La conciencia desmesurada

Por: Federico Morelli
Fuente: icalquinta.cl

LA CONCIENCIA COMO RESPUESTA DESMESURADA

Existe algo de insólito en la conciencia del hombre que lo hace distinguirse de los demás animales, también animal. Esa diferencia que lo arroja fuera del reino y fuera incluso del mundo en su totalidad, es una adquisición evolutiva relativamente reciente. Se entiende que el estado de conciencia se alcanza cuando el organismo percibe que no es uno con el todo y que está virtualmente desvinculado del universo y del mundo circundante en su estatuto de «ser». Una suerte de «nacimiento» que lo separa perentoriamente de la matriz embrionaria de la naturaleza y del cosmos.

Pues bien, este complejo estado mental no ha amanecido con nosotros desde el inicio de los tiempos, sino que por el contrario ha sido resultado de los milenios de fricción y adaptación con el medio y las presiones de la selección natural.

Otros animales superiores, no estrictamente humanos, presentan flashes de conciencia e incluso lenguajes y pensamientos simbólicos (los actuales estudios del comportamiento animal en primates dan clara muestra de esto: Por ej. muchos chimpancés que aprendieron el lenguaje gestual y luego lo emplearon para armar expresiones más complejas tales como representar con los gestos de boca+dolor= pimienta, o agua+pájaro= cisne. La gorila Coco que también fue entrenada para comunicarse mediante el lenguaje de gestos de los sordomudos expresa sus estados de ánimo y puede armar oraciones enteras. En una ocasión empleó el lenguaje de mímicas para «pedir una voz») Todos estos ejemplos, nos van trazando de cierta forma el camino que debió guiar la aparición de la conciencia y la posterior gestación de las facultades intelectuales que hoy nos caracterizan.

Uno de los puntos que encendió mas polémicas y críticas, en el momento de la aparición de las teorías evolutivas darwinianas, fue su apreciación del carácter lento y gradual con que se operaban los cambios evolutivos. Muchas correcciones posteriores se encargaron de armonizar las nuevas doctrinas con el registro fósil discontinuo de muchos vertebrados. El saltacionismo, por ejemplo, explica que algunos animales presentan largos períodos de estasis, sin cambios notorios, y luego intervalos de intensa modificación evolutiva (mutaciones de gran envergadura), lo que se correspondería con los registros fósiles de estos animales que presentan miles de años de estabilidad morfológica y repentinamente un salto en el registro que parece continuarse con una forma totalmente nueva, incluso con una nueva especie.

De esta forma, la evolución de la mente humana también parece cimentarse en las visiones saltacionistas. El único «registro fósil» que nos permite tener una idea de su ritmo,son los datos arqueológicos, tales como los primeros enterramientos, las pinturas rupestres, las construcciones de templos, etc. Es claro apreciar las dificultades con las que vamos a toparnos al tratar de remontarnos a los orígenes de una entidad inmaterial, cuyos esbozos solo nos son perceptibles a través de su conjunción con las manifestaciones de la expresión. Sin embargo también es posible correlacionar su historia con un incremento en la masa cerebral, denominado proceso de encefalización, que, ya iniciado en los primates inferiores, alcanzó dimensiones desmesuradas entre los homínidos.

La rama de los primates que dio origen los humanos es la de los homínidos. La raíz de las motivaciones comunes a todos los animales, comer y reproducirse, no fue ajena al hombre mismo. El primer destino de nuestros ancestros parece haber sido el de cazadores-recolectores, acaso carroñeros. Quizás a expensas de refinar las técnicas para conseguir estos propósitos (perfeccionar las cacerías) se habrían visto favorecidos los individuos dotados con mayores facultades mentales. Estos habrían estado sometidos a la necesidad del éxito en sus campañas para obtener el sustento que les permitiría mas tarde reproducirse y continuar. Además de la competencia con los grandes carnívoros, desde el punto de vista anatómico mas especializados y eficaces que los primates para la cacería. La visión en color y los hábitos diurnos, propios de los primates, les brindaron sutiles ventajas que pudieron permitirles cazar las crías de los herbívoros (cuya estrategia antipredatoria consistente en permanecer inmóviles ante el follaje que los camuflaba, era muy efectiva para evitar a los demás carnívoros y su visión en blanco y negro). De esa manera pudieron evitar las desventajas físicas que tenían con los félidos y cánidos, más veloces y fuertes.

Incluso según otros antropólogos, los ancestros más antiguos habrían sido frugívoros-insectívoros, y por la presión de algún agente (un cambio climático, un competidor de otra especie o rivalidad entre distintos grupos o tribus) debieron retirarse a lugares con menos sustento vegetal, a un sistema más pobre en recursos, y esto pudo forzarlos a obtener alimento de presas animales. La caza también se manifiesta en otros primates como chimpancés, y en estos parece surgir como respuesta a un empobrecimiento del área de forrajeo, en muchos casos debida a la invasión humana de ese territorio. Esta modificación comportamental que convirtió a nuestros antiguos parientes forrajeros en cazadores mas o menos activos, pudo ser uno de los pilares que permitió el florecimiento de otras facultades que contribuyeron a la formación de la cultura humana. La capacidad de planear tácticas y estrategias para la caza, la previsión del futuro y la astucia fueron favorecidas por la selección natural. El afinamiento del lenguaje optimizó el entendimiento para las cacerías grupales y aseguró la proyección de acciones futuras. De esta manera, la vocalización de llamadas (comida; peligro; juego; etc.) que en un principio solo podían ser utilizadas excluyentemente, a riesgo de ser ininteligibles sino, fueron combinándose en una variada gama y aumentando en número y especificidad. Esto les permitió crear relaciones y vínculos mentales entre las cosas; asociaciones que los llevaron a alcanzar el pensamiento simbólico. El lenguaje, como gran producto de esta abstracción, posibilitó una rápida retroalimentación que agigantó la cultura en pocas centurias.

La mayoría de los antropólogos y arqueólogos coinciden en la explosión meteórica de la cultura humana. El florecimiento de las pinturas rupestres y otras manifestaciones artísticas del espíritu o conciencia de los hombres, se dio al unísono en todo el planeta. El homo sapiens sintió la necesidad de expresarse y trascendió hasta nuestras épocas en sus trazos primordiales. En un parpadeo geológico surgieron las civilizaciones y llegamos al presente.

¿Cómo se explica esa explosión, esa transformación esencial que pareció ocurrir simultáneamente en hordas salvajes de toda la tierra, sin ninguna relación entre ellas? ¿O fue una de las tribus la civilizadora que convirtió o aniquiló a las demás?

El espíritu romántico de algunos poetas los llevó a maquinar la idea de que nuestros ancestros habrán sido testigos de algún espectáculo que los sobrecogió. Quizás la proximidad de un cometa, los destellos incomprensibles de una supernova, o alguna otra maravilla de los cielos que pudo capturar su atención en todos los puntos de la tierra y despertó la ansiedad que los condujo a la expresión.

Lo cierto es que si rastreamos el origen de la conciencia, debemos seguirle los pasos en los primeros enterramientos o en los primeros ritos funerarios. La comprensión de la muerte de los congéneres puede abrir las puertas a la conciencia de la propia existencia individual y mortal. La muerte puede interpretarse como noción del devenir y del ser; como realidad última y como hito metafísico.

Esta somera revisión de la historia de la humanidad, este repaso de su surgimiento intelectual netamente catastrófico y eruptivo, ya comienza a hacernos permeable lo sugerido por el título…

Y es que la nueva visión de la evolución nos ofrece otro panorama. El azar hunde sus raíces hasta la médula misma del cambio. No existe direccionalidad, sino más bien un continuo mecanismo de prueba y error. Existen innumerables ensayos y no menos fracasos. Lo que a corto plazo parece ser un contundente éxito, puede convertirse en breve lapso en el causal de un estrepitoso deceso. Las respuestas mas simples suelen tomar los caminos mas tortuosos, y la vida en su incesante afán Proteico toma las formas mas extravagantes.

No son pocos los ejemplos de especies que se extinguieron por esa impúdica variación de cuerpos, por esa suerte de pleonasmo anatómico. Bástenos con recordar el ejemplo de algunos cérvidos que, empujados por el dimorfismo sexual, acabaron con una cornamenta desproporcionada para sus débiles cuellos, lo que aceleró notablemente su extinción.

La evolución, lejos de ser siempre paulatina y lineal, toma determinaciones abruptas, y reacciona en ocasiones de manera desmesurada. Puede, intentando saltar sobre un obstáculo, abalanzarse sobre otro aún mayor. En este mismo marco podemos considerar las nuevas facultades mentales maduradas para mejorar las técnicas de supervivencia en un ambiente hostil, que, desproporcionadas para este simple propósito, catapultaron a estos homínidos hacia sutilezas y síntesis mucho mayores.

Las consecuencias negativas de este salto desmedido, solo habrán sido comprendidas siglos mas tarde, y quizás fruto de largas meditaciones, que solo pudieron realizarse al cobijo de una situación de mayor estabilidad y con intervalos de ocio. Durante estos tiempos de ocio, propensos para la introspección, la conciencia llegó a excesos como la lucidez o la exacerbación de esa conciencia de la individualidad, de esa reafirmación enérgica del yo en contraposición al mundo. Y estos nuevos conocimientos solo tomarían forma sistemática de la mano de las primeras escuelas filosóficas. En este sentido la lucidez sería un efecto colateral (y pernicioso) de la evolución de la conciencia. Los mecanismos disparados para brindar respuesta a los mínimos requerimientos de planeamiento y proyección que exigía una cacería, superaron con creces estas motivaciones, y dotaron a estos extraños animales de unas cualidades para las cuales la vida aún no estaba preparada. La intempestiva adquisición de estas facultades, habría de dejar una poderosa huella, una desgarradura esencial en lo mas profundo de estos seres; arrancados de la mas dulce e inconsciente animalidad al desierto calcinante de los significados, de la razón y por tanto del azar y el sin sentido…La vida, que apostó al pensamiento para sobrevivir, y el pensamiento que luego acabó asestando un golpe mortal al sentido mismo de la vida.

La conciencia como respuesta desmesurada nos plantea, una vez mas, el viejo dilema del animal hombre y las eternas paradojas que lo sustentan. Equipado, por un infausto azar, con un crisol de virtudes malditas; luego de responder el ramplón acertijo que la esfinge le proponía, se replegó hacia sí mismo y el «conocedor» comenzó a conocerse…

Una respuesta

  1. Pienso que el estilo es «filoso» y la profundidad del articolo puede escapar al horizonte mismo de su autor. Sin embargo creo que tenga fuertes cimientos en la filosofia de fines del novecientos (Schopenhauer, Nietzsche) y de los mas actuales nihilistas (Cioran como principal nombre). Buena capacidad de sintesis del pensamiento cientifico y lenguaje adecuado.

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