Un mundo maravilloso

Por: Hernán Montecinos
Fuente: Kaosenlared.net (06.05.07)

COMENTARIO DE CINE
UNA PELÍCULA DE LUIS ESTRADA (MÉXICO, 2006)

Al parecer, que yo sepa, o salvo que me equivoque, todavía no ha sido estrenada en nuestro país la película mexicana de Luis Estrada “Un mundo maravilloso”, recientemente estrenada en la ciudad de México el año 2006. Para quien vea esta película será ineludible asociarla o relacionarla con  aquella otra, del mismo director, estrenada el año 1999, “”La Ley de Herodes”. Ambas tienen en común de ser películas con un claro contenido político, pero que se diferencian de otras, por ir más allá de la simple crítica o denuncia política, sino que animadas ambas, por alentar un cambio de gobierno.

En efecto, aunque de todos los países nos han llegado películas con claro contenido político, nunca antes había conocido un caso en que el cine se hubiera metido tan a fondo en la contingencia política propiamente dicha,  con el claro  propósito de influir en el ánimo de los ciudadanos para que sus votos no fueran a favorecer a los gobiernos de turno en las contiendas presidenciales. Esto es lo que ha sucedido  en México en las dos últimas elecciones presidenciales que elevaron al poder sucesivamente a Vicente Fox y a Felipe Calderón. Las películas de Luis Estrada “La Ley de Herodes”  y  “Un mundo maravilloso”, estrenada recientemente en dicho país, reflejan más que ninguna otra,  en el sentido indicado,  la estrecha relación que suele haber entre el cine y la política.

Esta imagen queda inequívocamente reflejada para quien haya tenido oportunidad de ver ambas películas. Y más aún, quien haya visto esta última (Un mundo maravilloso) no podría dejar de asociarla con aquella otra (La ley de Herodes), cuyos nexos de relación  resultan insoslayables.  Sin embargo, pese a su  nexo político en común apreciamos diferencias entre ambas,  al exponer situaciones  que reflejan momentos de contingencias políticas diferentes entre uno y otro periodo.

No debemos pasar por alto las vicisitudes que tuvo que pasar, en su momento,   “La ley de Herodes” frente a los intentos de  censura, por parte de los organismos oficiales del entonces Partido Revolucionario Institucional” (PRI), para que  dicho film no pudiera ser exhibido por la fuerte carga crítica  en contra de la corrupción que afectó hondamente al PRI que logró gobernar interrumpidamente por 70 años en México. Al respecto, el público mexicano no ha dejado de pensar que parte del proceso político que precipitó finalmente  la victoria de Vicente Fox en dicha elección,  recibió una gran ayuda  con la exhibición de la película  “La Ley de Herodes”, a partir de una contundente y clara denuncia respecto de un proceso de corrupción que se había hecho carne en las instituciones mexicanas durante el prolongado periodo de gobierno del PRI.

En efecto, el año 1999,  en víspera de elecciones en México La ley de Herodes, ponía directamente en cámara situaciones, personajes e imágenes hasta entonces impensables en una película mexicana: los nombres e insignias de los partidos políticos, las dinámicas del presidencialismo y arquetipos de los actores sociales que en ese entonces usufructuaban a pleno arbitrio las ventajas del poder. Priistas corruptos,  rodeados de operadores políticos matones e incultos; un panista resentido e hipócrita, un cura que ponía precio a la salvación de sus fieles, y una meretriz que pagaba con putas los impuestos de su burdel. El resto del pueblo ficticio donde ocurría la historia, una metáfora de todo el país, estaba representado por indígenas paupérrimos y analfabetos, ciudadanos de tercera clase a los ojos de las autoridades priistas.. Ambientada en el año 1949, años del alemanismo y de la recurrente obsesión mexicana por medirse con la modernidad, La ley de Herodes evidenciaba que los complejos de inferioridad colectivos estaban intactos cinco décadas después.
Ahora, en esta nueva cinta de Estrada (Un mundo maravilloso), la carga política vuelve a mostrarse del todo evidente. Sin embargo, esta película no tuvo que pasar  vicisitudes de censura como la Ley de Herodes. Y si bien la crítica política apunta al exagerado optimismo político del gobierno de Fox por las “supuestas bondades“ del neoliberalismo económico aplicado ortodoxamente sobre la sociedad mexicana, su crítica (mejor dicho su sátira) apunta directamente en contra del  discurso oficial que  mientras, por una parte, hace apología  de las supuestas bondades del régimen neoliberal, de otra parte,  omite  o soslaya  el hecho de la acuciante realidad vivida por la no despreciable suma de 60.000 millones de pobres existentes en México. Es más, es sobre la existencia real de tal cantidad de pobres, – y su virtual negación por parte del gobierno panista- en donde el tema central alcanza sus mejores momentos como expresión cinematográfica propiamente dicha.

Un Mundo Maravilloso es, ante todo, una tragicomedia negra, con algunos apuntes sociales y neorrealistas. Pero también es, simple y sencillamente: una sátira. Una sátira sobre las desigualdades sociales y una reflexión sobre el Apocalipsis que, día a día, se va cerniendo sobre nuestras cabezas. El gran mérito de Estrada en este film es que mostrando una clara  opción política, su trabajo cinematográfico se muestra novedoso por ese claro ingenio creativo hecho presente en el film difícil de mostrar en el cine político. Sobre todo, destaca la creatividad de los diálogos, en que determinadas frases resultan ser  contundentes metáforas que echan por tierra toda la artificialidad del discurso neoliberalista muy fuertemente presente en el discurso oficial foxista-panista.  Como sabemos, las posibilidades del mensaje panfletario, tan difícil de escabullir en el cine político, son pasadas por alto por el  espectador  al  encontrarse ante el uso creativo, imaginativo e  inteligente de la sátira y la sorna política, como expresiones cinematográficas en donde el director llega a una máxima altura, sobre todo en la primera mitad del film.

Luís Estrada con estas dos películas, se ha mostrado como una suerte de crítico social muy puntilloso que utiliza el séptimo arte como medio de expresión. Un mundo maravilloso es el mejor ejemplo de ello. Retomando la sátira y el neorrealismo, géneros casi olvidados, la película es una acabada critica al actual modelo económico mundial, que ha depredado desde la época de post guerra a los países del llamado tercer mundo. Ubicada en un México caricaturesco y anacrónico, en un futuro no muy lejano, retrata una polarización alarmante entre dos grupos sociales: los pobres y los ricos. En medio de este sándwich social, queda por demás claro que la clase media es la más afectada.
 
Ciertamente, si  la Ley de Herodes tuvo repercusiones en el imaginario político de la sociedad mexicana, influyendo muy fuertemente para lograr finalmente un cambio de gobierno, permitiendo el triunfo del panista Vicente Fox, Un mundo maravilloso, en cambio, no logró el tan anhelado cambio de gobierno reivindicado como fondo político del film. Incluso,  más allá de alentar un cambio de gobierno, como lo fue el propósito de la Ley de Herodes, se desprende del film (Un mundo maravilloso) una apuesta por el triunfo del candidato izquierdista Manuel López Obrador,  que como sabemos no se llegó a concretar tras una reñida contienda política que derivó finalmente a una estrecha y controvertida  victoria del candidato panista, Felipe Calderón, de la que quedaron muchas dudas respecto a su legitimidad.

Pero las similitudes con el México de hoy no se quedan solo en lo que refleja su trama principal, una crítica fuerte contra el neoliberalismo a ultranza aplicado por Vicente Fox, sino que los distintos planos en que se encuadra el film van develando numeroso y mínimos detalles que van dando cuenta de ello. Así, por ejemplo,  “El Mercurio”, diario opositor al gobierno, es en realidad “La Jornada”. También cuando  Juan Pérez es encarcelado miles de ciudadanos le dan su respaldo y se manifiestan con camisetas de “todos somos Pérez”, similar al “todos somos López” de la marcha contra el desafuero de AMLO en abril del año 2006. Además el protagonista llega a declarar que todo es un “complot” en su contra. Hay repetidas menciones al “gobierno del cambio”, a los “neoliberales”, al asqueroso “populismo” y al servilismo del gobierno ante los Estados Unidos. Incluso, hasta la decoración de las  oficinas y de las conferencias de prensa del gobierno panista se asemejan más al de la Casa Blanca en Washington.

Es el  mismo Luis Estrada quien en una entrevista precisa   la diferencia entre estos dos trabajos: «La Ley de Herodes es una crítica frontal y directa a un partido político; Un mundo maravilloso critica un sistema, un modelo económico que ha venido pauperizando a este país, que únicamente toma en consideración las cifras macroeconómicas,…» … “La ley de Herodes me marcó mucho por todo lo que pasó con ella… después ocurrió la tan anhelada alternancia en el poder, en la que mucha gente tenía grandes expectativas y, finalmente, ver el fiasco que fue: un cambio que no fue a ninguna parte. A partir de esto me surgió la idea de hacer Un mundo maravilloso, un retrato ubicado en el futuro inmediato sobre el reflejo de hacia dónde se encamina esta sociedad, a partir de ahí elaboré el guión de esta cinta que, en sincronía con La ley de Herodes, se estrena en un momento político importante en el país…»

Por su parte, el actor principal de Un mundo maravilloso, Damián Alcázar, se sumó a los esfuerzos publicitarios del director con declaraciones como las que días después hizo al mismo periódico donde afirmó entre otras cosas que «el país va directamente a la ruina con este gobierno» y que la cinta «es para que nos pongamos a hacer algo, porque si ahora las cosas están mal, mañana estarán de la chingada».
Ahora bien, en la trama misma de Un mundo maravilloso vemos centrada la atención en el personaje principal, Juan Pérez,  el más pobre de todos los  pobres,  quien un día por azar  en su diario vagabundear entra a un lujoso edificio sin que nadie se de cuenta de ello. Curioso al fin, Juan Pérez ingresa a una de las oficinas, pero asustado ante la inminente presencia de un guardia, no encuentra mejor escondite que el balcón que da al exterior del edificio. El guardia antes de irse cierra la ventana y nuestro pobre Juan Pérez queda aislado en el balcón muerto de frío. Su presencia en el balcón empieza a llamar la atención de los transeúntes y pronto empiezan a llegar policías y periodistas armándose todo un alboroto pensando que éste se encontraba allí dispuesto a suicidarse. La prensa amarilla, hace correr dicho rumor señalando que Juan Pérez iba a tomar tal determinación hastiado de la pobreza en que vivía, apuntando los dardos en contra de la política económica del gobierno, principalmente en la figura del ministro de economía. De ahí para adelante la trama se desenvuelve a través de una serie de mal entendidos encontrando a nuestro Juan Pérez en las primeras páginas de los diarios, creándose todo  un alboroto político social que pone en jaque al gobierno.

El Ministro de Economía, acosado por el escándalo en el que lo responsabilizan,  decide cambiarle la vida  a Pérez, regalándole una casa, un auto y un trabajo con la intención de dejar hasta ahí nomás el problema. Sin embargo, el tiro le sale por la culata porque  cuando otros pobres, amigos de Pérez, se enteran de su cambio de fortuna, producto de su temeraria acción, deciden imitarlo amenazando con tirarse de diferentes edificios de la ciudad. El Ministro, aterrado ante la posible plaga de pedigüeños, no encuentra nada mejor que declarar la pobreza como un delito, creyendo de este modo  acabar, de una vez por todas, con tan molesto y perturbador flagelo que tanto incomoda al exitismo pregonado por la voz oficial del gobierno. Y como la pobreza es un delito, Juan Pérez muy pronto va a parar tras las rejas. Tres años después, Pérez sale de prisión y regresa a su antigua condición social. Como parte de la ironía, el Ministro  es premiado con el Premio Nóbel de Economía, por haber inventado “felizmente” una receta para  «combatir la pobreza».

La trama es lo de menos, por las nada sutiles similitudes al esquizofrénico escenario político de los últimos años. El mensaje, como lo fue la Ley de Herodes (1999), trata de influenciar directamente a un electorado dividido en tres opciones políticas y a un gran número de ciudadanos que se abstendrían  de votar el  6 de julio del 2006. Sí La ley de Herodes fue la ridiculización de las corruptelas del Partido Revolucionario Institucional, Un Mundo maravilloso es la crítica devastadora al gobierno de Vicente Fox y al modelo económico neoliberal que presume la reducción marginal de la pobreza extrema (pero no de la pobreza “normal”).
 
El neoliberalismo es para Un mundo maravilloso lo que el priismo para La ley de Herodes, pero no es de ninguna manera el villano mayor: la izquierda pretende proclamar la victoria a través de esta película incursionando por suelos en donde ni siquiera peleó. Así, por ejemplo, para el periodista y su jefe, el mendigo y su falso suicidio son meros medios para justificar su fin. Celebran el supuesto intento de suicidio de Juan Pérez  como un punto a su favor. La Iglesia y hasta los pobres mismos son vistos por Estrada con el mismo grado de impiedad. Todos son lobos de todos, y no se ve por ningún lado la solución.

Luis Estrada precisa: «La lectura que yo hago en Un mundo maravilloso es que este país está parado en una bomba de tiempo social: por un lado, tenemos este discurso triunfalista del Presidente que nos quiere vender ‘un mundo maravilloso’, que todos los días nos dice que estamos mejor y que si seguimos por este camino ‘México será mejor que ayer’, que contrasta con la realidad que nos apabulla. Sólo basta asomarse a la calle para darte cuenta de que la polarización social es brutal, que es inexplicable que no haya tenido consecuencias como las que la película plantea. Hablar de los niveles de pobreza que hay en el país, que son monstruosos, de alguna manera nos ponen en el informe de desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas como un país cuasi africano; lo más grave de esto es la convivencia entre la opulencia de los ricos, que raya en lo obsceno, y los 60 millones de pobres que reconocen las cifras oficiales, que con lo malpensados que somos los mexicanos deben de ser muchos más”.

En Un mundo maravilloso Luis Estrada no hizo ningún trabajo de investigación o antropológico, lo que más le interesa con el arma del cine es poner en la mesa de debate el  asunto de la pobreza, un problema que a todos los mexicanos afecta, puesto que a pesar de que algunos piensen que pueden  vivir en islas de opulencia a final de cuentas tendrá una confrontación con la realidad.

En mi opinión, de los tantos diálogos descollantes que logramos apreciar en el film, destaco aquel cuando el ministro de Economía le pregunta a su sirvienta: «¿Por qué piensas que tú y tu familia son pobres?» Ella le responde: «Primero pensaba que era porque Dios así lo había querido, luego pensé que era por mala suerte, pero ahora estoy convencida de que es por los hijos de la chingada que están gobernando el país y por los que estuvieron antes que ustedes».
 
Otro de los temas que critica Estrada en el film es el papel que desempeña la religión. Estrada menciona: «No se puede hacer un crítica del modelo económico y del sistema político sin considerar el rol de la religión en México; cuando hay especimenes tan oscuros y siniestros como Enésimo Zepeda, en esta idea del reflejo social de la vida política y social que la película propone no se puede dejar de lado ninguna de las instituciones importantes (televisión y prensa incluidos). Una de las cosas más siniestras de este gobierno del mal llamado cambio es que le regresó el poder a la Iglesia, cuando se preciaba del laicismo y del respeto a las creencias».
 
La película mexicana Un mundo maravilloso se llevó el premio de Mejor Película en el X Festival Internacional de Cine Latino de Los Ángeles, que durante 10 días proyectó una ambiciosa muestra del cine desde España, Cuba y hasta la Tierra del fuego. También  acaparó seis «Diosas de Plata» en la XXXVII entrega de estos galardones que conceden la organización Periodistas Cinematográficos de México (Pecime).

Pero nada tendría sentido si la película fuera un ensayo sin gracia en la ejecución. Con referencias visuales que van del expresionismo a la estética del cómic y hasta el reverso de visiones idílicas clásicas,  Estrada exprime al máximo los recursos de la ficción. Más aún, pone en tela de juicio el papel que ha jugado en el cine  la forja  de mitos alrededor de la pobreza y los pobres, y que a la larga han contribuido a su cómoda idealización. Los ricos siempre van a ser ricos, y los pobres, pobres, es algo en lo que coinciden el economista y el harapiento en una conversación. La serpiente se muerde la cola; la imagen deviene retórica, y ésta en la condición de un país. Por eso el cine de Estrada no es paródico, sino lo inverso: una lectura cruda del cuento que a los mexicanos les ha tocado vivir.
 
Estrada, animado por la posibilidad de hacer de su obra un fenómeno político y social, fue figura preeminente en  diversos espacios informativos tratando de convencer al público de que su película era, como lo declaró a La Jornada, «una sátira del sistema político y económico que vive el país» y un «mural en el que estamos representados todos», que surgía de la lectura de que «el país está parado en una bomba de tiempo social».
 
En mi opinión, la primera mitad de la película tiene buenos momentos en los que logra caricaturas ingeniosas y eficaces del discurso y del modo de ser y reaccionar de algunos actores políticos y gubernamentales, además de una parodia de los medios de comunicación que más allá de lo periodístico informan sobre los asuntos públicos a partir de sus particulares prejuicios, intereses e interpretaciones de la realidad. Sin embargo, en la medida en que se acerca a su final, la cinta va perdiendo ritmo y lo que en los primeros momentos del film, su sátira, constituye todo un acierto como telón de fondo puesto en escena, la misma empieza a caer en lugares comunes o son relevados por secuencias más bien melodramáticas, hasta llegar al desenlace de las aventuras de Juan Pérez, el personaje de Alcázar, que resultan ser francamente sórdidas. Con todo, una película recomendable que no sólo nos estimulará a pensar, sino también que nos logrará entretener en una curiosa amalgama de juego de sentimientos y emociones que experimentaremos a través del desarrollo del film
Ácida. Corrosiva. Difícil. Quizás esas tres palabras definen en síntesis esta nueva cinta de Luís Estrada, el mexicano que se atrevió a criticar vía cinematográfica al entonces todo poderos PRI (Partido Revolucionario Institucional) con “La ley de Herodes”, su primera película. Así quien gustó de la película “La ley de Herodes” también gustará de ésta, porque la secuencia temática entre ellas aparece irreversible, al plantear  problemas políticos y sociales contingentes contemporáneos que se encuentran muy presentes en la vida cotidiana de los mexicanos, y también por cierto, por extensión, en las realidades de cada uno de los países latinoamericanos.

Finalmente,  nobleza obliga, tengo nuevamente que agradecer  a la periodista Viviana Bravo (la china), quien desde México me trajo de regalo esta película, la que junto a otras, ha venido a incrementar mi di videoteca privada, en la cual he logrado acumular preciados tesoros.

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