Por: Fesal Chaín
Fuente: http://www.g.80.cl (25.09.09)
En principio y he aquí la cuestión central, desde la cual se afirman mis artículos teóricos políticos, sociológicos y de coyuntura y que está ampliamente desarrollada en mi libro La Sociología como Arma de la Resistencia, (ediciones el diletante, 2006, y para bajar gratuitamente en http://www.lulu.com/content/paperback-book/sociologia-de-la-resistencia/552279) es que no debiera interesar a las fuerzas de izquierda y populares que la ultraderecha pierda a todo evento, sino que la izquierda y las fuerzas sociales que dice representar y conducir, después de 36 años, sean capaces justamente de construir una fuerza política y social alternativa a la derecha y a la socialdemocracia. El cómo no es aliándose al adversario para golpear al enemigo, sino creando autonomía de «los de arriba» desde «los de abajo». Comenzando a ser una fuerza del 15% compacta, con identidad, enraizada en los nuevos actores sociales populares.
Las tesis esgrimidas por la dirigencia comunista, después de la muerte de Gladys Marín y como reacción a la política levantada por ella, son en un escenario de dominio neoliberal ultraderechista y socialdemócrata, golpear al enemigo principal neopinochetista, aliándose al adversario socialdemócrata. El problema de aquello, más allá de cualquier bandera ética, es que estaría por verse si esta estrategia realmente apunta a la acumulación de fuerza social y política y a la construcción de una estrategia, programa y organización de la izquierda como un una fuerza autónoma de la ultraderecha y la socialdemocracia, capaz de comandar a la sociedad en su conjunto. O si más bien es la subsumisión del partido comunista y de las fuerzas extraparlamentarias a la estrategia socialdemócrata y de la burguesía democrática.
Al menos desde el pacto por omisión (y habrá que ver los resultados de este pacto parlamentario y sobretodo los resultados de las presidenciales con Arrate como candidato) hasta hoy, las tesis de la dirigencia de izquierda son un fracaso.
En el fondo, uno se pregunta si esta tesis de alianza con el adversario para golpear al enemigo principal apunta realmente a construir fuerza social y política y si además como táctica es políticamente eficaz y corresponde a la coyuntura histórica. Puesto que se realiza la alianza con una parte del bloque de dominación neoliberal, el socialdemócrata, cuando está en franca crisis y decadencia y es por tanto hacer un alianza política con los derrotados o al menos cuando los socialdemócratas están en su peor momento político y de acumulación de fuerzas, después de 23 años.
No se trata claro está, que de manera oportunista se hagan sólo alianzas con quienes pueden ganar las contiendas electorales o tengan un amplio dominio y hegemonía en el imaginario cultura de la sociedad en su conjunto, sino que si se sostiene y emplaza una estrategia y una táctica, esta al menos garantice en el riesgo de ponerla en práctica, márgenes de victoria o avances y no meros retrocesos. Cuando hay retrocesos permanentes la política se puede evaluar como fracasada o realizada desde una matriz errónea.
Se trata en lo estratégico de justamente construir un amplio dominio y hegemonía en el imaginario cultura de la sociedad en su conjunto. Pero vamos por parte. Desde mi perspectiva, el problema de la izquierda no es de apuestas tácticas y de sus resultados, sino esencialmente un problema de conceptualización teórica por parte de la dirigencia y de los intelectuales comunistas y de la izquierda extraparlamentaria.
Frente a 36 años de dominio neoliberal, de la ultraderecha y de la socialdemocracia, después de la derrota política y militar de la izquierda histórica en los 80 y de la caída de los socialismos reales en los 90, la tarea de reconstrucción del corpus teórico, de una estrategia como columna vertebral, de un programa y una organización del propio partido o de los partidos de la izquierda y de la acumulación de fuerza social en los frentes sociales, requiere y requería un salto importante en las conceptualizaciones, diagnóstico y pronóstico del mundo social, de la calidad de sus cambios, de una caracterización de sus actores, especialmente del mundo popular.
Esto no se ha realizado para nada. Después de la vía chilena al socialismo, la izquierda histórica chilena no ha podido hacer una caracterización correcta del capitalismo chileno, de su estructura social, de sus procesos de modernización, y del estado subjetivo de las masas frente a la promesa liberal. Menos ha sido capaz de detectar al conjunto de nuevos actores sociales de la modernización, incluidos los marginados de la modernización capitalista financiera. Esto en el entendido de hacer un diagnóstico exhaustivo desde al menos el corpus teórico tradicional.
Otro tema más de avanzada y que pasa por el anterior, es cuando además exhortamos a la izquierda, a sus líderes e intelectuales orgánicos a comenzar a desarrollar un corpus teórico nuevo frente a la nueva realidad económica y social y a la existencia de nuevos actores. Tal como lo digo en el libro La Sociología como Arma de la Resistencia, no es posible hacer diagnósticos acertados con viejos conceptos que no darán jamás cuenta de la realidad nueva.
Pasando entonces y como algo general a las nuevas conceptualizaciones, habría que pedirle a la izquierda, al menos que fuera capaz de caracterizar el tipo de capitalismo en el que estamos inmersos, cuál es su característica principal. No es lo mismo un país que avanza o retrocede en un capitalismo productivo a uno que se plantea crecer en un a capitalismo financiero globalizado con un estado subsidiario. En el Chile de Pinochet se desarrolló, amplió y reprodujo un tipo de capitalismo muy específico, de carácter financiero y rentista, ateniéndose a la tradición de la burguesía chilena, mercantilista, improductiva y usurera. Esto como caracterización muy general.
Entonces los actores sociales, grupos y clases subalternas por una parte se han reconstruido desde una tradición histórica donde lo popular es un micro poder dual hoy restringido, pero también se han proletarizado en el sector servicios, como obreros modernos del retail, de la banca, de las telecomunicaciones, de las ventas en general. Esto en relación al proletariado urbano clásico. Este último, no es meramente como se afirma en la práctica, la existencia de los obreros especializados de los sectores de punta, tales como el minero, agroforestal y pesquero. Sectores de la economía de exportación altamente productivos pero que han generado actores sociales muy disminuidos en número y calidad refractaria. El partido comunista sigue tratando de dirigir al obrero minero sindicalizado, en general al mundo sindical disminuido, a los profesores y a sectores marginales de la modernización como lo fueron en el período anterior los mineros del carbón, de la zona de Lota y Coronel.
Sin embargo existen datos duros de nuevos actores sociales, sumados a los obreros modernos del retail, de la banca, de las telecomunicaciones, de las ventas. Un proletariado rural más atrasado en organización y conciencia que en la década de los 60 y 70, producto de la contrarreforma agraria, un sector de pobres de la ciudad marginados totalmente de los procesos de modernización capitalista y que se han refugiado en la microempresa pobre, el trabajo por cuenta propia y el microtráfico.
No es motivo de este artículo hacer una descripción detallada, que está presente en mi libro ya citado, sino mas bien notar que la izquierda chilena no ha construido conceptualmente y menos en la práctica de sus emplazamientos de fuerzas sociales, a estos actores sociopolíticos como antaño supo diagnosticar, organizar y emplazar al proletariado urbano fabril, al campesinado pequeño y sin tierra y a los pobres de la ciudad agrupados como pobladores.
Por eso la izquierda representa a un 5 o 7% de la población que vota, un ínfimo número de 400.000 chilenos y chilenas. Porque no ha sido capaz de reconocer, interpelar, acompañar ni menos conducir y movilizar organizadamente a la totalidad de los actores nuevos. Realmente no tiene un diagnóstico que le permita reconocerlos y ubicarlos en el entramado social de capital financiero. Y sin embargo la población restante de esos 400.000 mil, los 5 millones que se marginan de votar por algún candidato, ya sea porque no están inscritos en los registros electorales, porque votan nulo o blanco, son los que más sufren diariamente la explotación intensiva del capital y/o la marginación de los procesos de modernización.
Lo anterior esta íntimamente relacionado entonces, con el levantar una estrategia de golpear al enemigo principal en alianza con el adversario neoliberal socialdemócrata. Ya que si la izquierda no es capaz de avanzar en la teoría o en la conceptualización de nuevos fenómenos porque está atrasada conceptualmente, es decir porque ha perdido la lucha teórica, no es por tanto capaz de permear relaciones sociales y fuerzas sociales nuevas que aún están en germen de ser fuerzas políticas conscientes de su situación y por tanto crecer como fuerza política autónoma.
Al estar incapacitada de ver la realidad social real, entonces continúa en la inercia de seguir actuando en las alturas de las representaciones o destacamentos de la clase política y allegarse a la estrategia de acumulación de la socialdemocracia con sus actores ciudadanos. Así llega fácil a aglutinar votantes duros, pero paradojal y erradamente a hacerse parte deseándolo o no de la estrategia socialdemócrata de el modelo social ciudadano, de las reformas parciales y del mantenimiento del neoliberalismo “con rostro humano o de redes de apoyo y subsidio social”.
En esta lógica antigua, la izquierda chilena estará irremediablemente perdida como fuerza política en el capitalismo financiero. Solo lograra ser un satélite político de la estrategia socialdemócrata. Nunca logrará hegemonizar y comandar, en el sentido gramsciano, a la sociedad en su conjunto desde el mundo popular, porque no sabrá analizar la realidad para transformarla o dicho de otro modo, al no establecer una conceptualización adecuada del tipo de capitalismo, de su limitaciones y tareas falentes, de la estructura del mundo social y de los nuevos actores, no desarrollará jamás su capacidad de aglutinar fuerza social y de transformarla en fuerza política de cambios y en un modelo de sociedad.
Por eso, he insistido tanto en el error estratégico de la izquierda extraparlamentaria, de girar hacia la socialdemocracia. Es una cuestión gravísima lo que pasa hoy y que mantiene a millones en un estado de impotencia y de confusión.
Puesto una falta de teoría social adecuada genera enormes retrasos en el avance de la construcción de fuerza social y política, y a su vez una falta de programa y de proyecto de cambio. En la UP al menos se levantaba la necesidad, frente a la dependencia al imperio y al capital transnacional de la nueva independencia económica y social comandada por una izquierda con una tradición de lucha y enraizada a lo largo de 60 años, en el proletariado urbano, el mundo campesino y los pobres de la ciudad.
Hoy no se levanta ningún proyecto de esta envergadura puesto que la izquierda no logra entender los graves problemas estructurales del capital financiero y la conformación de nuevos actores sociales de avanzada. De esta manera la izquierda chilena sin teoría, sin actores que reconocer, sin estrategia y programa, no es capaz de ofrecer un modelo de sociedad nueva.
Fesal Chain
Poeta, narrador y sociólogo
Filed under: A2.- Política nacional |
Señor Chain:
Todo fundamento teórico deben basarse en la realidad y no en los deseo o interpretaciones de cualquier persona.
Gladys Marin sostuvo la necesidad, igual que hoy de romper el sistema binominal y propuso a la Concetación un pacto instrumental, que no fue escuchado, por que la Concertación estaba convencida que sola podía ganar.
Hay más, hoy día gracia a la izquierda y a los comunistas a la lucha consecuente se han instaurado en le debate, por ejemplo el cambio de la Constitución pinochetista, que no es algo menor.
renacionalizar el cobre, nacionalizar el agua, el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios entre otras cosas importantes.
De tal forma que hoy, naturalmente menos Piñera, hablan sobre el Estado y algunos dicen más Estado.
Por este carril van las cosas hoy día, y todos los candidatos tienen que tener programa y demostrar que es posible llevarlo a la práctica. No seguiremos en las virtudes posibles que se adjudiquen ellos mismo, como centro de las discusiones o consignas sobre lo que haran.