, pues frases más, o frases menos, lo que para el caso interesa saber, es dejar claro en qué punto está realmente el conflicto y lo profundo que éste es.
Para la comprensión inicial del fenómeno, tenemos que tener a la vista que, en su sentido más general, la moralidad piensa que sus principios son imparciales y de validez universal, y que el seguirlos dará a nuestras acciones una justificación que va más allá de los intereses en conflicto de individuos y grupos particulares. La concepción marxiana, en tanto, sobre este punto, señala que esto no es tan así en tanto exista una sociedad de clases, y que el engaño ideológico fundamental de la moralidad, es la forma en que hace pasar intereses particulares de clase como intereses universales.
Sobre este punto, Marx y Engels piensan, que solo una vez abolida la sociedad de clases, será posible que los individuos se relacionen entre sí simplemente como seres humanos, cuyos intereses pueden divergir en los márgenes, pero se identifican esencialmente por su participación común en un orden social plenamente humano. Por ello, es la sociedad sin clases la que, en definitiva, consumará lo que la moralidad burguesa ha pretendido hacer engañosamente.
Así, teniendo en cuenta lo contradictorio de los puntos de vista, esto quiere decir que el papel desempeñado por las concepciones morales en el pensamiento de Marx, nunca han estado plenamente claras, ni tan siquiera entre los propios marxistas. Las consecuencias de esta falta de consenso, constituyen por sí solas un viejo debate dentro de la teoría marxista, a lo menos, en lo que corresponde a este específico punto. Con todo, históricamente, la tendencia se ha movido más por el lado intelectual, de concluir una inmoralidad en el pensamiento marxista, no así en el imaginario social del militante medio comunista, o del ciudadano de a pie, que se han pronunciado mayormente por una “moral marxista”.
Así y todo, sigue permeando la idea de un Marx inmoralista que, a primera vista, parece ser una apreciación negativista, demasiado errónea, extemporánea e injusta, un resultado que se presenta como inconcebible de imaginar, en una postura tal del filósofo. Así entonces, desde un principio, aquel Marx desprovisto de moral, se ha prestado para no pocas confusiones, sobre todo, entre sus mismos seguidores y epígonos. En efecto, a sus seguidores les gustaría ver, ¡y cómo no! que en su radicalidad Marx, no sólo se hubiera preocupado de criticar a la moral burguesa, sino mejor aún, producto de su radical crítica, les hubiera proporcionado una nueva moral, contrapuesta, a aquella moral burguesa al que critica y se opone con todas sus fuerzas.
Este deseo más se arraiga, cuando comprobamos que Marx, pareciera eludir el tema, como si no tuviera un pensamiento muy definido sobre el mismo, todo ello producto de que no escribió ningún texto específico sobre tan importante, y complejo tema, despreocupado tal vez del mismo, ante la falta de tiempo para escribir su voluminosa obra científica que, como sabemos, no alcanzó a terminar en vida. Tarea científica al fin, que de tan científica que fue, no tendría por qué haber preocupado al filósofo, respecto de un tema demasiado especulativo, que poco o nada tiene de ciencia, y sí mucho de subjetivo y espirituoso.
Y aunque Marx, como está dicho, no escribió ningún libro específico en que tratara en profundidad el tema, si encontramos párrafos diseminados en otros escritos en los que hace referencia a la moral, demostrando una idea fuerza en la que queda claro que Marx, no despliega ninguna moral, porque con el advenimiento del comunismo, ésta no se hará necesaria. En la Crítica al Programa de Gotha, al respecto señaló:

“cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!”

Así y todo, los buscadores de verdades en Marx, -aquellos que nunca faltan- seguramente, se sentirán defraudados al no encontrar en sus escritos ningún párrafo que nos dé a conocer “una nueva moral marxista”, así como nos entregó una nueva filosofía, una nueva historia, y una nueva base interpretativa para comprender las bases de la economía, entre otros. Una moral marxista, mejor aún, una moral científica, que hubiera incorporado como tal al corpus de su pensamiento y obra, una nueva moral radical y esperanzadora, que sus admiradores y epígonos, quisieran haber visto desplegada a través de su afilada pluma.
Desde este punto de vista, la moralidad se describe como la perspectiva de una buena intención imparcial o desinteresada, que tiene en cuenta todos los intereses relevantes, y otorga preferencia a unos sobre otros, sólo cuando existen razones buenas para así hacerlo. Incluso, si recurrimos al diccionario de la Real Academia de la Lengua, observamos allí una definición que opera en el sentido indicado: “Ciencia que trata del bien en general, y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia”. Así, cualesquiera sean las fuentes a que queramos recurrir, vamos a comprobar que todas operan en el sentido indicado.
Entonces, de acuerdo a su significado, entendemos que la esencia de la moral, corresponde a una idea intrínsecamente ligada a “acciones humanas”, cuya tendencia es ser aceptadas por todos, es decir, conlleva en sí un rango inequívoco de generalidad, de universalidad. Esto quiere decir que, desde el punto de vista filosófico, la idea de moral responde, inequívocamente, a una concepción metafísica, y bien sabemos que la teoría de Marx tiene la razón de ser en la dialéctica, justamente ésta última en oposición frontal a la metafísica. De allí que esta va a ser la primera poderosa razón, la primera gran pista que van a servir para fundamentar una negación a la supuesta existencia de una moral marxista.
Ahora bien, el inmoralismo de Marx, en mi opinión, es el más inmoralista de todos los inmoralismos que pudiéramos encontrar, más que el del mismo Nietzsche pues, este último, no es que se haya opuesto a la moral en sí, a la moral en general, sino a aquella moral metafísica, abstracta que pretende ser absoluta, trascendente sin más ni más. Por eso es que él distingue, dos clase de morales: la moral de los señores y la moral de los esclavos, criticando a ésta última y rescatando a la primera. Es decir, su pensamiento al respecto, no nos induce a pensar que el proponga, como Marx, a extinguir en determinado momento la moral, ni menos transformarla en una nueva, sino que termina por aceptar de que hay morales, unas que son buenas y otras que son malas.
Entonces, pese a los prejuicios que la palabra inmoralidad pudiera suscitar, con toda la carga negativa a la que se le ha querido asociar, creo que el tema planteado a modo de interrogación hay que abordarlo hurgando, sin más ni más, en el fondo de los escritos de Marx, antes que siguiendo la línea de aquella imagen que ha logrado permear el imaginario social desde hace ya varias décadas.
No es un dato menor señalar que, según Marx, los seres humanos no necesitan una moral para ver transformado su mundo. Para Marx las ideas morales, así como las filosóficas y todas aquellas categorías que se encuentran alojadas en la superestructura, no contribuyen a superar el mundo real, más bien son precisamente esas ideas los que lo consagran y justifican. Así entonces, la Ley y la moral son prejuicios burgueses, derivados de intereses burgueses, constituyendo ambas categorías los portavoces de dichos intereses.
Sin embargo, en mi opinión, existe una razón aún más poderosa para reforzar este punto de vista, y que tiene su origen en los propios escritos de Marx. En efecto, en varios de sus escritos Marx refiere que los actos humanos deben estar motivados no por tal o cual moral, sino por la “auto transparencia” de la acción. ¿Qué quiere decir con esto Marx? Evidentemente, el señala que la auto transparencia de la acción no es meramente un valor teórico. Y si bien es cierto que la humanidad puede no haber conocido aún una forma social de vida regida por la auto transparencia de sus componentes, ello se debe a que la estabilidad de todas las sociedades basadas en la opresión de clase —y esto significa todo orden social registrado en la historia—, depende del hecho de que sus miembros están, sistemáticamente, privados de la libertad de auto transparencia social. En este orden, los oprimidos sólo pueden seguir en su lugar, al haber sido mistificadas adecuadamente sus ideas sobre ese lugar; cuestión vital, precisa y necesaria para los opresores, pues de lo contrario el sistema podría verse amenazado si se incubaran ideas excesivamente precisas sobre las relaciones que les benefician a expensas de otros.
De otra parte, de acuerdo con la doctrina marxista, todas las instituciones humanas, el pensamiento y las acciones tienen una base económica. De allí que los seres humanos no necesitan una moral para transformar el mundo, sólo se necesita transformar las condiciones materiales en que se desarrolla la vida de la humanidad.
Como se sabe, para Marx no es la teoría sino la práctica, el cambio de circunstancias reales, lo que eliminará ciertas ideas de las mentes humanas y así erradicar la moral de las personas al considerarlas ya no necesarias. La moral no será capaz de superar la alienación del hombre sino, que será precisa la transformación de las estructuras materiales que son las realmente responsables de la enajenación de los seres humanos. Las ideas morales o filosóficas, -al contrario de lo que creían los filósofos e intelectuales de su época-, no contribuyen a superar este mundo, más bien –como ya está dicho- lo consagran y lo justifican al no darse cuenta de su procedencia. Así, entonces, la Ley y la moral son prejuicios burgueses, derivados de intereses burgueses, con la única y exclusiva intención de perpetuar las condiciones existentes de la sociedad de clases. En este cuadro, los valores morales cumplen la función de ser los portadores y portavoces de los intereses de la clase dominante. De esto se instituye que la transformación moral del mundo es una mentira, si no atiende fundamentalmente a la corrección de una distribución de la riqueza radicalmente injusta.
No resulta casual, entonces, que en sus escritos la actitud de Marx se muestra más bien hostil hacia la moral, a los valores morales e incluso a la propia moralidad. Así, por ejemplo, contra Proudhon, Heinzen y los “socialistas auténticos alemanes”, Marx las emprende una y otra vez utilizando regularmente los términos de “moralidad” y “crítica moralizante” como epítetos sarcásticos. Condena amargamente la exigencia de “salarios justos” y “distribución justa” del Programa de Gotha, afirmando que estas expresiones “confunden la perspectiva realista de la clase trabajadora” con la “verborrea desfasada” y la “basura ideológica” que su enfoque científico ha vuelto obsoleta. Incluso, cuando algunos amigos persuaden a Marx para que incluya una retórica moral suave, en las reglas para la “Primera Internacional”, confiesa que tuvo que pedir disculpas a Engels por ello:

“me vi obligado a introducir dos expresiones sobre “deber” y “lo correcto”… es decir, sobre “la verdad, la moralidad y la justicia”, pero están situadas de forma tal que no pueden hacer daño alguno”

Ahora bien, en este sentido, los juicios sobre lo que es bueno para la gente, lo que va en su interés, son sin duda “juicios de valor”, pero no son necesariamente juicios morales, pues incluso si no existe en absoluto preocupación por la moralidad, se puede seguir estando interesado en promover los intereses y el bienestar propio y el de otras personas cuyo bienestar preocupan. El ataque de Marx a la moralidad, no es un ataque a los juicios de valor, sino un rechazo de los juicios específicamente morales, especialmente los relativos a las ideas de lo correcto y la justicia.
Así entonces, señalar que Marx atribuye a la concepción materialista de la historia haber “roto el soporte de toda moralidad” es de importancia suma, puesto que en la concepción materialista de la historia es donde Marx hunde las raíces para ir al origen de la moralidad. Así, si para Nietzsche el origen de la moral tiene raíces culturales que empieza con la decadencia griega a partir de Sócrates, y sigue impertérrito su curso con el advenimiento del cristianismo, para Marx, en cambio, la moral tendrá una fundamentación ideológico-político a partir de la existencia del dominio de una clase por otra, cuestión conclusiva y primordial de la concepción materialista de la historia.
Y si Marx piensa que el movimiento obrero persigue los intereses de la “gran mayoría”; ello no quita mérito al hecho de que igual los intereses de la clase trabajadora son los intereses de una clase en particular, y no los intereses de la humanidad en general. Marx cree que el movimiento obrero llegará a abolir la sociedad de clases, y conseguirá con ello la emancipación humana universal. Pero su primer paso para esto debe ser emanciparse de las ilusiones ideológicas de la sociedad de clase. Y esto significa que debe perseguir su interés de clase en su propia emancipación conscientemente como interés de clase, no distorsionado por las ilusiones ideológicas que presentarían su interés de forma glorificada y moralizada. Marx piensa que sólo desarrollando una clara conciencia sobre sí mismo, de este modo el proletariado revolucionario puede esperar crear una sociedad libre tanto de las ilusiones ideológicas como de las divisiones de clase que crean su necesidad.
Hay que reiterar que Marx, en sus ideas teóricas, reflejadas fundamentalmente en la filosofía materialista de la Historia, la tarea del hombre se presenta como el imperativo de liberarse de la alienación económica para realizar su ser genérico. Pero los valores en cuyo nombre se emprende esa liberación nunca son trascendentes a la experiencia humana, sino inmanentes a la Historia. Naturalmente, Marx está consiente que la conciencia del hombre siempre puede fabricar valores sin relación con la experiencia concreta: pero en dicho caso la tarea ética que propone no está ya caucionada por las condiciones materiales necesarias para su realización: se trata simplemente de una moral-consolación o una moral moral-aspiración, muy lejos de estar en la piel de la propia realidad.
Ahora bien, resulta evidente que Marx ha tomado de Hegel la idea de que la moralidad abstracta (kantiana) es impotente, y que los motivos que son históricamente efectivos siempre armonizan los intereses individuales con los de un orden social, movimiento, o causa más amplio. Sin embargo, a pesar de esta crítica, igual Hegel critica la «moralidad» sólo en sentido estrecho, intentando salvarla en su sentido más amplio. Ello porque Hegel al situar la armonía de los intereses individuales y de la acción social en la «vida ética», sigue tirándole un salvavidas a la moral, pues la armonía de los intereses individuales y de la acción social en la “vida ética” sigue siendo algo distintivamente moral por el hecho de que su apelación final a nosotros es supuestamente la apelación de la razón imparcial. Pero como quiera que sea el sistema de la vida ética igual resulta ser un sistema de derechos, deberes y justicia que realiza el bien universal, incluyendo en su movimiento, en sentido más limitado, a la moral como uno de sus momentos
Es en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 donde Marx afirma, de modo inequívoco, en más de una ocasión, que el comunismo representa sobre todo, una transformación decisiva de la naturaleza humana, que inaugura una relación nueva con la naturaleza a la par que una nueva comprensión de ésta. Debido a la metamorfosis total del ser humano que genera en todas sus esferas de actuación, su conciencia y sus relaciones con el mundo natural o social, el comunismo no puede ser reducido a una propuesta global de orden moral, o de corrección jurídica más que a riesgo de una terrible equivocidad. Por ello es que Marx no admitió nunca, ser alineado en la larga serie de reformadores sociales que creyeron posible modificar las circunstancias sociales e históricas, mediante el ímpetu de la voluntad moral o el afán por la justicia.
Bien sabemos, que Marx fue un pensador radical, lo más radical que se pudiera emprender. En este ámbito, no cabe ninguna duda, que su ataque a la moralidad es, obviamente, una de sus ideas más radicales, que la podemos poner al mismo nivel de su idea en contra de la religión. Pero, así como critica a la religión, no para imponernos una nueva, del mismo modo su crítica a la moral es objeto del mismo tratamiento. Esta idea de la moral, o por decirlo de mejor modo, una “no moral”, para la nueva sociedad a construir, logró conmover y desafiar a su propia audiencia, a la marxología oficial, poniendo a prueba todos los límites a lo cual puede llevar una teoría, en donde los demás no ven lo que tienen que ver, o reclaman por no poder seguir viendo aquello que las nuevas condiciones harían desaparecer.
Hay que decirlo, el anti moralismo de Marx, no ha caído muy bien en la ortodoxia marxista, no sólo del estalinismo, sino también en el extinto eurocomunismo, y en todos los comunismos, de ese entonces, que se refugiaban bajo el paraguas del comunismo soviético. En la actualidad, presumo, que esta desconfianza, en lo que queda de comunismo, aún persiste, aunque no estoy tan seguro de ello, ante el hecho de que ya parecen haberse terminado los interesantes e intensos debates que se suscitaban antes, en el mundo de la marxología respecto de los temas teóricos, pues sus re aparecimientos sólo nos dejan entrever la repetición de sus viejos eslóganes y de sus viejas consignas
Por decirlo de algún modo, la idea de Marx, bajo estos prejuicios, combina mal con la noción generalizada, de que las atrocidades monstruosas que han desilusionado en el siglo pasado, se hayan debido, fundamentalmente, a calamitosos fracasos morales por parte de políticos, partidos y personas. Esta última idea en sí, a los ojos de Marx tienen que haberle disgustado, pues lo consideraba como algo típico de la triste tendencia humana a reaccionar primero con censura moral, hacia todo aquello que odiamos y tememos, pero que sin embargo no comprendemos el meollo de todo lo que allí se encierra. Por lo mismo, para aquellos, para los cuales la moral que constituye algo natural de lo que nadie se puede desprender, un Marx que ataca la moralidad puede maquillarse, fácilmente, como alguien cuyo pensamiento conduce directamente a las purgas, al gulag y a los campos de exterminio. . En fin, todo pareciera valer para disparar en contra del barbudo rojo de Marx, no sólo desde la posición de sus enemigos declarados, sino también desde el infaltable fuego amigo, que parece ser un prurito que se ha instalado en el ADN de aquellos que se presentan como marxistas, como de izquierda o como progresistas.
Para conformidad de algunos, se preguntarán ¿pero por qué buscar en Marx una nueva moral cuando ya su contemporáneo Nietzsche la hizo pedazos al golpe de su implacable martillo? ¿Qué moral podría haber quedado después de tan demoledor ataque a una moral que el filósofo del martillo convirtió en cenizas? Por cierto elucubraciones y creencias como éstas caen al vació en el momento cuando examinamos a profundidad el pensamiento de Nietzsche, cuando después de su acerada crítica a la moral, a diferencia de Marx, termina por aceptarla, diferenciándola sólo en categorizaciones de buenas y malas. Por esta y otras razones, es que estoy convencido, que Marx, desde mi punto de vista, es el mayor inmoralista que ha existido en el campo filosófico de todos los tiempos. Por cierto, pueden haber otros, que hasta el momento desconozco, lo que en todo caso no quita ni pone al caso de considerar a Marx, el más crítico a la moral hasta ahora conocido en el campo del pensamiento. En fin, para el caso, hay un sinnúmero de preguntas que quedan en suspenso, y que han servido para desplegar un sinnúmero de hermenéuticas, sobre todo, en el propio mundo marxista. Supuestos que nos obligan a indagar, a emprender un seguimiento, respecto del tema.
Como sabemos, Marx inicia su filosofía con una crítica del idealismo y del materialismo, para lo cual se fundamenta en la concepción que tiene del hombre. Para Marx no existe una esencia en general, el hombre se hace a sí mismo a través de la historia en la sociedad transformando la naturaleza. De acuerdo a esta premisa, -contrariando a los marxistas con pretensiones moralizadoras-, los seres humanos no necesitan una moral para ver transformar su mundo, necesitan que se transformen las condiciones de la humanidad en que vive la mayoría víctima de la desigualdad y la injusticia, por lo tanto, las ideas morales o filosóficas no contribuyen a superar este mundo, más bien lo consagran y lo justifican al no darse cuenta de su procedencia.

“toda teoría moral que ha existido hasta hoy es el producto, en última instancia, de la situación económica de cada sociedad. Y como la sociedad se ha movido hasta ahora en contraposiciones de clase, la moral fue siempre una moral de clase; o bien justificaba el dominio y los intereses de la clase dominante, o bien en cuanto la clase oprimida se hizo lo suficientemente fuerte, representó la irritación de los oprimidos contra aquel dominio y los intereses de dichos oprimidos orientados al futuro.”…

“La des relativización de la moral sólo es posible en una sociedad en la cual la explotación del hombre por el hombre ya no sea una realidad omniabarcante que atraviesa todas las esferas de la vida social e individual” (Adam Shaff). “Filosofía del hombre”)

Marx reacciona frente a la moral burguesa, por ser las formas y estructuras que, en forma soslayada, encubren la explotación, la plus valía, la alienación y enajenación del ser trabajador. Al respecto señala:

“La religión y la moral honran sólo aquella producción repulsiva y peligrosa, bautizándola con el nombre de trabajo, y, encima, se atreven a poner en circulación toda suerte de máximas de bendición (o de brujería) acerca de ello, tales como las de ‘trabajar con el sudor de su frente’, como prueba de Dios, o ‘el trabajo endulza la vida’, como estímulo, etc. La moral del mundo en que vivimos se guarda prudentemente de llamar trabajo a los lados divertidos y libres de las actividades de los hombres, a pesar de que también eso es producir. Lo condena con los nombres de vanidad, vanos placeres o voluptuosidad. El comunismo desenmascara estas hipócritas prédicas, esta mísera moral”

Y si bien se indigna frente a los fenómenos de la miseria, el embrutecimiento y la falta de libertad de los trabajadores, sin embargo, no plantea predicas morales, ideas de justicia distributiva o de derechos de la humanidad, ya que todo ello implicaba ser tan sólo una envoltura en la que cabían puros prejuicios y exageraciones ideológicas. Sobre esta idea redunda:

“La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ella corresponden…no tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia”

Contra la moralidad vigente propone algo así como una ética de la autor realización, en donde la vida buena y la felicidad son un intento de rescatar a la persona concreta y real. La actividad individual, no solamente es pensamiento y espiritualidad, es actividad material tendiente a la satisfacción de sus necesidades, al dominio de la naturaleza, a la producción y reproducción de la vida. Se trata de un sujeto y una producción universal en determinadas relaciones con otros, actividad en un sistema de relaciones sociales. La persona es comprendida como unidad indisoluble, ser sensible y espiritual, objetivo y subjetivo que, ante todo, es productor, creador, que transforma su naturaleza exterior y la recrea a la medida de su naturaleza humana.
Siendo la persona humana el sujeto de la totalidad, lo primordial es entender que su unión con el mundo es también mediación inevitable para construir su libertad; que al vincularse con la naturaleza forja herramientas emancipadoras y edifica una realidad en donde la persona se humaniza; tal realidad es la que hombres y mujeres levantan continuamente y restauran su propia vida a lo largo de procesos históricos. El ser que se desenvuelve dentro de relaciones sociales, logrará su felicidad en conjunto con otras personas cuando transforman la sociedad explotadora en un sistema social que dignifica la existencia humana. Esta propuesta ética es la base de la teoría de la alienación y en el que aparece el principio superior de justicia defendido por Marx: “A cada cual según sus necesidades”.
Para Marx, la moral se encuentra sobrepuesta en el rango de la ideología, es decir en un orden subordinado a una estructura exterior que la deviene como tal. A buen decir, una ideología pura, con la única visión de legitimar lo que hay. Según su predicamento esencial, todas las categorías que se encuentran ubicadas en la superestructura, son de vinientes de la infraestructura material, para el caso del capitalismo, infraestructura económica dado por los modos de producción en la sociedad capitalista. Por lo mismo, según este razonamiento, Marx es bastante claro en dejar establecido que los seres humanos no necesitan una moral para ver transformar su mundo, necesitan que se transformen las condiciones de la humanidad, en que vive la mayoría víctima de la desigualdad y la injusticia, por lo tanto, las ideas morales o filosóficas –valga la redundancia-, no contribuyen a superar este mundo, más bien lo consagran, lo determinan como tal.
Según Marx, la característica más profunda de la ideología es su tendencia a representar el punto de vista de una clase como un punto de vista universal, los intereses de esa clase como intereses universales. Esto es precisamente lo que hacen las ideologías morales: representan las acciones que benefician a los intereses de una clase, como acciones desinteresadamente buenas, en pro del interés común, como acciones que fomentan los derechos y el bienestar de la humanidad en general. Pero, sería ilusorio pensar que este engaño podría remediarse mediante un nuevo código moral. Pues en una sociedad basada en la opresión de clase, y desgarrada por el conflicto de clase, la imparcialidad es una ilusión. No existen intereses universales, ninguna causa de la humanidad en general, ningún lugar por encima o al margen de la lucha. Sus acciones pueden estar subjetivamente motivadas por la benevolencia imparcial, pero su efecto social objetivo nunca será imparcial. Para Marx es precisamente este rasgo el que vuelve a la moral esencialmente ideológica, colocándola en el mismo nivel de aquellas categorías que caen dentro de la superestructura, tales como la religión, el derecho, etc. De esto resulta evidente que para la teoría marxista la moral se vuelve ideología.
En otro texto, no menos famoso, Engels, el entrañable amigo y colaborador de Marx, afirma que:

“una moral verdaderamente humana, que esté por encima de las contraposiciones de clase, y por encima del recuerdo de ellas, no será posible en un estadio social que no sólo haya superado la contraposición de clases, sino que la haya además olvidado para la práctica de la vida”.

En un texto conjunto, como casi toda su obra, Marx y Engels sostienen, en su momento, como estrategia política nacida de la realidad concreta, que:

“los comunistas no predican moral alguna. La moral de los comunistas es una moral revolucionaria que busca reivindicar el sentido pleno de lo humano des alienado, humanizado, plenamente libre, en una sociedad plenamente humana, des alienada y libre”.

Así pues, apuntamos, que Marx no se conforma con enunciar la patología cercana a la muerte de la sociedad capitalista; sino que busca implementar la forma adecuada para posibilitar la vida del hombre, del individuo social en plenitud, es decir, en una inter relación constructiva y posibilitante con la sociedad, con sus congéneres, así como en relación dialogante con su entorno, su ecosistema, buscando la liberación plena del ser humano a nivel individual, social y de la humanidad entera.
Marx no se plantea reemplazar una moral por otra, simplemente se plantea, al igual que para el Estado su extinción, en el momento que advenga la sociedad comunista, momento en el cual el hombre comunista hará valer la “auto transparencia” en la acción. Siendo la moralidad un sistema de ideas que interpreta y regula la conducta de una manera esencial, para el funcionamiento de cualquier orden social, Marx opta por la auto transparencia de los individuos en sus actos, y no por una determinada tal o cual moral, las cuales cualesquiera sean sus orígenes, siempre actuarán en forma compulsiva y, por tal, distorsionadoras de aquella necesaria auto transparencia a que hace referencia Marx.
Sin embargo, rechazar la moralidad no es necesariamente rechazar toda conducta que prescribe la moralidad y defender la conducta que prohíbe. En efecto, algunos preceptos morales (como un mínimo respeto a la vida e intereses de los demás) parecen no tener sesgo de clase alguno, sino pertenecer a cualquier código moral concebible, pues sin ellos no sería posible sociedad alguna. ¿Cómo puede querer Marx desacreditar estos preceptos, o pensar que el materialismo histórico los ha desacreditado? Además, si todos los movimientos de clase precisan una moralidad, al parecer entonces también la necesitará la clase trabajadora. ¿Cómo puede querer Marx privar al proletariado de un arma tan importante en la lucha de clases?
Puede haber algunas pautas de conducta comunes a todas las ideologías morales, y podemos esperar ideologías morales que las realcen. Si la gente debe hacer y abstenerse de hacer determinadas cosas para llevar una vida social decente, sin duda Marx desearía que en la sociedad comunista del futuro la gente hiciese y se abstuviese de hacer esas cosas. Pero Marx no deseaba que se hiciesen porque lo prescribe un código moral, pues los códigos morales son ideologías de clase, que socavan la auto transparencia de las personas que obran de acuerdo con ellas. Quizás el temor es que sin motivos morales, nada nos impediría caer en la extrema barbarie. Marx, sin embargo, no comparte este temor, primo hermano del temor supersticioso de que si no existe Dios, todo está permitido. La tarea de la emancipación humana es, construir una sociedad humana basada en la auto transparencia racional, libre de la mistificación de la moralidad y de otras ideologías. Marx reconoce que en la actualidad no tenemos una idea clara de cómo sería una sociedad semejante, pero cree que la humanidad es igual a la tarea de procurar una sociedad como tal.
De todo esto se comprende que Marx tenga poderosas razones para negarse a eximir a las ideologías morales de la clase trabajadora de semejante crítica. La misión histórica del movimiento de la clase trabajadora, es la emancipación humana, pero toda ideología, incluidas las ideologías obreras, socavan la libertad destruyendo la auto transparencia de la acción. Marx arremete contra la moralización en el movimiento obrero, porque considera indispensable para su tarea revolucionaria la “perspectiva realista” que le aporta el materialismo histórico.
Por eso los intereses de clase marxianos no son “morales” siquiera en un sentido estrecho. Son intereses de una clase que está en relación hostil a otras clases, y pueden defenderse sólo a expensas de los intereses de sus clases enemigas. Además, todo esto vale tanto para los intereses proletarios, como para los de cualquier otra clase. Representar los intereses de la clase trabajadora como intereses universales o como algo imparcialmente bueno es para Marx un paradigma de falsificación ideológica y un acto de traición contra la clase trabajadora

“Cada nueva clase, que se pone a sí misma en el lugar de la clase dominante anterior a ella, se mueve únicamente a la consecución de sus intereses, y los presenta como si fueran el interés común de toda la sociedad. La clase dominante da a sus ideas la forma de universalidad, y las presenta como las únicas racionales y universalmente válidas”.

La filosofía moral de Kant, basada en un principio formal y abstracto de la razón, llamado imperativo categórico, sería esa forma específica de ideología que Marx critica. Por eso cuando Marx asegura que “los comunistas no predican ninguna moral”, está diciendo que la moral, en general, es un sinsentido.
Como sabemos, Marx para configurar todo el armado de su teoría, parte de las condiciones de clase existentes en la sociedad de su época, condiciones de clase que surgen y se crean a partir de las condiciones materiales de vida, de las cuales se origina toda una superestructura de sentimientos, ilusiones, formas de pensar y concepciones de la vida diferentes y características que sirven a sus miembros a motivar acciones que llevan a cabo en su favor. Pero en la medida que estos sentimientos, ideas y concepciones son producto de una clase especial de trabajadores intelectuales que trabajan en beneficio de una clase, Marx reserva para ellos un nombre especial: “ideología”. Así, entonces, los productos de los ideólogos — sacerdotes, poetas, filósofos, profesores, pedagogos, etc.- son, de acuerdo con la teoría materialista, típicamente ideológicos. Productos todos ellos que sirven para explicar la concepción del mundo de clases sociales particulares, en una época particular y que sirven a los intereses de clase de éstos.
Es en esta línea que Engels, en una carta a Franz Mehring, define la ideología como «un proceso realizado por el pensador con la conciencia, pero con una “falsa conciencia”. Las fuerzas motrices verdaderas que le mueven, siguen siendo desconocidas para él; en caso contrario no sería un proceso ideológico. Este pensador se imagina para sí fuerzas motrices falsas o aparentes. Según este juicio, la ilusión principal de cualquier ideología es una ilusión sobre su propio origen de clase. Cuando el ideólogo piensa que está siendo motivado por un entusiasmo religioso o moral, se autoengaña a sí mismo pensando que obra por deber moral o amor filantrópico.
Hilando más delgado aún, Marx señala que cuando las personas están motivadas por ideologías, no se comprenden a sí mismas como representantes de un movimiento de clase; pero son exactamente eso. No piensan en los intereses de clase como la explicación fundamental del hecho de que estas ideas les atraen a ellos y a otras personas; no obstante, esta es la explicación correcta. No obran con la intención de promover los intereses de una clase social frente a los de otras; pero esto es lo que hacen, y en ocasiones tanto más eficazmente porque en realidad no tienen semejante intención. Pues si verdaderamente supiesen lo que estaban haciendo, simplemente podrían no seguir haciéndolo.
Por todo esto es que no resulta sorprendente que Marx, normalmente, describa la moralidad, junto a la religión y el derecho, como formas de ideología, “otros tantos prejuicios burgueses tras los cuales se esconden otros tantos intereses burgueses”. Pero no sólo condena las ideas burguesas sobre la moral, su blanco último es la propia moralidad. En el Manifiesto Comunista Marx señala que, al igual que la revolución comunista supondrá un corte radical de todas las relaciones tradicionales de propiedad, también supondrá el corte más radical con todas las ideas tradicionales. Evidentemente Marx pensó que igual que la abolición de la propiedad burguesa será una tarea de la revolución comunista, su otra tarea será la “abolición de toda moralidad”.

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