Por: Hernán Montecinos
Escritor/Ensayista
El año 2005, la BBC de Londres, a través de la cadena de su radio 4, que cubre todo el territorio británico, organizó una encuesta, en la que invitaba a sus oyentes a contestar la pregunta, de quien era, a su juicio, “el filósofo más importante de toda la historia de la humanidad.” Para sorpresa del público, ni Platón, ni Kant, ni tampoco Descartes ni Hegel, entre otros, ocuparon el primer lugar, sino el viejo barbudo de Carlos Marx, quien, ni más ni menos, dobló en las preferencias a su más cercano seguidor.
Algo similar se hizo en Chile cuando Televisión Nacional lanzó al aire su invite para que sus oyentes se pronunciaran respecto a quien habría sido el personaje más importante en toda la historia del país. En una reñida disputa Salvador Allende se impuso a Arturo Prat. ¿Se acuerdan?
El desafío de la BBC terminó por atraer la atención de la mayoría del público, lo que derivó a desarrollar una enconada disputa respecto de los más altos representantes de la historia de la filosofía que entraron al escenario de la disputa.
En el transcurso del proceso se organizaron varios bandos los que hicieron esfuerzos mediáticos, para posibilitar revertir el curso de esta votación a favor de sus respectivas preferencias. La revista “The Economist”, por ejemplo, considerada como la Biblia del capitalismo británico, lamentaba que los filósofos John Locke y Adam Smith, sus favoritos, hubiesen quedado fuera de las preferencias. En una nota titulada «Un espectro ronda la BBC», «The Economist» invitaba a sus lectores, en los últimos días que quedaban, antes del cierre de la encuesta, para intentar frenar la victoria que ya se preveía de Marx, a votar por el tercero de la lista, el escocés David Hume, uno de las figuras más importante de la corriente filosófica del s. XVIII denominada empirismo, que surge como reacción al problema del conocimiento del racionalismo del siglo XVII.
Marx logró el 28 por ciento de los votos emitidos por los radioyentes, muy por delante del segundo filósofo elegido por los oyentes, el escocés David Hume.obtuvo sólo el 12,7 por ciento de los votos. Platón, a quien muchos consideran como el más grande pensador de todos los tiempos, sólo logró situarse en el quinto lugar con el 5,65 por ciento, inmediatamente detrás de Nietzsche (6,49 por ciento).
Melvin Bragg, organizador de la encuesta y conductor del programa, «En nuestro tiempo», en el que todos los jueves se debaten temas culturales, científicos e históricos señaló, que si bien el resultado fue sorprendente:
“a él personalmente no le extrañaba, ya que las teorías de Marx y su método para analizar la historia y la sociedad, están todavía vigentes”….«Marx parece dar respuestas sobre la historia, la sociedad, las ideologías, los efectos de las economías, entre otras. Hoy en día se puede utilizar perfectamente la dialéctica marxista y el materialismo histórico…. proveernos de análisis y respuestas a muchos de los problemas del mundo»
En referencia a esta encuesta, la BBC entrevistó al reputado historiador marxista británico, Eric Hobsbawm, quien, ante la pregunta del por qué los británicos le eligieron como el filósofo más importante de todos los tiempos, opinó que la mayoría de los otros filósofos, desde los de la antigua Grecia, hasta los de nuestros días, sólo son estudiados por un número limitado de intelectuales:
«Para muchos de nosotros son sólo nombres,……Y ese no es el caso de Marx”
Rubrica su opinión, diciendo:
“Transcurrido siglo y medio, después de la publicación del «Manifiesto comunista», los académicos vuelven a leerlo, no como un programa para derrotar al capitalismo, sino como una sorprendente predicción, hecha en el Siglo XIX, de la naturaleza y los efectos de la globalización en la que vivimos hoy”
Sin embargo, este revival, este renacimiento de Karl Marx en Gran Bretaña ya se asomaba con antecedentes desde la década del 90, cuando Francis Wheen, por ejemplo, escribe su ensayo Karl Marx. Wheen es autor de varios libros incluida una biografía de Karl Marx4 que ganó el Premio Deutscher Memorial en 1999, y ha sido traducido a veinte idiomas. Siguió esto con un ensayo sobre Das Kapital, que sigue a la creación y publicación del primer volumen de la obra principal de Marx, así como otros volúmenes incompletos.
Confiesa Wheen que cuando comenzó su investigación, muchos amigos lo miraban con incredulidad. ¿Por qué –se preguntaban- querría alguien escribir sobre una figura tan pasada de moda?. Sin embargo, el continuó con su cometido sin hacerles caso. Cuanto más estudiaba a Marx –confiesa en el prólogo-, más actual le parecían los contenidos de su doctrina científica. Entre otros, pone al descubierto, por ejemplo, que a los expertos y políticos de hoy se les suelta la lengua hablando de la globalización, sin caer en cuenta que Marx ya lo había advertido en 1848 en el “Manifiesto Comunista”. También que el ámbito en que se mueven la Coca Cola y Mc Donald no habría sorprendido a Marx en lo más mínimo.
Pero hay algo más que ni Marx había previsto: que de repente, a finales de los años 90 mucho después que el cadáver de Marx había sido enterrado por conservadores, liberales y una diversa fauna de “ex” de todos los pelajes, fuese ensalzado como un genio por los mismísimos capitalistas contemporáneos. El primer signo de este extraño cambio de posición apareció en Octubre de 1997, cuando en un número especial de la revista “New Yorker” se proclamaba a Marx como “el gran pensador del futuro”, que tiene mucho que enseñarnos sobre la corrupción política, la monopolización, la alienación, la desigualdad y los mercados mundiales. “Cuanto más tiempo paso en Wall Street más me convenzo de que Marx estaba en lo cierto. Estoy absolutamente convencido de que el método de Marx es el mejor para estudiar el capitalismo”, declaró un rico banquero a New Yorker. Desde entonces, economistas y periodistas de derecha han volcado su interés para conocer y reconocer la rigurosidad científica de Marx y lo valioso de su doctrina para comprender el meollo del capital y el capitalismo.
Confieso que esta encuesta, -amén de otros antecedentes-, fue toda una sorpresa, no sólo por lo que parecía ser, a primera vista, un resultado inédito, no previsto, sino sobre todo, porque fue realizado en la cuna en donde se originó el liberalismo, fuente del capitalismo actual. En efecto, ésta no se realizó ni en Cuba, ni en Venezuela ni en China, ni en Corea del Norte, ni en Vietnam, ni en Nicaragua, ni en la misma Rusia, así como tampoco en ninguno de los ex Estados socialistas que hubieran podido volcar sus preferencias, aguijoneados por un espíritu de nostalgia que los tentara a recuperar lo perdido
De hecho, no pocos sostienen la idea de que Marx es más relevante hoy que el periodo en que dio a conocer sus ideas que giraban en torno al Manifiesto Comunista hace más de 150 años. Los estudios de Marx sobre el capitalismo y cómo funciona éste, lo llevaron a predecir fenómenos como la plus valía, la explotación, la alienación, la enajenación, el fetichismo, la globalización, la monopolización, la creciente brecha entre explotados y explotadores, y así muchos otros temas derivados que hoy los estamos viviendo en carne propia.
Como lo ha señalado el filósofo Jhon Gray, Marx pudo haberse equivocado con el comunismo pero, en lo referente al capitalismo, mucho de lo que dijo resultó ser correcto. Más aún, este reconocimiento no es que haya irrumpido, recién a partir de los finales del año 90, con la globalización y el neo liberalismo, sino que éste proviene desde el mismo periodo en que en su juventud Marx empezó a escribir e investigar. Sobre el particular, digno de destacar el juicio de Moses Hess, en nota escrita el 2 de Septiembre de 1841 al novelista Berthold Auerbach:
“Te gustará conocer aquí a un hombre que se cuenta hoy día entre nuestros amigos, si bien vive en Bonn, donde muy pronto será dozent. Es un fenómeno que me ha hecho una muy fuerte impresión. En una palabra, pronto conocerás al más grande, tal vez al único auténtico filósofo viviente. Cuando él se manifieste al público atraerá las miradas de toda Alemania. ¡Por sus miras y su cultura filosófica, va mucho más lejos que Strauss, más lejos incluso que Feuerbach, lo cual no es poco decir! Si yo estuviera en Bonn cuando él enseñe lógica, sería su oyente más asiduo. Sólo ahora sé hasta qué punto no soy más que un galopín en materia de verdadera filosofía. Pero ¡paciencia!, ¡también yo aprenderé algo! El doctor Marx –es el nombre de mi ídolo- es un hombre todavía muy joven (24 años como máximo), que dará el golpe de gracia a la religión y a la política medievales. En él se agrega a un máximo de profundidad filosófica el espíritu más mordaz. Imagínate a Rousseau, Voltaire, Holbach, Lessing, Heine y Hegel confundidos en una sola persona; y digo confundidos y no pegados entre sí y tendrás así al doctor Marx?”
La importancia de este juicio, es que Hess lo escribió cuando Marx aún no había empezado a escribir nada sobre su obra científica. A ese año sólo había publicado los “Cantos Generales”,y su tesis de doctorado que todavía no salía de la imprenta. Un par de escritos reducidos al ámbito de la pura filosofía, cuando Marx ni siquiera había escrito una letra sobre su monumental obra científica.
Años más tarde rubrica esta impresión Paul Lafarge, que a la postre terminaría convirtiéndose en el yerno de Marx:
”Este hombre es todavía más grande en la vida, en la acción y en la palabra viva. Ninguna de sus obras produce, en toda su plenitud, ni sus inmensos conocimientos ni su genio. En verdad él es muy superior a sus libros”:
“La labor de los escritores modernos, hasta los de la talla de Flaubert, que buscan transmitir lo que han visto, es un juego de niños en comparación con las obras de Marx, donde se pinta la vida del mundo entero, con sus acciones y reacciones más variadas y constantemente cambiantes. Hace falta tener una humana sobre fuerza de pensamiento para ahondar tan profundamente en la realidad, y un arte no menos extraordinario para transmitir lo analizado en la forma en que él lo ha hecho”
Ahora bien, esta encuesta, hecha a principios del presente nuevo milenio, nos obliga a retrotraernos más atrás, para darnos cuenta que la profundidad de su pensamiento, ha sido una gran alerta prospectiva cuyo valor se iba a proyectar más allá de su tiempo.
En efecto, si bien es cierto, el recorrido que ha hecho el hombre para enfrentar los problemas que le han surgido, ha sido una empresa de todos, no se puede desconocer que sólo hemos percibido esos problemas a través de ciertos individuos, a quienes las condiciones existentes les otorgaron una situación intelectual privilegiada. Tal es el caso de Marx quien supo entregarnos lo mejor de sí para damos luz en un mundo que se ha empecinado por ocultar sus fracasos y oscuridades
Marx, como el que más, ha formado parte del mundo intelectual contribuyendo, significativamente, a nuestros intentos de orientarnos en el mundo en que vivimos. Ha develado fuertes expresiones, y hecho magistrales observaciones sobre las fuerzas, tensiones, y problemas que dan forma a nuestro mundo actual. Por eso, revivir a Marx hoy tiene un gran potencial para mejorar, inspirar e iluminar nuestra necesidad de comprensión, respecto de un mundo que se nos ha querido presentar soslayado de sus deficiencias y precariedades bajo puros sofismas y conceptos metafísicos, muy alejados de la realidad. .
Como sabemos, Marx se vio en la necesidad de situarse fuera del espacio protegido por la razón moderna, debiendo discurrir sus nuevos pensamientos a plena intemperie. Pasó, en su momento, a ser un autor incómodo y sus pensamientos pasaron a ser subversivos y rebeldes, por cuanto, a contrapelo de sus impugnadores, logró destruir la imagen del mundo que han tratado de imponernos abriendo una discontinuidad en la historia de las ideas de manera tal, que es imposible pensar hoy sin tener en cuenta sus aportaciones.
Su pensamiento nos entrega un mensaje vivo y conmovedor, al jugársela a favor de la emancipación de aquellas verdades (¿) establecidas según la deseabilidad del rebaño y que, en buena medida, siguen siendo hoy insoportables verdades que se mantienen en el horizonte cultural más contemporáneo. Por lo mismo, hoy, la filosofía e, incluso, la cultura más contemporánea, no podrían ser comprendidas sin antes pasar por el tamiz del pensamiento de este singular filósofo.
Tuvo que soportar, a través de su trayectoria, vivir en una desmedrada condición, por el hecho de ser pertinaz aguafiestas de una sociedad que creía encontrar su tranquilidad en el cómodo positivismo imperante. En este ambiente, lo vemos actuar como juez incorruptible de su época, lanzando una exhortación para sus contemporáneos, exhortaciones que quizás nunca pudo imaginar que éstas, aún siguen resonando en las reclamaciones del nuevo milenio que estamos viviendo.
A diferencia de sus pares, sus concepciones, -extrañas y disonantes para su tiempo-, lograron hacer aflorar de lo más profundo de la realidad, sus aspectos más negativos los que resultaron ser de un valor prospectivo inigualable, para las generaciones posteriores, como base para proponer una nueva visión que logre superar el estatus social y cultural imperantes. Supo asumir el papel polémico de los intelectuales públicos, y se sintió satisfecho y orgulloso de la forma en que dio vida a los escritos desplegados.
Más allá de la importancia de su pensamiento filosófico y económico, propio para el mundo intelectual y de la academia, su connotación pública se hizo notar gracias a su participación directa en la política de su tiempo, con tan sólo mencionar su activa participación en “La Internacional de los trabajadores”, su intensa actividad periodística, y su influencia en los incipientes movimientos políticos de la época, como “La Liga de los Justos” y la “Liga Comunista”, entre otros..
Desde La Ideología Alemana y Los Manuscritos filosóficos de 1844, pasando por el Manifiesto Comunista, hasta llegar a su obra cumbre El Capital, podemos constatar toda la rigurosidad y profundidad de una obra que, pasados los años, se sigue recurriendo a ella, como antecedente imprescindible para desarrollar trabajos investigativos contemporáneos que traten sobre temas filosóficos políticos, ideológicos y, fundamentalmente, sobre la ciencia económica.
Lamentablemente, Marx, no pudo entregarnos todo lo que él habría querido. Tuvo una actividad intelectual, científica y política muy intensa. Los debates políticos que tuvo que enfrentar le ocuparon y distrajeron de su precioso tiempo, para seguir creando todo lo que en su gran cabeza seguía acumulando. Pese a la azarosa tarea que se impuso sobre sus espaldas, supo sobrellevar una vida muy apegada a su entorno familiar, su mujer Jhenny, y sus tres hijas. Tuvo otros hijos, cuatro de ellos fallecidos prematuramente, y un quinto nacido fuera del matrimonio (Frederick Delmuth, 1851-1929).
Sus enfermedades con el tiempo, llegaron a transformarse en endémicas, las que lo acompañaron a lo largo de los años en momentos que su producción filosófica científica, literaria, e intelectual, se encontraban en uno de sus puntos más altos. Sus enfermedades atentaron en contra de esa necesaria tranquilidad que toda naturaleza humana requiere, para entregar con mayor fecundidad su tarea diaria. Si a ello agregamos, que Marx vivió en una permanente precariez económica, que en ciertos periodos de su vida llegó muy cercano a la miseria, se entenderá, que hubieron factores que llegaron a ser determinantes para que Marx no los pudiera haber entregado todo su bagaje intelectual como él lo hubiera deseado.
Se sabe, por ejemplo, que Marx tenía proyectado escribir, muchos más trabajos de investigación que nunca llegó a materializar. Su yerno Lafarge, nos deja testimonio de ello, señalando que les tenía prometido a sus hijas escribirles un drama sobre Dracos, que de haberlo escrito, habría sido del todo interesante ver como hubiera tratado el episodio terrible de la lucha de clases en el mundo antiguo. Entre otras obras proyectadas, y otras que nunca llegó a materializar, se encontraban una Lógica y una historia de la filosofía. Ni que decir de El Capital, su obra cumbre, del cual sólo alcanzó a publicar un volumen de tres. En fin, habría tenido que vivir más de 100 años para haber podido entregarnos todo el tesoro intelectual que albergaba en su cerebro.
Así y todo, como quiera que hayan sido los factores limitantes, que impidieron a Marx entregarnos todo su potencial intelectual, debemos reconocerle que allí, en los campos en donde investigó, nos demostró ser un autor muy exigente consigo mismo, no dejando ningún detalle a la deriva o al azahar. En el plano teórico demostró un ejemplo de rigor y acuciosidad intelectual puesto a toda prueba. Permanentemente se preocupaba de consolidar y depurar su estilo de exposición, haciendo de ello un continuo ejercicio de trabajo, aunque ello, le ocupara gran parte de su tiempo y de sus actividades. Su exigencia consigo mismo era tal, que dedicaba horas y días enteros para pulir sus textos afinándolos al máximo de los detalles, los cuales repasaba una y otra vez hasta reordenarlos acabadamente,
Su meticulosa escritura la encontramos, tanto en su estilo literario, como hasta en la rigurosidad que exige la investigación científica. Nunca jamás se basaba en un solo dato del cual no estuviera totalmente seguro, y nunca se permitía hablar de algo antes de dejar de estudiarlo concienzudamente. Las obras que publicaba, antes de llevarlos a imprenta, las revisaba repetidamente hasta encontrarle la forma más apropiada. Siempre se preocupaba de acudir a las más diversas fuentes, que lo llevó a descubrir los conocimientos de otros autores de otros tanto países. No se conformaba con la información de segunda mano, sino que personalmente se preocupaba de ratificarla en su fuente original, tanto es así, que hasta sus críticos más despiadados, nunca lograron probarle que fuera negligente, ni que se basara en datos que no pudieran pasar la prueba de cualquier rigurosa comprobación.
Su necesidad de conocimiento de toda clase de datos, en las más diversas especialidades, lo llevó a ser un empedernido devorador de cuanto libro le cayera en sus manos. Así, no sólo se detenía en la lectura de los libros filosóficos o científicos, -materias que incidían directamente en sus necesidades investigativas- sino que, también, gustaba mucho de leer poesía y todo género literario. No hubo clásico que no haya dejado de conocer, así se trate de los clásicos más antiguos hasta los más contemporáneos. Tenía una natural facilidad para aprender idiomas, lo cual sin perjuicio de hablar el inglés, alemán y el francés, hacía lectura de otros idiomas, así por ejemplo, el idioma ruso lo estudió a los 50 años, y da cuenta su yerno Lafarge que, constantemente, recurría a leer los clásicos rusos en su lengua nativa, de los cuales, además de aprender de ellos, respecto de la descripción de la naturaleza humana, se deleitaba con el estilo narrativo que, confesaba, para su gusto, eran los mejores.
Siempre, recurriendo a su yerno, Lafarge, éste nos deja testimonio, el de cómo Marx tenía una sugestiva manera de descansar intelectualmente haciendo ejercicios matemáticos, a través de los cuales se refugiaba en los momentos más dramáticos y depresivos de su existencia. Nos cuenta, como en la última enfermedad de su mujer no podía dedicarse a su trabajo científico habitual, y la única manera que podía despejar su propia depresión, era sumergiéndose en las matemáticas. Durante esa época depresiva escribió una obra sobre cálculo infinitesimal que, según los expertos de la época, debería agregarse en la publicación de sus obras completas. No podría ser de otro modo, porque un científico, un filósofo no podía dejar de ver en las ciencias matemáticas las formas más lógicas y, al mismo tiempo, las más elementales, para cualquier trabajo investigativo que se precie de riguroso, Sostenía que una ciencia no se encuentra completamente desarrollada, mientras no se ha aprendido a hacer uso de las matemáticas por el rigor y las pruebas a que deben someterse las exactitudes de ambas. Todos sus conocimientos, tanto en la filosofía, en las ciencias sociales, ciencias naturales, matemáticas, literatura y poesía, y hasta su conocimiento de los idiomas, no podían hacer de Marx, sino el intelectual más talentoso y riguroso en todo lo que escribía.
Durante las dos últimas décadas de su vida luchó contra las dolencias físicas que le impedían trabajar en sus obras políticas y literarias. Sufrió de trastorno hepático; brotes de ántrax, forúnculos en el cuello, el pecho, la espalda y nalgas (a menudo no podía sentarse); dolores de muelas; inflamaciones oculares; abscesos pulmonares; hemorroides; pleuresía; dolores de cabeza persistentes y tos, que le hacían imposible dormir sin drogas. Tras la muerte de su esposa a causa de cáncer el 2 de diciembre de 1881, Marx desarrolló un catarro que le provocó mala salud durante sus últimos 15 meses, derivó en bronquitis y después sufrió una pleuresía que finalmente acabaría con su vida el 14 de marzo 1883 en Londres, cuando contaba 64 años. Murió como apátrida y su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Highgate, Londres, el 17 de marzo de 1883.
De su legado se puede concluir inequívocamente que su labor no se circunscribe solamente al campo puramente especulativo como lo habían hecho los filósofos que le antecedieron; no se limita a presentar un simple diagnóstico de la realidad y a enunciar las leyes que la gobiernan. Su pensamiento se encuentra marcado por el apremio de una acción transformadora, que introduzca el orden, la equidad y el humanismo en este mundo, que es descrito como deshumanizado y absurdo. Si penetra la realidad es para desentrañar las leyes que rigen su desenvolvimiento, con el propósito de utilizar esas mismas leyes, en orden a cambiar la situación del hombre y hacerla genuinamente humana.
La filosofía de Marx, es una respuesta despiadada a todas las respuestas filosóficas anteriores que no pudieron desprenderse de la abstracción y la especulación alejándose de los problemas vivientes que azotan al mundo real. En este orden, su filosofía es una invocación por restituir todas las potencialidades humanas que se encontraban perdidas, ante la circunstancia de que el hombre se encontraba viviendo en una sociedad que lo alienaba y enajenaba.
Entonces, desde el punto de vista estrictamente filosófico hay que dejar sentado, que el pensamiento de Marx representa una protesta contra la “alienación” y enajenación” del hombre, su pérdida de sí mismo y su trasformación en una mera cosa. De ahí que sus ideas den curso a un movimiento contra la des humanización del hombre, inherente al desarrollo del productivismo industrial
En efecto, el espectáculo de la sociedad, tal como se presenta a los ojos de Marx, puede describirse con una sola palabra: “alienación”. El ser humano se encuentra alienado en todos los campos: No sólo está sumido en profundos errores intelectuales, sino también mutilado en su personalidad, infravalorado en su grandeza, sumergido en la miseria. La alienación es un concepto de origen hegeliano, y significa la discrepancia entre lo que debe ser el hombre y lo que es en la realidad.
Para Marx la alienación, a diferencia de Hegel, no se debe a la circunstancia de que el hombre, por causa de su propia naturaleza es un ser alienado en sí, sino que tal condición, de frustración y despojo, es causada por las circunstancias concretas del entorno social y material en que vive. Así, pone de relieve la suprema contradicción: el hombre soberanamente libre, artífice de sí mismo y dominador de la naturaleza, ha llegado por causa de las estructuras que el mismo ha creado, a perder su libertad y grandeza; se ha perdido a sí mismo.
Pero, según Marx, el hombre no sólo se encuentra alienado, sino también enajenado. La enajenación, o extrañamiento, significa para Marx que el hombre no se experimenta a sí mismo como el factor activo en su captación del mundo, sino que el mundo permanece ajeno a él. Están por encima y en contra suya como objetos. La enajenación es esencialmente experimentar el mundo y a uno mismo pasiva, receptivamente, como sujeto separado del objeto. De ahí entonces que para Marx el concepto de enajenación se basa en la distinción entre existencia y esencia, en el hecho de que la existencia del hombre está enajenada de su esencia; que, en realidad, no es lo que potencialmente es o, para decirlo de otro modo, que no es lo que debiera ser.
Para Marx el proceso de enajenación se expresa en el trabajo, y más precisamente en la división del trabajo. El trabajo es para él, la relación activa del hombre con la naturaleza, la creación de un mundo nuevo a partir de ella. Pero a medida que la propiedad privada y la división del trabajo se desarrollan, el trabajo pierde su carácter de expresión de las facultades creadoras del hombre; el trabajo y sus productos asumen una existencia separada del hombre, un extrañamiento de aquello que ha sido fruto de su propia creación. El producto del trabajo es ahora trabajo encarnado en un objeto y convertido en mera cosa.
NOTA: Este artículo forma parte de mi último ensayo titulado: “Marx y Nietzsche: Acercamientos/Aproximaciones”n que he subido en esta web (www.hernanmontecinos.com
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