Por: Dennis Gorrín C.
Fuente: http://www.aporrea.org (09.03.10)
La liberación de las grandes mayorías no se puede pensar sin la educación. No me cabe la menor duda que en la formación ética, científica y técnica, está la clave de la conciencia social y el avance de un país. Pero en un proceso revolucionario nos planteamos cambios tan profundos y no solo esperamos que el proceso social mismo nos vaya llevando a un continuo cambio y transformación de la vida de los hombres y mujeres, hasta que se agote. Este importante hecho, el revolucionario, si lo vemos a lo largo de una línea histórica más amplia, extendida hacia los próximos 20, 30 o quizá 50 años, se ve encerrado o más bien situado en algún lugar, como un factor que influye o influyó, grandemente en el progreso de un colectivo social tan amplio como el que conforma un país.
Nos vemos en la perspectiva del futuro, la de los nietos, y nuestras acciones merecen el lugar que se merece, como una enérgica ruptura con las viejas costumbres, con las ataduras más retrógradas del sistema imperante, el capitalista y su cinismo y oportunismo desmedido que solo corrompe hasta lo más sano e inocente que se encuentra en una sociedad, por más que este, esté fuera de las áreas de influencias de este sistema.
Las revoluciones son elementos muy importantes para lograr transformaciones, y bien se debe reconocer, que una revolución no se puede reducir un acto de transformación moral o política, sino que todos los espacios de la vida y todos los niveles sociales impuestos sobre esta, se ven influenciadas o transformadas radicalmente. Se rompe pues con el pasado, y se crea, bien por necesidad o por espontaneidad, nuevas formas y nuevas realidades, cotidianidades que nos van liberando, y nos sitúa en otros espacios.
Todos estos espacios, sin excluir la educación. Y es importante, partir de una idea central, nacida del contexto en el cual estamos viviendo. Un proceso doble o quizá triple, de dimensiones múltiples pues. Un proceso de intercambio que bien lo llamamos dialéctica, o un proceso dialógico, en donde se discuten, precisamente lógicas y en donde se transforman lógicas de la vida actual: cotidianas, de trabajo, de relaciones amistosas y amorosas, etc. Algunas de las cuales, son lógicas de la economía y la producción, lógicas comunicativas, incluso de moralidad, en donde cada sujeto piensa y pone en práctica lo que piensa. También existen las lógicas de la política mediante las cuales los sujetos que la practican operan con argumentos ya constituidos en los debates ideológicos, sobre el futuro, y más interesante aún sobre los problemas actuales.
El espacio otorgado a la educación es más revolucionario en la medida en que esta participa en las lógicas de la vida. Más revolucionario, cuando no reduce la vida al trabajo agotador y/o a las relaciones mecánicas de amistad y amor mediada por computadoras y otros medios digitales. También es transformador, cuando no busca resolver solo aquellos problemas de la coyuntura, y se adentra al problema que generan las viejas estructuras o a los problemas estructurales (históricos) que mellan en nosotros. Es pues, la educación un fuerte que no hemos logrado introducir plenamente en los cambios sociales de nuestro país. Aún, la escuela, el liceo y la universidad solo observa y evalúa los problemas desde afuera y continúa alejando a la gente de su seno liberador.
La educación, que llamaremos tradicional, posee sus lógicas mediante las cuales, reproducen vicios, esquemas colonizadores y profundamente egoístas, bajo un conservadurismo moral y político que está oxidado y enferma. Es retrógrado pensar en la imposibilidad del cambio en el mundo, sustancial y profundamente. Porque todas las generaciones traen consigo cambios intrínsecos que bajo un sistema y un orden conservador y opresivo solo permite ciertos cambios que no remueve en el fondo. Es eso lo que ha hecho el capitalismo. Valdría la pena preguntarse, cuanto artista, o cuanto científico joven, voluntario u hombre con grandes aspiraciones éticas, no han visto frustrar sus aspiraciones bajo la opresión de los más viejos que encarnan el conservadurismo y el orden retrógrado en general.
También habría que estudiar a fondo las razones que hoy día llevan a muchos jóvenes a tomar un arma, o convertirse en anti-sociales, para vengarse de los daños que le ha dejado el sistema. Claro está, deja malos sabores y experiencias. Muchas menos satisfacciones como las que pueden generar un trabajo digno, una buena preparación física o una gran demostración en destrezas para el arte, la cultura, la investigación y el diseño de algo.
Todo ello debe conocerse muy bien en los espacios educativos, y más aún debe involucrarse todos los que hacen parte de este gigantesco espacio. El rol del maestro, de igual modo, debe cambiar para ajustarse a los cambios. Decía, el filósofo Simón Rodríguez, que la sociedad, educadora como lo es, debe ser flexible a los cambios que traen consigo las nuevas generaciones. Estas son conjuntos nuevos que renueva las lógicas sociales, éticas, políticas y científicas de una nación, le regresa la vida, si alguna vez la perdió, le devuelve el brillo y la luz al camino alguna vez desviado. Y con razones de sobra, es hora de darle importancia a lo nuevo, debido a que nuestro país ya cuenta con una población joven de más del 50% del total nacional, según varias cifras.
¿Y qué importancia tienen las palabras del filósofo Rodríguez cuando este vivió y escribió en el siglo XIX? Pues tanta validez tiene en nuestra sociedad porque lanzó al mundo sus ideas mirando hacia el futuro, porque no solo imaginó una utopía, sino que lo hizo cuando nacían las jóvenes repúblicas que hoy tenemos, y que sus palabras infundieron sobre su pupilo Simón Bolívar, padre de las revoluciones, de las ideas y de la genuina libertad y amistad entre los seres humanos.
Los métodos de enseñanza son tanto o más importante que la misma teoría educativa, puesto la educación logra poner en práctica su efectividad a través de los métodos. La lógica que en este caso debe privar, no puede situarse en conocimiento solamente. No puede aislar a los integrantes de este gran espacio que es la educación. No debe colocarse por fuera de la sociedad ni compararse con los países que nos colonizaron y que aún colonizan sobre nuestro suelo.
Debe conocerse para compartir y para transformar poniendo en práctica lo aprendido. Se debe lograr integrar la razón y la práctica en la cotidianidad, se debe también saber combinar el sentir y la razón, colocar a ambos sobre una misma regla vertical que se voltee a favor de uno y de otro. Se debe colocarse al servicio de los hombres y mujeres por igual, se debe complementar el conocimiento del otro, se debe pensar en el lugar, para el lugar y adentro del lugar. Se debe dar importancia al ser humano y colocarlo en el lugar que la naturaleza la ha dado. Finalmente debe politizarlo, poetizarlo y abrirle las puertas a todo el que pase por este espacio. Se le debe devolver la posibilidad de soñar sin vergüenza, y se le debe colocar muy bien sobre la tierra.
Pero todo ello, gira sobre la mesa de la ideología. Una es la hegemonía capitalista, conformada por ideas de corta duración que se venden abiertamente al mundo, como productos que se consumen tan rápidamente, y donde lo más importante es la ganancia, y el hombre/mujer no es más que el esclavo/a de su propio sistema del cual depende y al cual le dedica una gran parte de su vida. Y por ende, el sujeto libre no es tal, por lo que debe ceder su poder, su vida a un pequeño grupo que lo representa y le va reduciendo a un mero operador con tiempo regulado, sin escapatorias dentro de sus engranajes.
De otro lado, surge la base de todo este sistema, las multitudes, las masas, los pueblos, las etnias, las comunidades y comunas, el hombre y la mujer mismas, que resisten y que se enfrentan diariamente a este sistema que le oprime y le resta importancia a la independencia y a las formas del ser humano nobles. Estos gritan, se organizan, se reúnen, leen, trabajan, luchando al mismo tiempo contra la esclavitud, construyendo desde abajo sus propias lógicas de vida y, lo más esencial, reclaman el espacio que el cosmos natural nos ha dado como seres humanos.
No obstante, no es solo una lucha de los humanos por los humanos, venciendo la odiosa explotación de los humanos por los humanos, también es la lucha por el ambiente, como medio para la instauración de formas de vidas equilibradas, como espacio biológico compuesto que también merece respeto, y así, prolongar las posibilidades de vida en el globo terrestre y su biodiversidad hoy día amenazada por las lógicas de la economía capitalista, incluído nosotros los más de 7 mil millones de humanos, al servicio de unos pocos.
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