Una nueva acepción para “cretinismo parlamentario”

Por: Sergio Martínez (desde Montreal, Canadá)
Fuente: http://www.elclarin.cl (31.03.10)

A varios días de ser amplia y generosamente difundida por los medios de comunicación, la declaración de la bancada de diputados socialistas condenando a Cuba por su política de derechos humanos, sigue encendiendo debates en una colectividad donde las tensiones internas suben en intensidad. Por cierto el eco de la inesperada declaración se ha extendido además por todas las filas de la Izquierda, pero es al interior del Partido Socialista donde sus repercusiones pueden ser más duraderas.

No es que se hable de un quiebre – al menos no todavía – pero sumado a los balances (negativos) que siguieron a la derrota electoral en enero, las disputas sobre la fecha y alcance del próximo congreso, y las expresiones de abierto y público descontento de sectores de base con la dirección partidaria, el partido de Allende parece encaminarse a un serio enfrentamiento de posiciones como no se veía desde los últimos tiempos de dispersión, en los años que siguieron al golpe de estado de 1973.

Aludía en el título de esta nota al “cretinismo parlamentario” un concepto que utilizó Marx en el El 18 Brumario de Luis Bonaparte: “Hay que estar verdaderamente muy afectado por esta enfermedad tan particular que desde 1848 golpea a todo el continente, es decir, el cretinismo parlamentario, que relega a un mundo imaginario a aquellos que la sufren y les quita toda inteligencia, todo recuerdo, toda comprensión del rudo mundo exterior” un texto que en aquel instante histórico implicaba una crítica al parlamentarismo como práctica acomodaticia de parte de algunos. Aunque el contexto y las condiciones son diferentes, algo de ello puede aplicarse dándole una nueva acepción al término, en relación a la decisión tomada por la bancada de diputados socialistas que luego de reconocer la amistad y solidaridad del pueblo y gobierno cubanos para con los que lucharon contra la dictadura, concluye de un modo lapidario: “los Diputados Socialistas vienen en solicitar al embajador de Cuba en Chile, la preocupación por la situación de los prisioneros de conciencia, solicitando su inmediata e incondicional liberación; asimismo es muy importante que las autoridades cubanas, sujeten su accionar conforme a los principios generales del Derecho Internacional de las naciones civilizadas”.

La declaración ha provocado un amplio debate al interior de ese partido y me hace insistir en esta noción de cretinismo parlamentario – no porque quiera ofender a los parlamentarios que tan entusiastamente se subieron al vagón de los que condenan a Cuba – sino porque no hay que escarbar mucho para darse cuenta que al emitir tal declaración se cometieron numerosos errores tanto por falta de conocimientos, como por un muy poco sentido de la oportunidad. Los parlamentarios en cuestión simplemente parecen haber olvidado varias cosas, la primera – de Pero Grullo – que uno debe evitar sabotearse a si mismo, o dicho en otros términos, evitar dispararse en el pie… En un instante en que el Partido Socialista enfrentaba considerables tensiones, los diputados de esa colectividad – a título gratuito – agregaron otro factor de disensión. Un acto absolutamente innecesario. Pero hay algo más, en política cuando se hace una movida, se hace con el propósito de lograr algún objetivo, no importa si modesto o grande, pero eso sí, la movida tiene que cumplir un requisito: ser efectiva para algo. En este caso particular cuesta trabajo encontrar qué objetivos se perseguían: ¿lograr la libertad de los llamados presos de conciencia en Cuba? Ciertamente cualquiera sabe que un gobierno como el cubano no va a responder favorablemente a peticiones de este tipo, menos aun cuando se hacen con tanta publicidad y empleando en su título un lenguaje de exigencia. Si en verdad se quería lograr la libertad de tales personas los diputados u otras instancias del Partido Socialista deben tener sin duda modos de acceder a las autoridades cubanas para – de modo discreto, pero ciertamente más eficiente – solicitar un favor como ese. Pero si entonces la liberación de los prisioneros no era el objetivo ¿cuál era? ¿hacer un gesto de buena voluntad al nuevo gobierno? Parecería una estupidez. ¿Qué se ganaría con eso? ¿Ponerse a tono con la democracia cristiana a la cual pertenecen los senadores que fueron a hablar con Piñera, haciéndole ver que no se anda en una sintonía diferente? Pero si sólo fueron unos pocos los demócratacristianos que acudieron a La Moneda y además en ese partido el tema cubano no tiene mayor prioridad. ¿Posicionar al Partido Socialista en una línea de irreductible defensa de los derechos humanos? Pero esa no es la misión de un partido político. De acuerdo, el tema de los derechos humanos es importante, también se trata de algo indivisible y dada la tragedia vivida durante la dictadura es bueno que en Chile se tenga mucha sensibilidad sobre el tema, pero el tema si bien puede formar parte de la plataforma de un partido (y es bueno que así sea), no es su prioridad central. Un partido político no es un organismo de derechos humanos como lo es por ejemplo Amnistía Internacional, que sí, por su mandato, puede plantear el tema de derechos humanos en Cuba, afirmando su principio de neutralidad como organización. Pero un partido como el Socialista no puede hacer lo mismo pues para tomar posición sobre el tema tiene que entrar en consideraciones más profundas y complejas que las que puede hacer un organismo que se motiva sólo por factores humanitarios.

Cuba, y esto es un dato objetivo, vive y ha vivido desde 1960 un acoso constante, con diversos grados de agresividad, de parte de Estados Unidos. Eso todo el mundo lo sabe. Hasta cierto punto Cuba ha tenido que lidiar con un factor que en su momento también afectó a la revolución rusa, un problema para el cual no había respuesta en la tradición marxista: levantar un proceso revolucionario en un solo país, Rusia en su momento el único en el mundo intentando la colosal empresa, Cuba en los años 60 el único en Latinoamérica.

Marx no había escrito sobre el tema en detalle, aunque la experiencia de otras revoluciones incluyendo la fallida Comuna de París, le hizo pensar que el proceso de transición requeriría la existencia de un estado, al menos de un modo temporal, ese estado estaría controlado por los trabajadores (la “dictadura del proletariado” un término probablemente poco feliz ya que evoca imágenes de régimen policial y represivo, en verdad Marx consideraba que todo estado era un “instrumento de opresión de una clase por otra”, los más democráticos estados existentes en su tiempo eran – de acuerdo a su definición – “dictaduras de la burguesía”, por lo tanto el estado que los sucediera al cabo de una revolución triunfante serían “dictaduras del proletariado”). Más allá de esa formulación hay poco más en la literatura marxista, lo demás vino de la práctica – buena o mala – que se desató después de las experiencias revolucionarias, el stalinismo en la Unión Soviética terminó haciendo una interpretación con una lógica muy retorcida: dado que el Partido Comunista es el partido del proletariado, tiene el derecho a ser el que gobierne. Por cierto para ese entonces los vibrantes soviets (consejos de obreros) que habían demandado “todo el poder a los soviets” habían dejado de existir como fuerzas autónomas y todo era controlado por una feroz maquinaria burocrática-policial; un modelo similar se instauraría en Europa del Este luego de la Segunda Guerra Mundial, un modelo que tiene su mayor requebrajadura cuando en 1981 los propios obreros polacos de Gdansk desafían al partido que dice representarlos…

¿Y Cuba? No hay duda que el proceso cubano tiene rasgos propios, por de pronto no se trata exactamente de una revolución proletaria, no en sus orígenes. Sin embargo sus objetivos pronto la ponen en esa categoría, y la hacen ganarse la enemistad del imperialismo y de las fuerzas reaccionarias a nivel mundial empeñados en destruirla. Cuba es acosada y como Rusia después de la revolución, tiene necesidad de defender su estabilidad, pero sería una profunda tergiversación equiparar su metodología de gobierno al stalinismo. ¿Qué hay errores? Ciertamente, como Eduardo Galeano alguna vez indicó, al proscribir ciertas ideas les confiere un inmerecido prestigio, y con ello también, ha convertido en figuras internacionales a quienes en verdad sólo merecerían ser llamados figurones.

El problema está en que en definitiva como la revolución de carácter mundial que Marx, Engels, Lenin, Trotsky y otros revolucionarios visualizaban no se materializó (la excepción sería Stalin que sí se dio cuenta que habría “revolución en un solo país” y que además le gustó el concepto), lejos de echar a andar un proceso que en definitiva llevara a la extinción del estado, como pensaba Marx, los procesos revolucionarios socialistas han tenido que mantenerse resistiendo una enorme presión mundial para lo cual han tenido que reforzar el poder de sus estados, en el peor de los casos desatando reales tragedias por políticas mal concebidas y arbitrarias como el stalinismo, la revolución cultural proletaria de Mao o el forzado traslado masivo de la población urbana al campo como lo hizo Pol Pot. Cuba nunca ha caído en esos excesos y de algún modo ha tratado de conciliar medidas de apertura con el constante estado de alerta a la que la obliga su obstinado vecino del norte. En ese contexto es derechamente ingenuo, absurdo o simplemente mal intencionado proponer que Cuba hiciera una completa apertura a los medios de comunicación de Miami por ejemplo, pues está comprobado que la más efectiva manera de socavar sistemas como el cubano es por la promoción de los afanes de consumo en la población, por la simple razón que la única manera de dar satisfacción a esos afanes sería por la reorientación de los recursos de esa sociedad a la satisfacción del consumo de aquellos – una minoría – que serían al final los únicos en beneficiarse (naturalmente cuando se habla de oportunidades de consumo, léase economía de mercado, todos los que así lo querrían en Cuba piensan que van a estar entre los beneficiados. Tarda un poco, como ocurrió en la ex Alemania Oriental, en que sus ciudadanos se den cuenta que acceder a ser un consumidor es mucho más difícil que lo que se ve a primera vista).

Cuba, como otros países que en estos mismos momentos en América Latina intentan transitar sus propios caminos a un socialismo, que por lo demás también se replantea y reformula, ha tenido y seguirá teniendo que lidiar en un campo de la información, de la economía y de un comportamiento cultural global que está marcado por el capitalismo, y este campo de batalla está muy lejos de ser parejo, más bien digámoslo claramente que está evidentemente diseñado para que sean las ideas y maneras de pensar contrarias a los cambios revolucionarios los que prevalezcan. Ello obliga a Cuba a tomar medidas para proteger su estabilidad, ¿qué algunas de ellas pueden ir muy lejos o ser contraproducentes? Bueno, digámoselos en un tono fraterno y sin buscar publicidad, especialmente aquellos que por sus roles pueden tener un acceso directo a los dirigentes cubanos.

Es por lo demás lo que normalmente ocurre en procesos revolucionarios: Fidel Castro ha dicho “dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución, nada…” insinuando así que hay muchas cosas que me imagino están abiertas a la discusión siempre y cuando no se intente desmantelar los principios básicos de la Revolución (nótese los principios, no las personas). Pero si uno sabe un poco de historia, eso no es muy diferente de lo que hicieron otros revolucionarios en su tiempo también ¿por qué uno de los primeros grupos que masivamente llegaron a lo que ahora es Canadá (en ese tiempo colonias británicas de Norteamérica) fueron los llamados “loyalists” (leales al Imperio)? Porque ellos fueron expulsados, sus tierras expropiadas, sus derechos negados y otros tantos de ellos que quedaron detrás, fueron encarcelados y hasta fusilados. ¿Su crimen? Oponerse – y cierto, muchas veces conspirar también con apoyo de potencias exteriores – contra otra revolución, curiosamente inspirada en los ideales liberales: la revolución que dio origen a Estados Unidos. “Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada…” Lo habrá dicho Fidel, pero me suena como que también pudieron haberlo dicho Jefferson o Washington.

Por ahora los diputados que firmaron la tristemente célebre declaración tendrían que informarse un poco, ah y de paso, tratar de descubrir para qué diablos sirvió su declaración ya que ni ellos habrán ganado nada con ella (bueno, a lo mejor ahora sus colegas de Renovación Nacional les sonríen amistosamente cuando toman onces en el comedor del Congreso, pero es un alto precio por una sonrisa, aunque sea de alguna de las guapas parlamentarias derechistas…).

Una respuesta

  1. La izquierda, desgraciadamente, tiene deudas ideológicas… que no sabe, o no quiere pagar. En estos tiempos donde las ideas hace tiempo que murieron, navegan en un espeso caldo ideológico donde están cautivos… entre la estupidez, y la mayor parte de las veces… el desatino.

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