Crisis, trabajo y endeudamiento

Por: Joseph Maynou
Fuente: http://www.josepgmaynou.blogspot.es (01.02.12)

El método científico que cada día se adueña con más fuerza en todos los aspectos de nuestra actividad real parece que se aleja también cada día con más rapidez de cualquier actividad relacionada con el análisis social, político o económico. Mientras el primero nos acerca a la verdad (por supuesto siempre revisable en el tiempo) la chatarrería intelectual pace por doquier en el mundo de la mentira (por supuesto, nunca revisable).

Alcanzar las antiguas cifras de empleo (de trabajo asalariado) es para todo el variopinto mundo de los salvadores del sistema la única solución para superar la actual crisis económica. Claman por el empleo desde los gobiernos hasta los sindicatos pasando, cómo no, por la llamada izquierda indignada. Los empleadores desean la absoluta liberalización del mercado del trabajo. Los empleados querrían trabajo en cualquier condición y precio. Tanto para unos como para otros, es una cuestión de supervivencia. Trabajo y Capital siempre antagónicos pero complementarios se alían ahora para salvar lo ya insalvable. Porque desde hace tiempo, la creatividad humana ha hecho aparecer un tercer elemento en la discordia: lo que llamamos Ciencia, (o método científico, o Revolución tecnológica, o sociedad del conocimiento), … que ha dislocado por completo el orden de la vieja sociedad capitalista en donde el Capital, la mercancía, el dinero se adueñaron por completo de cualquier aspecto de actividad social y en donde el trabajo en su forma asalariada era el único motor de la revalorización y de la acumulación de capitales.

Después de más de dos siglos de acumulación de Capitales a partir de la explotación del trabajo humano y la desposesión de las riquezas de una gran parte del mundo, de guerras y conflictos para derimir en que manos se concentraría el enorme Patrimonio acumulado por la Humanidad, ya se alcanzó el final del trayecto. La gran sobreacumulación de Capitales huye de todo aquello que justificó su propia existencia… de las transacciones reales, del comercio de bienes y servicios, y especialmente de la producción de mercancías. Es guardado en paraísos fiscales, atesorado, malbaratado, invertido en obras de arte, palacetes, en colosales edificaciones, en eventos deportivos… o simplemente quemado en engendros militares de destrucción.

Unas preguntas deberíamos hacer: ¿Por qué el sencillo circuito de la acumulación que durante siglos fue el motor directivo del sistema capitalista: dinero-mercancía-mercancía-dinero, fue abandonado? ¿Por qué el Capital no invierte en la producción? ¿Porque su absoluto control sobre la propiedad de los grandes medios de producción es utilizada más como un elemento rentista que como el productor de mercancías y de revalorización del Capital? ¿En dónde estará la demanda solvente capaz de absorber la inmensa capacidad productiva que es capaz de crear una revolución tecnológica imparable, cuando ésta no hace más que provocar inevitablemente enormes ejércitos de desempleados y excluidos?

Pues sencillamente porque los procesos de revalorización del Capital en los procesos productivos actuales de enorme eficacia pero sin apenas necesidad de fuerza de trabajo humano acabaron. Porque es constante la disminución de la tasa de ganancias a pesar de la política de manipulación de los precios. Porque la tecnología (y la competencia) hace que los costes de producción tiendan a cero. Porque la propiedad sobre los grandes medios de producción (cimiento de la sociedad de los propietarios) ya no sirven prácticamente para nada. Una innovación tecnológica producida en una pequeña empresa puede poner en jaque con suma facilidad y prontitud a cualquier colosal emperio empresarial. La propiedad no es nada. El conocimiento todo.

Hace mucho tiempo que las empresas han ido reduciendo la fuerza de trabajo humana anteriormente necesitada. Pero siguieron aumentando su eficiencia y recortando los costos de producción. El traslado de toda esta fuerza de trabajo humana a otros sectores (de servicios) y fundamentalmente al sector de la construcción, ha sido insuficiente. El primero porque las innovaciones tecnológicas también han mermado ostensiblemente, no solamente la creación de puestos de trabajo sino, su mantenimiento; y el segundo porque éste entró en bancarrota. Ante esta situación, la burbuja del endeudamiento (propiciar la continuación de una demanda insolvente) como solución a la caída del poder adquisitivo de los salarios, ha retrasado, solamente, algo más de una década, el estallido de la crisis. Santiago Niño Becerra acierta plenamente respecto a esta cuestión.

Pero todo esto, mantenido en latente secretismo o en la obviedad por economistas y politólogos, no es novedoso. Y no voy aquí a referirme a K. Marx como sería mi deseo. En octubre de 1998, Jeremy Rifkin (asesor de Clinton y de numerosos gobiernos occidentales y autor de numerosos trabajos, especialmente el libro “El fin del Trabajo”) en una extensa Conferencia pronunciada en el Edificio Mercosur, ya anticipaba con bastante acierto la actual situación de crisis del trabajo…Decía : “Sabemos que viene el tiempo libre, mucho tiempo libre. La pregunta que planteamos es si va a ser para disfrutarlo o para hacer filas de desempleados”. Hoy, pasados 14 años de su conferencia, ya sabemos la respuesta.

(La Conferencia completa de Rifkin y unas reflexiones sobre su contenido pueden leerse en la web ellaberinto.net -libro 2, título 10 y 11-. Se escribieron en el mes de septiembre de 2003).

Entre otras cosas Rifkin decía: “Hay grandes cambios en la naturaleza del comercio y el trabajo. Cuando era un joven estudiante de economía en la Universidad hace unos 35 años, éramos un país de obreros de fábricas. Un tercio de los americanos trabajaban en fábricas hace 30 años. Hoy en día, solo el 17% de los americanos están en las fábricas. Seguimos siendo el No. 1 en materia de fabricación. Lo hacemos con menos seres humanos y más máquinas inteligentes. Quiero darles un ejemplo de la US Steel Corporation, la quintaesencia del empleador americano. En 1980, esta empresa tenía 120.000 obreros americanos que producían acero. Hoy solamente tiene 20.000. Esos 20.000 de hoy producen más acero que 120.000 hace 18 años en esa misma empresa. Si trasladamos esto a todas las categorías de fabricación podemos hacer una lectura transparente del próximo siglo… (…) De modo a que nos dirigimos hacia nuevas fábricas sin obreros, hacia una industria de servicios virtual…”

Esta es la realidad que cuesta o no se desea comprender. Unos porque intentan a toda costa seguir moldeando el desarrollo social dentro de unas leyes que la evolución del propio sistema las han hecho inviables. Otros porque no es fácil reconocer que el sistema no fue abatido por cambios de gobierno, revoluciones o tomas de los palacios de invierno sino porque murió de de su propio éxito… y como el mago, por no saber o no poder dominar los poderes infernales que el mismo conjuró.

Y hablando de poderes, pienso, que cada vez que se demuestre más el éxito de un proyecto innovador basado en la fuerza de la revolución del conocimiento más y más se pondrá en cuestión que el progreso no puede estar encadenado a las leyes de la sociedad de la mercancía y del dinero. Es una cuestión inexorable: el ferrocarril acabó con las diligencias. También la abundancia se impondrá a la escasez.

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