Fuente: Revista electrónica “Espiral”, N° 23
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Este ensayo reflexiona sobre la visión poética del mundo conjugándose con la del filósofo. El objetivo es crear un panorama en el que se puedan destacar algunas relevancias nocionales dentro de su pensamiento, tales como el eterno retorno, la voluntad de poder, el superhombre, el artista, Zaratustra y diversas concepciones poéticas que servirán de parámetro a fin de saber què es el poeta.
El apoyo metodológico se inspira en la estrategia del concepto, según lo entiende Russ (2002), en lo cual, sugiere se reúnan las formas o situaciones en el que ha aparecido, con el fin de poder caracterizar, ver las múltiples nociones, entresacar el problema fundamental, luego entonces, dar solución-claro que no se trata de una solución rigurosa o final.
El origen de la tragedia
La consideración que el autor tenía sobre el poeta, conjuntamente, al deseo de éste, se encuentra manifiesto en el ensayo de autocrítica de 1886, donde escribe para El origen de la tragedia lo siguiente: “Qué lástima que no me haya atrevido a expresar como un poeta lo que entonces tenía que decir.” (Nietzsche, 2001:6). En tal contexto, el autor declara arrepentirse de su influencia hacia Wagner, Schopenhauer, la retórica académica con la que presentaba, en aquel entonces dicho texto en el que se define como metafísico.
Ésta se establece en la tesis del artista. La creación artística sustituye a la divina. Se entiende por metafísica la noción tradicional del estudio del ser general, que lo sitúa más allá de lo físico. Se revela ese peculiar indicio al sostener una voluntad ciega e irracional que recrea el mundo, donde el poeta resulta ser guía de esa seducción. La metafísica es estética. El artista es el ente por el que nacen todas las cosas.
¿Dónde se encuentra propiamente esa consideración metafísica? En la embriaguez, el éxtasis dionisiaco. Significa dentro del mito, olvido de sí. Esto consiste en la desaparición de lo racional –individual, comprenderse parte del mundo, el desborde, el desenfreno de lo vivo. Es necesario estar en posición directa con la voluntad ciega que lo engendra. Por ejemplo, obsérvese la dualidad Apolo-Dionysos, que consiste en la confrontación estética de lo racional-irracional, la vida-el sueño, de la música arquitectónico y el sonido estremecedor. Son oposiciones necesarias dentro del drama musical griego en funcionalidad trágica del mito. Hay otra díada aparecida en el texto, que al contrario de beneficiar al teatro, lo perjudica: Dionysos-Sócrates. El giro versa ahora sobre la confrontación de lo estético dionisiaco contra lo racional moral, representado por Eurípides y Sócrates, los cuales llevan a la decadencia del teatro. Debe verse en Sócrates el filósofo nacido por la decadencia, ya que en él inicia la historia del error.
Sin embargo, para suerte de sus lectores Nietzsche separo de sí, el hábito de pensar el genio artista como hacedor metafísico. Después sufre el éxtasis del eterno retorno con lo cual logra escribir Así habló Zaratustra, del que nos parece inpresindible reflexionar.
Zaratustra
En la interpretación de Vattimo Zaratustra mantiene un alcance resolutivo, en tanto que posee un carácter de dominio, frente a la tradición que se define por racional, ascética, científica e histórica y que se engloba por la idea de lo decante. Es una figura que intenta revertir lo decadente de la cultura occidental. Le antecede “la creatividad artística”-manifiesta en Más allá del bien y del mal, implícita por el genio artista del que habla el autor-también, los llamados espíritus libres, que se encuentra en Humano, demasiado humano. Entonces, tanto para Vattimo como en nuestra interpretación tenemos que los artistas, espíritus libres y Zaratustra son figuras en las cuales Nietzsche piensa vencer, romper, sobrepasar el encanto decadente. (Vattimo, 2002)
Por otro lado, la interpretación realizada por Heidegger en La metafísica de Nietzsche, Zaratustra es el mensajero que anuncia el superhombre. Se encarga de llevar acabo el campo para el acabamiento metafísico, lo que significa, un perfeccionamiento del ser del ente. Consiste en divulgar al venir del ser, ya que éste es voluntad de poder y dominio, por lo menos es lo expresa en la siguiente cita: “…lo que se trata en la pregunta por la voluntad de poder es la pregunta por el ser del ente.”(Heidegger, 2008) El poder es la fundamentación original del ser, además, sirve para determinar todo ente, sea, en su afecto, pasión y sentido, ya que subyace en ellos la esencia del ser: el poder.
¿Qué es Zaratustra? A diferencia de Heidegger, aquí no se trata de una sustancia, de un sujeto en esencia, sin embargo, puede decirse que posee cualidades que lo definen, cada una desde una apreciación distinta. Desde otra apreciación, se está de acuerdo con Vattimo, sin embargo, su carácter resolutivo, se encuentra aquí, en la figura poética. Por ejemplo Nietzsche menciona en El ensayo de autocrítica algunas de esas cualidades: “Zaratustra el adivino, Zaratustra el reidor…Zaratustra el danzante, Zaratustra el ligero.” (Nietzsche, 2001:12). Después, en Así hablo Zaratustra manifestaría lo siguiente: “…Zaratustra también es un poeta.” (Nietzsche, 2004:112). En palabras de Nietzsche es…”la victoria del moralista sobre sí mismo, para llegar hasta su contrario, hasta mí” (Nietzsche, 1999 148). Significa, la fuerza de la moral, la metafísica y causa moral. Este sabio iraní reivindico un pueblo creando la moral, por tanto: “…debía ser él el primero en reconocer su error.” (Nietzsche, 1999: 148). De esa manera su aparición tiene el efecto de un darse cuenta del error de su creación moral, porque su doctrina implica, en la perspectiva de Nietzsche, la reivindicación estética del mundo. El poeta es Zaratustra, luego, cuando se hable del poeta se entenderá, igualmente aquél. Por tanto, su noción en relación con la del filósofo es lo que hay que reflexionar en su alcance de resolución de lo decadente.
Características del poeta en relación con el filósofo
Los poetas no saben contenerse, se desbordan, en lo que podría sospecharse una influencia dionisiaca como primer carácter. Dice una cita: “Los poetas no tienen el pudor de sus aventuras; las explotan.” (Nietzsche, 2001: 92). Le es indispensable explotar, ya que es propiamente el terreno que le compete para fecundidad de sus aventuras. No le antecede una moral, no hay críticas estéticas por parte de su obra sino que podría decirse, inaugura la nueva obra de arte.
En cambio, el filósofo en Nietzsche se le puede llamar de tres maneras distintas, según, aparece en Más allá del bien y del mal: lo menciona como el filósofo, después, el filósofo del porvenir y el verdadero filósofo. Cada uno es distinto. En el caso del primero, tiene como características los prejuicios que lo inundan, es decir, su amor por la verdad única, ser dialécticos, llevar dentro de sí intenciones morales, poseer un espíritu científico siempre objetivo, creer que existe una naturaleza, creer en la voluntad, al mismo tiempo, de establecer un mundo dual, antinómico digno de metafísicos. En el segundo caso, todavía no llega, es decir, no puede ser un plan de educación sino que se anuncia a través de signos, reflejando su llegada necesaria. El filósofo del porvenir es innombrable, ya que todavía se esta creado como en el caso del niño que se encuentra en el vientre de la madre. En tanto que el tercer caso, va más allá del bien y del mal, es decir, integra el juicio falso y verdadero, bueno y malo, cuerpo y alma, en fin, todo cuanto sea metafísico. Para el verdadero filósofo el alma es una proporción del cuerpo, el espíritu del instinto, el bien de lo malo.
En contraste, el poeta-Zaratustra inventa su cielo, su tierra, sus dioses, le entrega al hombre las fábulas de sus sueños, es decir, posee un carácter creador. Ante la invención poética del mundo, la figura del filósofo, observa en la vida el eterno retorno, la voluntad de poder y el nacimiento del superhombre, una voluntad fuerte y una débil. Ésta última, tiene el poder del número, carga con las cosas más pesadas, ya sea, la igualdad de los hombres, la sabiduría cristiana, la verdad, la gramática o en general, la metafísica.
La voluntad débil a establecido un mundo donde poder vivir, fundado en un más allá, de un ser del más allá, tal apreciación se hace notar en el Anticristo, se muestra la consideración de la tradición occidental sobre su metafísica, diciendo lo que sigue: “El cristianismo no esta al contacto con la realidad, tampoco la moralidad. Son causas imaginarias… efectos imaginarios…relación imaginaria… una ciencia natural que solo existe en algunas imaginaciones…una psicología imaginaria…una teología imaginaria.”(Nietzsche, 1999 177). Las causas son dios, el alma, el espíritu, yo, la razón; los efectos son el pecado y el perdón; las relaciones se establecen desde dios, el alma; la ciencia es antropocéntrica; la psicología moral y religiosa; la teología es el reino de dios. En este sentido, toda metafísica guarda aversión a la realidad, al sufrimiento. Tiene un fundamento ilusorio porque es idealista respecto de su realidad. Según lo entiende Granier, la metafísica se define por poseer un dualismo moral, por ofrecer una calumnia a los sentidos y lo sensible, además, de contar la fabula del ser de inclinación idealista y moralizar a dios (Granier, 2001). Necesario es ubicar la definición metafísica a propiedad occidental, ya que su inicio lo supone de sí. Su fundamento se aclara si estudiamos el caso de su desenvolvimiento histórico como lo es si partimos del llamado realismo metafísico, representado por Platón, San agustín, posteriormente, entrando la edad media por San Anselmo, que postula a la idea en independencia del mundo físico, superior e incognoscible. También, debe considerarse los supuestos progresos que se han tenido sobre esa idea, que se da con el realismo moderado, representado por Aristóteles, después, en la edad Media por Santo Tomas de Aquino. ¿Qué dicen Descartes, Leibniz, Kant y Hegel? En fin, el caso es que todas las evoluciones han sido progresos metafísicos, que marcan la línea ilusoria de la progreso y perfeccionamiento de lo que se cree saber es el ser.
El proyecto de esa transformación no se trata de acabar de una vez y por todas con el encanto metafísico decadente sino construir, crear, después de aquello. Por tanto, las figuras primordiales para esta labor, en apoyo con Vattimo, son el genio artista, el espíritu libre y el poeta-Zaratustra, ya que son esta las voluntades fuertes. Respecto a la primera figura indica el autor en El viajero y su sombra: “Poseemos la conciencia de una época laboriosa, está no nos permite reservar al arte las mejores horas.” (Nietzsche, 1981: 91) El arte, el genio artista generalmente fracasa por la idea de la mercantilización del trabajo. La obra es un lugar de entretenimiento, de ocio o pasatiempo. ¿Qué pasa cuando el arte sobrepasa la mercantilización del trabajo? -tal pregunta no puede responderse desde aquí. En el segundo caso, el espíritu libre se sitúa como personalidad fuera de lo común, excepcional ante las reglas, no participa de lo gregario. Posee la conciencia de que está en un error, del cual explica, es necesaria. En el caso de Zaratustra, se da cuenta de que su error debe ser corregido y reivindicar el saber poético. La voluntad fuerte afirma la vida, tiene el poder de su soledad, no carga sino que libera su fuerza, destruyendo todo lo anterior, creando nuevas perspectivas. Pero al contrario de la fuerza poética el filósofo no logra vencer a lo decadente metafísico si no que en su afán de sobrepasar tal estadio, le es necesario desarrollar otro, creyendo que por ese medio lo supera. Las dos figuras fugan su realidad metafísica, cunado afirman el retorno, la voluntad de poder y el superhombre. En ese sentido nace esta pregunta ¿Qué significan esos conceptos de los cuales, aquéllos participan?
El eterno retorno
Aparece por primera vez en Gaya ciencia, después, Crepúsculo de los ídolo y en Así hablo Zaratustra. Nace en su “…esfuerzo por sustituir la visión historicista por otra…”(Vattimo, 2002: 72). Esta visión supone que hay un tiempo en discurrir de momentos o línea en la cual nacemos desde un determinado punto. Se confronta a la idea hegeliana del devenir, donde lo absoluto-progresivo asciende por medio de la historia. Se dirige, todavía, de forma necesaria hacia la autoconciencia y el progreso de la ciencia y la sociedad. Hay oposición en la concepción milenarista o mesiánica, donde cada mil años debe aparecer un redentor. También, se confronta pero en menor grado al devenir de Heráclito. Éste último es de quien Nietzsche probablemente aprendió el retorno de las cosas, sin embargo, muestra superaciones respecto de él. Según, éste, en él permanece la idea fija del fuego, donde se origina todo, por tanto, la realidad móvil, el eterno fluir, lo es por engaños de nuestros sentidos. Heráclito supone un núcleo original: el fuego.
El eterno retorno nietzscheano contiene un vitalismo e irracionalismo. En lo primero, es lo que se contiene lleno de fuerza, luego, en la medida de su fuerza se le nombrará bueno o malo, apto o inepto para la vida. Se muestra la guerra necesaria entre los noble e innobles, lo fuerte y lo débil, lo bueno contra lo malo. Se trata de establecer una visión dualista, por ejemplo en éste autor, se encuentra algunas de ellas: Apolo-Dionysos, Dionisos-Sócrates, Dionysos-Crucificado, Edipo-Esfinge, Roma-Judea. Sin embargo, el irracionalismo del retorno consiste en no tener conciencia histórica. No hay substancias, esencias, seres universales; hay una plataforma movible…”nada esta garantizado de antemano, entonces, Nietzsche es irracionalista.”(Vattimo, 2002: 73). ¿Que es propiamente el eterno retorno? Poseer la presencia del tiempo, es decir, afirmar ese tiempo: “…las cosas tal y como han sido, tal y como son, y para toda la eternidad…” (Nietzsche, 2001: 64). El pasado, el futuro y el presente son contenidos en la afirmación, por lo tanto, es necesario, lanzarse a decidir a pesar desde cualquier condición, sea favorable o no, feliz o terrible. En el sí, surge la vuelta, el giro del tiempo: un retorno visto desde su condición necesaria. Para Vattimo aparece la misma apreciación, diciendo esto otro: “… el tiempo se constituye sólo en el instante de la decisión…” (Vattimo, 2002: 73). El tiempo es la decisión, espera el acontecimiento que sugieren dentro de cada quien la afirmación. No se trata de un concepto sino de la vida, ya que es la vida misma la que establece esas decisiones, las transforma en necesidad, vuelve siempre de manera múltiple: “La vida misma nos obliga a determinar valores, la vida misma evoluciona por mediación nuestra, cuando determinamos esos valores.” (Nietzsche, 2005: 43). Luego, lo que retorna, retorna siempre a manera de valor sugeridos por la vida-sólo falta que te des cuenta de ello. A la realidad no se le plantean dudas, problemas o juicios de valor; ella misma es apariencia y es conciencia de su apariencia.
El eterno retorno para Vattimo se incluye la presencia del ser. El aceptar o afirmar el devenir es decir sí, de igual manera, al ser. Entonces, ser es devenir. Debe evitarse esa inclusión, de lo contrario se estaría interpretando metafísicamente. Según, esto la historia es: …” el sentido de la palabra griega Phycis, que quiere decir fuerza originaria, permanente brotar, manantial, actual de novedad, origen, nacimiento.” (Vattimo, 2002:81). Sin embargo, una historia de esa manera considerada por Nietzsche crearía una especie de memoria, que significa sujetar, aprehender lo pasado, presente y futuro creando estadios metafísicos, ya que toda memoria es recuerdo de algo, por tanto, se esta sujeto a ese algo. Vattimo sujetó su interpretación cuando atribuye una finalidad al retorno, que se expresa en la siguiente cita: “ todo esta contenido en la idea nietzscheana del eterno retorno de lo mismo, y el hombre que quiere preparar con su filosofía, el superhombre, es el que es capaz de vivir en este mundo, en el ser entendido y comprendido así…” (Vattimo, 2002: 81). ¿Cómo Vattimo, el fin de la filosofía nietzscheana es crear un tipo de hombre capaz de entenderse en un desenvolvimiento de los acontecimientos históricos, en donde se observa a sí mismo como causa final de ese poder? Sólo se esta de acuerdo con Vattimo cuando habla de physis pero debe ponerse en duda de que indique un sentido histórico, necesario para la creación del superhombre, ya que podría ser en el mejor de los casos la única afirmación que queda de un espíritu dionisiaco, una ventana para rescatar el error.
Nietzsche no es metafísico por que no cumple con las ideas de partir la realidad en dos, dualismo moral-religioso, tiempo dialéctico-progresivo, confiar en la historia como ciencia. Por el contrario lo instintivo o real, lo múltiple, lo interior, en general, el cambio de las cosas son eternas, fugases sentidos que se afirman tan pronto que desaparecen. No debe pensarse que la filosofía nietzscheana prefiere el instinto que la razón, lo real por lo ideal, lo múltiple por lo uno, lo interior por lo exterior sino que es necesario pensar en la razón como parte del instinto, lo ideal parte de lo real, la unidad parte de lo múltiple, lo exterior parte de lo interior. De tal manera, que son los sentidos, los instintos quienes aprenden del eterno retorno, lo llevan al interior: “Estos no mienten cuando nos muestran el venir a ser de las cosas” (Nietzsche, 2005: 28). Debe recordarse que la primera transvalorizacion- platónica y cristiana- trata de establecer un mundo emanado no del alma al cuerpo sino del cuerpo al alma, entonces, resulta claro que son los instintos y no el alma los que primero afirman las cosas ante su devenir, sólo después, el alma logra captar sus significados. De otra manera, el retorno adquiere sus nuevos sentidos gracias al cuerpo fuerte del hombre, en casa de lo interior, donde hacen su morada los genios, los hombres libres, quizás los poetas. El mundo debe resultar para ellos un espectáculo, en el que son sus representantes. Sin embargo, no es a ellos a quien quiere el retorno sino a sus cuerpos. Esto permite la transfiguración del mundo, la purificación, la cría, además, de que es lo único que interviene en el retorno desde su conciencia de apariencia.
Con relación a lo eso ultimo, Nietzsche considera que es lograda por muy pocos, es decir, los únicos capaces son los fuertes, los genios, los artistas, ya que toda apariencia, y sobre todo las bellas apariencias-como lo ideal metafísico-cuando se pierde o se aleja muriendo surge de sí un dolor, tan insoportable, que podría provocar por necesidad la muerte de quien no fuera genio o artista, entonces, la manera en que el genio participa de eso que se va, que es lo doloroso es creando su gran obra, que consiste en la creación de nuevos signos, símbolos para la vida fuerte: …el artista trágico no es un pesimista, dice sí a todo lo problemático y terrible, es dionisiaco.” (Nietzsche, 2005: 33) El genio artista es aquel que hace de su vida un sí, que vierte los valores más difíciles y los transforma a fin suyo. La apariencia para el genio no es un engaño como para el metafísico sino la realidad reiterada en la sugestión de los sentidos que llegan del retorno, aún sean estos terribles y constantemente se encuentren incrementados una, tras otra vez de manera dirigida, ya que adquiere sentido sólo en el artista…aunque estos a veces no puedan siquiera nombrarla-el retorno aquí educa a manera de letargos. Es decir, que sobre la noche más obscura es necesario sospechar la más bella aurora.
En general, el eterno retorno es una visión del mundo fluyendo, que habla de las apariencias. Ellas son la única verdad, donde las dos figuras participan de éstas, en la medida que aprende la virtud generosa: el brindarse. Esa virtud es la meta, según, subraya Nietzsche al hablar de la ansiedad de toda alma, que marca en está forma dentro del texto Así habló Zaratustra: “Vuestra alma anhela insaciablemente…”porque es insaciable vuestra voluntad de dar.” (Nietzsche, 2004: 66). La labor del poeta y el filósofo aparte de instaurar y crear valores nuevos, también, establecen en nosotros la necesidad de acercarse a las cosas. En ellos las cosas vuelven a surgir de su fuente, para que se afirme dentro de sí toda apariencia. Ya que las figuras transmutan los valores, los ideales fijos, que se han manifestado por medio de la razón tirana. Ésta obliga a descubrir la unidad, la identidad, la voluntad, la causa y las substancias del entendimiento, con el que se cubre el temor a la vida. No se oponen a la vida sino que dejan ser el fluir, sean bellas o terrible apariencias. Crean conceptos que reivindiquen el cambio, el movimiento, por que han comprendido que su destino es ser pasajeros, de igual manera, el retorno, en tanto que virtud dadivosa, reivindica al cuerpo, a la tierra, a la realidad sensible calumniada por la metafísica, también, la finalidad-que no se debe entenderse igual a causa sino como culminación- el hombre en su constitución desbordante, viva, entendiendo por él el que mide.( obsérvese en el segundo tratado de Genealogía de la moral lo que se entiende por hombre) ¿Physis tiene finalidad? ¿No es acaso su desbordarse, el derroche su virtud? ¿Qué caso tiene tender hacia algo cuando ya se tiene todo? Dejemos esto que se encuentra a punto de entrar en una problemática distinta al de la metafísica que aquí se propone.
La voluntad de poder
Fácilmente se puede interpretar a Nietzsche en consideración metafísica si se entiende el poeta, el filósofo o cualquier otra figura, desde el mismo punto de apreciación del estudio del ser. ¿Qué logro tendría si de esa forma fuera? Zaratustra no sería el poeta sino un ente. A través de él se crearía el gran acontecimiento del superhombre, el mayor, poderoso, la voluntad fuerte de entes. Sería un sujeto ante el cual, recae toda su acción, su dominio, expansión y su descanso. El eterno retorno sería un retorno de lo mismo, más no de lo múltiple, del sentido, es decir, que no contendría el ingrediente transformador-el alma es emanación del cuerpo-sino el cuerpo en degradación con el alma. Se retornará de manera idéntica en relación con lo uno. Su estudio consistiría en inventar una nueva metafísica trascendental que supera todas las demás. ¿Qué seria la voluntad de poder? Para esto es necesario responder a la interpretación heideggeriana, tomada de su texto La metafísica de Nietzsche, donde aparecen las dimensiones de la esencia unitaria de la metafísica: la entidad, la totalidad del ente, el tipo esencial de verdad, la historia de la verdad, la humanidad transferida a la verdad. Cada uno de estos componentes, Heidegger los encuentra en Nietzsche, de la siguiente manera: la entidad=voluntad de poder, la totalidad del ente=eterno retorno, el tipo esencial de la verdad=justicia de los hombres fuertes, la historia de la verdad=nihilismo, por último, la humanidad transferida a la verdad=superhombre. (Heideggger, 2008). La voluntad de poder es la expresión del ente, la esencia de éste. La verdad es aquello que posee voluntad de poder, dominio-que en Heidegger sería la lucha o juego que establece el ser con los entes-entonces, donde hay poder, luego, existe, hay vida. La esencia del ente radica en la capacidad de pontecializarse, de obtener cada vez más poder.
Al contrario de Heidegger la voluntad de poder radica en la afirmación de las apariencias que retornan. La figura poética y filosófica participa de la voluntad de poder, al decir sí queriendo su propia voluntad como voluntad del retorno. Vuelve en ellos la conciencia de las apariencias. Pero no debe suponerse la existencia de una voluntad de poder, ya que varían según las figuras que aparezcan descritos por el autor. En tal sentido pueden resaltarse, mínimo, la existencia de varias voluntades, que se deja ver, si notamos, que en Las tres metamorfosis, hay tres voluntades distintas, ésta tiene como primer paso saber: “Cómo el espíritu se transforma en camello, el camello en león, y el león finalmente en niño.” (Nietzsche, 2004: 23). Al camello le corresponde la voluntad del que carga. El león tiene la voluntad o virtud destructora, y al niño le pertenece la voluntad creadora. El camello obedece, domina obedeciendo; el león destruye, domina destruyendo; el niño crea, domina creando. La voluntad del que carga es una voluntad sufriente e impotente de sí mismo, sin embargo, en ello radica su poder. El poder del que destruye sirve de puente, como signo del advenimiento del superhombre: crea el campo para el niño. El poder del niño es la fuerza para inventarse el mundo. La inocencia transmuta valores con lo que se afirma en el devenir.
De igual manera, a las figuras que competen a la reflexión les corresponden el carácter de inocentes, son niños, ya que hacen del mundo de las apariencias su verdad. “El mundo aparente es la realidad manifiesta una vez más”. El poeta aprende de las apariencias lo espontáneo, lo instintivo, mientras el verdadero filósofo aprende las perspectivas, la distancia, que implica la multitud de formas, pero no debe pensarse que el poeta carezca de perspectivas o que el filósofo no posea inocencia ante el devenir sino que los dos sirven para exaltar o sugerir la verdad del retorno.
El superhombre
En el sentido metafísico heideggeriano significa estar por sobre el hombre habido hasta el momento. Voluntad autolegislante de sí en pleno ejercicio del poder. Se subordina ante la razón en el sentido de su representación, que tiene como fin conservarse y crecer. Es el que ejerce el poder. Sin embargo, en Vattimo se haya otra interpretación metafísica en la noción de superhombre, que puede ser discutible. Éste posee con el mundo una relación en la decisión o afirmación que no significa el puro reconocerse sino que implica una “…autentica recreación del mundo mismo”… que se diferencia del mundo causal y de hecho por una…”creación poética”… necesaria. (Vattimo, 2002). La problemática en Vattimo es por lo metafísico, ya que el poeta es un ser, en el sentido a como Nietzsche lo entendía en El origen de la tragedia, es decir, sustitución de lo divino por el sujeto poeta. De esa forma la creación es el efecto del poeta. Por otro lado, la duda estriba en que Vattimo subraya la recreación del mundo como no causal sino necesaria, sin embargo, queda ambiguo, por que no se define de tajo.
Con respecto a este ensayo, el superhombre es el sentido de la tierra, es el rayo que cae, delirio, cuerpo, pues es necesario que se entienda con el sentido de la tierra. Dicho sentido, según Nietzsche explayado en Así hablo Zartustra es “…vientre del ser…” (Nietzsche, 2004: 28). Habla al hombre llevándolo más allá de sí. Superhombre es quien comprende el sentido de la tierra, que honra al cuerpo y a la tierra por su cualidad de dar. Éste es el ser, vacío, nada, caos contradictorio pleno de posibilidades. El superhombre es aquél que dice sí a tal ser, ya que para Nietzsche el ser mismo es un autoengaño, una fábula, de cual dice lo siguiente: “El propio creador se creó, la lástima y el menosprecio, la alegría y la pena. El cuerpo creador se creó el espíritu como emanación de su voluntad”. (Nietzsche, 2004: 31). El cuerpo es lo instintivo por excelencia, donde nacen los instintos fuertes o débiles. En tal sentido, los débiles han creado al espíritu y lo han vuelto contra el cuerpo y la tierra. En cambio, los fuertes afirman la vida a través de participar en el retorno, en la voluntad de poder y poseer la concia de superhombre.
Luego entonces, podemos decir que las figuras nietzscheanas, mantienen semejanza al compartir la exaltación, la conciencia de superhombre enseñado por el venir hacer de las cosas. Afirman a la vida cuando logran verter lo doloroso en algo favorable. Éstos han aparecido en todas las épocas, a lo que Nietzsche revela el sentimiento con lo que han de nacer: “Tenemos que ir más lejos dentro de estos dominios hasta que os sintáis desorientados, hombres de hoy.”(Nietzsche, 2001: 135) Nietzsche observa en el tiempo la necesidad del surgimiento de esos hombres, que tienen característica el ser desorientado, la de ser hombres póstumos, es decir, contrario a su época. La exaltación, explosión, error de sus vivencias influye en su nacer. La consecuencia necesaria, es decir, su tarea consiste en provocar ese caos dentro del oyente, ya que se afirma desde esa visión. También, les es indispensable ese caos aparente en el devenir. Esa necesidad radica en sus poderes: un poder creador y otro destructor pero en realidad son uno mismo.
A manera de resumen, tal parece que los elementos que hemos nombrado, no han podido definir al poeta y al verdadero filósofo en su esencia. Por tanto, preguntamos ¿Qué es lo que se ha dicho en el ensayo hasta entonces con relación al poeta, el filósofo y su implicación trágica? Hasta el momento, tan sólo se ha caracterizado las figuras. Por ejemplo, el poeta es una de las cualidades de Zaratustra, le es necesario explotar sus aventuras, con el fin de que sea con su vida que justifique su obra. Está a la escucha, ya que las mismas apariencias parecen sugerir destino. Ha creado entre cuentos dioses, tierra, cielo. Rompe con su lenguaje los encantos metafísicos, nacida de la gramática, con lo cual enseña el caos=contradicción, la afirmación del mundo aparente. Participa de la vida trágica del mundo, del eterno retorno, la voluntad de poder y el superhombre. Goza la virtud dadivosa por excelencia. Luego, la caracterización que se ha hecho sobre el filósofo se realiza primero considerando la diferencia con el filósofo del porvenir y el filósofo común que ama la verdad. El verdadero filósofo integra la visión de los contrarios como producto de una invención de sí mismo. Separa la voluntad de poder fuerte de la débil. Fija su mirada en los instintos, los cuales le ayudan a crear nuevos horizontes. Es antimetafísico. Transforma todo lo peligroso en bondad, en dar. Sentencia, afirma, evalúa la visión trágica de la existencia, también, participa del retorno, de la voluntad de poder y del nacimiento del superhombre. Es la virtud dadivosa por excelencia. Sin embargo, la diferencia es que el primero ha creado al segundo. Es decir, el filosofo es una mascara del poeta. De esta manera, queda anunciada la tesis respecto del poeta y el filósofo en la visión trágica de Nietgzsche. En lo siguiente se le intenta dar su fundamento dentro de la obra del autor.
Hesíodo, Platón y Nietzsche.
La tesis de Nietzsche sobre el poeta, aparece en Zaratustra de la manera siguiente: “Y si experimentan dulces emociones suponen los poetas que la misma naturaleza esta enamorado de ellos…Y sobre todo, en el cielo: porque todos los dioses son artificios del poeta.” (Nietzsche, 2004: 113). El poeta muchas de las veces no sabe que lo es. No sabe que puede crear, que es la voluntad fuerte, por tanto, instaura inconciente una naturaleza divina, que le designe esa voluntad fuerte, no obstante, la mayoría de las veces pasa desapercibido, que ha sido su voluntad la que ha inventado a la naturaleza misma. Aquí la divinidad de la naturaleza es una mascara del poeta, un juego de su ser que construye con el lenguaje.
Luego entonces, si se interroga por la esencia, quizás podemos decir que es la capacidad de inventar, de crear mascaras. Pero impiden la esencia del poeta, ya que no permiten un acercamiento, un posible núcleo sino constantes de renovación, centros de fuga hacia sí mismas, por tanto, sólo nos queda evitar esa cuestión, de lo contrario, nos quedan las mentiras, las fabulas de éste o invenciones metafísicas.
Nietzsche mismo es un ejemplo del poeta. Es bien sabido que Nietzsche se asignaba nombres a lo largo de sus textos. Se hacia llamar aprendiz de Dionyso, medico, psicólogo, teólogo, filósofo, filólogo, artista, aristócrata, sabio, poeta etc. Utilizaba las mascaras como el poeta trágico los personajes, pero manipula al mundo aparente como aquél el teatro.
De esta manera, la esencia del poeta como mascara no es suficiente. Pienso, sin embargo, que nada lo es, ya que el arte de la mascara se trata de pasar desapercibido, en esconderse, en no ser mas que un participe o pasajero. Pero existen otras nociones del poeta consideradas a la descrita por el autor. Es necesario reflexionarlas para posibilitar la fuente de éste.
Los griegos atribuían al poeta el ser revelador de enigmas, que descifra el mundo. Ahí, el revelar y el descifrar lo era por la escucha poética. Por ejemplo, obsérvese en Hesíodo la siguiente consideración, acerca de la labor del poeta como el que escucha, designado por la musa en La Teogonía: “Pastores que pasáis la vida al aire libre, raza vil, que no son mas que vientres: nosotras sabemos decir, hermosas verosímiles ficciones; pero también cuando se nos place sabemos ensalzar la verdad” (Hesíodo, 1990: 3). Es vientre, fecundo, ser, vacío y caos. El poeta es dentro de sí el caos preñado de posibilidades, múltiples perspectivas. Está a la escucha de las musas. Éstas le revelaron su destino de poeta, agregando que, el vientre del poeta es fecundado por la divinidad. El poeta contempla signos a interpretar. De igual manera, el poeta habla la verdad cuando ha sido poseído, fecundado, por algo que excede sus fuerzas, sus experiencias o aventuras, luego, sólo a si habla el poeta sobre la verdad. En Hesíodo el poeta es el intérprete que está a la escucha. Podemos suponer, que Nietzsche tomo de Hesíodo la noción del poeta como aquel que escucha, también, la capacidad de éste de ser vientre, es decir, una nada, no ser, lleno de posibilidades y de cambios. Aunque, la diferencia sería, que para Nietzsche la realidad aparente, contradictoria son las musas, mientras que para Hesíodo, sólo existe el olimpo, las cosas que llegan desde afuera (en sentido extramental). Para Nietzsche todo nace de adentro hacia fuera y va hacia la realidad siempre reiterada.
Otro griego, que establece la misma visión que Hesíodo es Platón, el cual comenta en Ion o de la poesía la labor del poeta, donde, dice: “…me parece que los poetas, por un favor divino, son como para con nosotros los interpretes de los dioses.” (Nietzsche, 2007: 136). Él quien pose la palabra, la verdad y ser. Su labor es instaurar la verdad, reivindicar la poesía, además, de transmutar los nombres enviados por los dioses. De esta manera, en Hesíodo, Platón y Nietzsche puede verse que el poeta es el oído, el que escucha… quizá podría decirse que transforma todo en música absolviendo el pensamiento. Aunque, la diferencia de Nietzsche con Platón es la siguiente. El segundo considera al poeta como intermediario de los dioses, su mensajero. La verdad le es revelada por reminiscencia. En cambio, para Nietzsche se trata del éxtasis poético, de llevar hacia adentro todo lo real, movible con el fin de instaurar perspectivas distintas. Se renueva, sufre cambios en su interior, se representa su mundo e inventa su ficción. Para Platón nada puede nacer del cuerpo. ¿Qué son esas perspectivas de las que habla Nietzsche?
Las perspectivas son las mascaras en su necesidad. Por ejemplo, la que enseña el autor cuando expresa: “El espíritu encuentra un goce en la multiplicidad de sus mascaras…” (Nietzsche, 2001: 156). Pero en otra cita agrega la siguiente: “…cada opinión es un escondite; cada palabra puede ser una mascara.” (Nietzsche, 2001: 227) En las dos citas el autor señala la necesidad de mascaras; en la primera, es el goce de utilizarlas; el la segunda, expresa la utilidad de esconderse. Pero ¿En qué consiste el goce y el esconderse? En la visión trágica. El terror lleva a desear en quien lo padece el sentimiento de goce. Ante el terror la voluntad fuerte, la voluntad dadivosa del poeta logra revertir el sufrimiento. Transforma todo en un escenario donde el dolor participa de la vida. Para Nietzsche eso sucede porque el orgullo del que sufre: “…le obliga a adoptar toda clase de de disfraces para protegerse del contacto con manos indiscretas y compasivas, y en general, de todo lo que no le iguala en sufrimiento.” (Nietzsche, 2001: 218). Se trata de una necesidad de lucha ante lo compasivo, es decir, guerra ante lo que únicamente desea ese bien. La compasión disminuye y crea voluntades enfermas que niegan la vida. Por ejemplo, en la historia del pensamiento occidental, cuentan el mito del yo y del ser como el saber más profundo. Se puede observar, que algunos de los casos se originaron en los padres de la filosofía, en los más destacados de todos los tiempos. En el caso Descartes, la idea del ser es innata, principio evidente e indubitable, habita en el yo pienso, del cual se debe partir para señalar la realidad. Después, la evolución posterior se da con Leibniz que lleva al extremo el pensar metafísico racional, ya que para él la idea es una monada, átomo formal, un punto dinámico, no material. Aquí, el yo es único, actuante dentro del cosmos, donde lo material queda reducido a una extensión de la monada primera, según esto, por que ella lo engendra en esencia degradante y por extensión formal. Cuando llega Kant, la idea se reduce a un principio inventivo, un afán que tiende a miras de lo absoluto. Mantiene uso regulador e inspirador, donde la causa determinante de nuestro mundo radica en la conciencia. La última transformación o superación dentro de la metafísica la otorga el pensar hegeliano, donde la idea ya no busca lo exterior, lo innato, ni la forma sólo regulativa, tal como la entendía Kant sino que se permite crear dialécticamente el mundo. Según, Larroyo en La fenomenología del espíritu: “Lo absoluto se manifiesta en infinitas formas (potencias). Los fenómenos empíricos son imágenes de estas formas. Lo absoluto mismo es algo indiferenciado.” (Larroyo, 2004: 27). Lo fenomenológico del ser, la idea se desarrolla en el tiempo en distintos grados como su propia conciencia, siempre de menor a mayor.
Por otro lado, Nietzsche realizó la superación de la metafísica. Fue el primero en situarlo como problema del lenguaje, nótese en él en Crepúsculo de los ídolos: “El yo ha llegado a ser una leyenda, una ficción, un juego de palabras, eso ha dejado ya de pensar, sentir, querer.” (Nietzsche, 2005: 49). Significa que ser es gramática. Es por medio de ésta que se llega a establecer en toda la estructura occidental, la suposición que todo enunciado supone un sujeto, un objeto, ya que alguno de ellos guarda la manera de conocer, inmediatamente, su efecto en los espectadores que permanecen inevitablemente sumergidos en dicha representación, consiste en volverlo prioritario, indispensable, ley, deber, absoluto-con el fin de poder detener el movimiento, la inseguridad del piso, las apariencias y los sentidos- sin embargo, podría suponerse que surge una nueva ilusión cuando se tiene la creencia que algo determina, sea sujeto u objeto o un más allá incognoscible pero intuido dentro de la imaginación lingüística. La superación en su pensamiento puede verse en las figuras del arte, el genio artista, los espíritus libres, el poeta –Zaratustra y quizá, en el tirano= el hombre fuerte. Ese quizá en la figura del tirano es porque éste tiene su necesidad en lo explosivo, en obligar a otros a cumplir sus fines pero sin darse cuenta lo libera del yo, lo salva aniquilando, destruyendo, pervirtiendo esa voluntad débil, luego, no hay yo, entonces, retorna a la intemperie en la soledad, sin patria u hogar…sólo de esta manera pudiera comprenderse que esa figura fuese igualmente destructora del encanto metafísico decadente. En cambio, el poeta vence aquel estadio cuando logra instaurar un mundo, ya que incluso los dioses “…son artificios del poeta…” (Nietzsche, 2004: 113). De manera un poco aventurada, puede decirse que la capacidad inventica, consiste en inventar mascaras-explicadas con anterioridad.
Nietzsche al compararse con un poeta hace la siguiente pregunta, aparecida en El viajero y su sombra:
”Cuáles son los artificios de los más grandes colegas? Estos tienen en sus manos los existentes más poderosos, que conseguirían interesar a un medio muerto; poseen medios para entusiasmar, para estremecer, para provocar crisis de lágrimas: con todos esos medios subyugan al hombre fatigado y le inducen a un estado de agitación nocturna, de entusiasmo, de alegría y de temor. (Nietzsche, 1981: 92)
Parece que se ha revelado por fin el concepto del poeta: aquel que hace artificios. Su labor consiste en inducir a la escucha, provocar éxtasis, un mundo caótico, donde lo que antes se creía el ser puro como aquel que explicaba la realidad, la engendraba, protegía, ahora se vuelve algo más al servicio de su propia invención. Entonces, la creencia en la existencia eterna, infinita, buena, justa, verdadera, nacida del pensamiento, que reiteraba la capacidad del hombre de explicarse lo que no entendía y le confundía, se vuelve doloroso, terrible, caótico, finalmente, retorna al teatro-el lugar en que se reúnen para volver a nombrar, ya se fundamenta en la ilusión de su propia inventiva por su carácter lírico. Se intenta pues, una reivindicación a la condición poética del hombre, desde lo inocente del devenir, que se refiere a la necesidad de afirmar los acontecimientos o desde la voluntad de poder, que se origina de manera múltiple, según , el acontecer y la figura de la que hable el autor, sea el camello, el león o el niño, el artista, el filosofo y en lo sucesivo; desde la condición del superhombre, que es la conciencia de las apariencias, el valor que retorna para devastación de lo decadente. De manera conclusiva, debe decirse que se trata de una educación a la intemperie, desnuda, desprotegida. Se intenta situar, por mediación del poeta, en quien tenga oídos para ello la condición de physis, que se expresa mejor, posteriormente: “La condición general del universo es el caos por toda la eternidad, y no porque carezca de necesidad, sino en el sentido de falta de orden, de estructura, de forma, de bondad, de sabiduría, y demás esteticismos humanos.” (Nietzsche, 2002: 144). El poeta despertará en nosotros como una primera contradicción, después, una segunda y otras más, hasta que por fin emerja dentro, el no ser: caos.
Como última observación, es necesario seguir buscando las cualidades y características del filósofo, poeta, también, jerarquizar la nueva fábula que siempre cuenta el pensamiento de Nietzsche. Es necesario ir más allá y encontrar el escenario, los personajes, los conceptos, las esencias, buscar, incluso, en la menor exaltación del lenguaje ese sentimiento de lo caótico, contradictorio, múltiple, que rompen con la metafísica del ser, que actúan en el teatro nietzscheano, con el fin de mostrar el cielo en la tierra: el mundo de las apariencias.
Referencias:
Nietzsche, 1981, El viajero y su sombra, México: EMU.
Nietzsche, 2001, Más allá del bien y del mal, México: EMU.
Nietzsche, 2004, A si hablo Zaratustra, México: Nuevo talento.
Nietzsche, 2005, El crepúsculo de los ídolos, México: EMU.
Nietzsche, 2001, El origen de la tragedia, México: Porrúa.
Nietzsche, 2002, Gaya ciencia, México: EMU.
Hesíodo, 1990, La teogonía, México: Porrúa.
Platon, 2007, Los diálogos, México: Porrúa.
Deleuze, 2002, Nietzsche y la filosofía, Barcelona: Anagrama.
Vattimo, 2002, Diálogos con Nietzsche, Buenos aires: Paidós.
Russ, 2001, Los métodos en filosofía, España: Síntesis.
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