Por: Hugo Murialdo
Fuente: www.elclarin.cl (18.11.08)
Después de leer con detenimiento el Decálogo para el Futuro, con propuestas para el gobernante que ha de venir, y revisar “los abajo firmantes” que encabezan el diputado Tucapel Jiménez (PPD) y el senador Carlos Ominami, (PS), uno no tiene más que pensar que tan enjundioso documento no deja de ser un acto de contrición, no por haber ofendido al Todopoderoso, sino a todo el supuesto soberano, que debiera ser el pueblo de Chile.
Digo esto, porque es la eterna cantinela de los personeros de la Concertación o muy ligados a ella. Tengo que reconocer, sin embargo, que en el listado de “los abajo firmantes” se cuentan algunos llamados “díscolos” por los obsecuentes de siempre, que “se la pasan manoseando caramba y zamba su dignidad”.
¿Dónde se podría encontrar mayor grado de inconsecuencia si no es en la relación de la propuesta llamada Decálogo, y los redactores de la misma? Critican que de una economía de mercado se ha pasado a una sociedad de mercado, para terminar en una democracia de mercado. ¿Quiénes son los responsables de tamaña catástrofe? Si no es la Concertación que ha venido gobernando durante estos casi 20 años, entonces hay que echarle la culpa al Espíritu Santo (con el perdón de los creyentes).
Con todo, hay un grado todavía mayor de inconsecuencia, pues hay varios diputados que pertenecen al PPD, partido que acaba de proclamar como su candidato a Presidente de la República, nada menos que a don Ricardo Lagos Escobar, que en carta-manifiesto no se refiere a ninguno de estos puntos, “sino todo lo contrario”.
El primer punto se refiere a la creación de un modelo económico solidario y progresista. Clarísimo, exactamente como el que desarrolló el ex presidente Ricardo Lagos: solidario para los gobernantes y sus acólitos y progresista para los grandes empresarios.
El segundo punto plantea que hay que revitalizar la democracia para lo que se requiere una Nueva Constitución. Revitalizar, según el diccionario, significa “dar nueva vida”, es decir, se refiere a algo que ya está vivo. La democracia chilena es un nonato. Ahora, no entiendo cómo la quieren “revitalizar” (suponiendo que está viva), si el candidato Lagos quiere ser nombrado a dedo “en un ambiente de unidad y confianza”, es decir, “no estoy ni ahí con las primarias”. Y si esto tiene gusto a poco, quiere nombrar a su regalado antojo a los candidatos a cupos parlamentarios. ¡Esto es lo que se llama REVITALIZAR la democracia!
Siguiendo con este mismo punto, y referido a la Nueva Constitución, ¿cómo quieren pedirle a Ricardo Lagos que cambie la Constitución que lleva su portentosa rúbrica, más si él está exigiendo disciplina y LEALTAD?
La tercera propuesta: Gobernar con transparencia y defensa irrestricta de la probidad. ¿Qué no ha sido éste el principio con que se ha gobernado hasta ahora? Sin comentario.
Cuarta: Proteger los derechos humanos y ampliar los derechos civiles. Tal como se ha hecho hasta ahora con los derechos de los mapuche, de los “pingüinos”, de los trabajadores, de los pobladores, etc.
Por ahora, y para no cansar a los posibles lectores, me detendré aquí con la enumeración y benévolos comentarios a la propuesta de marras. Que conste, no estoy criticando el Decálogo en sí, sino que pienso que “los abajo firmantes” van a tener que agudizar todos y cada uno de sus sentidos (incluido el sentido común) para emprender la tarea titánica que significa encontrar al esperado Mesías que pueda llevarlo a cabo. Me permito, eso sí, contribuir con una pequeña pista: tomen la de la izquierda, no la de la Concertación.
En consecuencia, quiero terminar retomando la bella y poética frase con la que concluye su nota Manuel Cabieses, reproducida en este mismo medio (8-11): “La revolución de las luciérnagas”, expresando mi deseo que pronto se haga realidad.
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