Por: Iñaki Gil de San Vicente
Fuente: rebelión.org
1. INTELIGENCIA, PENSAMIENTO, CONOCIMIENTO.
Un peligroso tópico -todos los tópicos son peligrosos- dice que basta ser inteligente para pensar bien. Se confunden inteligencia y método de pensamiento.Se puede ser muy inteligente y ser un desastroso pensador. Ejemplos hay a millares. Conviene detenernos en este punto porque ilustra una cosa elemental: que el pensamiento es producto de la sociedad, de la lucha de sus intereses enfrentados. La inteligencia también lo es, pero a otra escala. Ésta se desarrolla en la primera infancia y detiene luego su desarrollo pudiendo producirse un retroceso con la edad si no se mantiene un uso sistemático de ella. Al igual que la memoria y la capacidad sexual, que se mantienen con el uso, la capacidad intelectiva también se engrasa con su práctica.
Sobre la misma base biológica, excepto en casos de minusvalía, enfermedad o accidente, todos los seres humanos nacen con las mismas facultades intelectivas. Son los factores sociales, clasistas, de género, de opresión nacional, de familia, alimentarios, educacionales, medioambientales, etcétera, los que condicionan el desarrollo intelectivo. Todos los datos científicos disponibles destrozan los mitos racistas y sexistas sobre supuestas diferencias de potencia intelectiva según el sexo y la raza. La inmensa mayoría de los «tests de inteligencia» han sido ideados para «demostrar» la superioridad del hombre blanco, y todos los tests tienen claras deficiencias que les impiden medir las condiciones sociohistóricos que afectan a la inteligencia. De cualquier modo, los datos recientes sobre la potencialidad del cerebro humano indican que sus capacidades son impresionantes.
La capacidad de pensamiento sufre mayores condicionantes porque es en su totalidad una construcción social. SE APRENDE A PENSAR. El pensamiento, que es la cualidad por excelencia de la materia altamente organizada, requiere para realizarse como tal de, además del lenguaje, una serie de conceptos, juicios, teorías… que sólo se adquieren con el aprendizaje colectivo. Por esto, por su dependencia del aprendizaje, y porque el sistema educativo es uno de los instrumentos decisivos de opresión, debemos ser conscientes de que la sociedad obliga a l@s oprimid@s a no pensar, Y SI NO TIENE MAS REMEDIO, A PENSAR MAL. Más adelante volveremos sobre esta decisiva cuestión.
El pensamiento necesita de una metodología. Pero también de determinada dosis de voluntad y predisposición psicológica. De la misma forma que la memoria recuerda mucho más las cosas agradables y positivas, olvidando las desagradables y negativas que echa al basurero del inconsciente, el pensamiento y a través suyo la inteligencia, funcionan mucho mejor cuando se interesan por el objeto, cuando no lo ven como una obligación e imposición, cuando comprende que el esfuerzo que realizan es positivo y agradable. Toda la experiencia de pedagogía revolucionaria, incluso en el peligro de las escuelas clandestinas de formación, muestra como l@s oprimid@s, obrer@s, campesin@s muchas veces analfabet@s a la fuerza, aprenden con gran rapidez al comprender que ese esfuerzo es vital para su liberación, para su felicidad.
La voluntad de pensar bien y el gozo que se obtiene al hacerlo, nacen de algo muy simple: la superación gratificante que se logra al ampliar los conocimientos. Aprender cuesta esfuerzo porque adquirir conocimientos es una tarea doble: darse cuenta que los viejos conocimientos son eso, viejos, y esforzarse en acceder a otros nuevos, más acordes con las nuevas necesidades. Por eso, cuando nos detenemos en el proceso de pensar nos sucede lo que a los deportistas: perdemos fuerza y concentración. No es una tontería. El pensamiento, lo hemos dicho, es un proceso. Un proceso tanto más sencillo y menos cansino cuanto más se ejercita. Cuando se detiene le sucede lo que al ciclista, si para se cae. En el caso del pensamiento: se desmotiva, se enrroña, pierde concentración, agilidad de asociaciones, de conexiones, de problematización, de imaginar hipótesis, de crear provocaciones intelectuales… Luego le cuesta volver a pedalear de nuevo.
Es un proceso menos cansino cuanto más se ejercita porque su combustible no es otro que los propios conocimientos que adquieren: CUANTOS MÁS CONCEPTOS SE APRENDEN, CUANTAS MÁS PALABRAS SE USAN, CUANTAS MÁS BASES TEÖRICAS SE INTEGRAN EN EL MÉTODO DE PENSAMIENTO, MAS Y MEJOR SE PIENSA. El envejecimiento, la mala alimentación, la explotación, la castidad, el pesimismo y la desilusión vital, la docilidad y sumisión, la alienación…, merman la capacidad intelectiva y de pensamiento. La más difícil de contrarrestar es el envejecimiento pero una vida revolucionaria, digna, subversiva, rebelde, creativa, comunicativa, alegre, que respete los criterios básicos de salud psicosomática, es decir, una vida buena, de calidad, mantiene la capacidad de pensamiento. En los infrahumanos campos de exterminio nazis, l@s luchador@s crearon organizaciones armadas clandestinas. Y sabemos que, junto a los descubrimientos científicos, la creación y mantenimiento de organizaciones armadas revolucionarias ES UNA DE LAS COSAS QUE MÁS INTELIGENCIA EXIGE.
La adquisición de conocimientos nuevos, la mejora del pensamiento y la agilización de la inteligencia exigen la vida en colectivo. El conocimiento sólo nace, vive y se reproduce en la colectividad. PERO MUERE SI SE LE AISLA. Esta dependencia hacia la creatividad colectiva era una de las razones por las que los griegos siempre educaban, pensaban y estudiaban en grupo abierto. Es una mentira como una catedral de grande el que la vida contemplativa, cenobítica y eremita, de ermitaño, da el verdadero conocimiento. El conocimiento, si quiere ser tal, debe alimentarse del contraste, del debate, confrontación y choque con la realidad. El ermitaño no conoce nada de nada, más que su propia soledad ahogada en delirios. El conocimiento necesita el oxígeno de la vida en común, de los debates abiertos, de la circulación de textos e ideas, de la refutación de dogmas y de la comunicación de experiencias ajenas. Bertrand Russell decía que no hay diferencia entre las alucinaciones del delirium tremens de un alcohólico y las visiones celestiales de un místico que se ha autosometido a extremos desequilibrios psicosomáticos.
Precisamente porque esta exigencia de colectividad es incondicional, asistimos a dos experiencias tan opuestas: una, LA DISPERSIÖN Y AISLAMIENTO DE LOS PRISIONEROS BUSCA ENTRE OTRAS COSAS ANULAR SU CAPACIDAD DE PENSAR y otra, LAS ORGANIZACIONES CLANDESTINAS REVOLUCIONARIAS AGUDIZAN LA INTELIGENCIA POTENCIANDO EL CONOCIMIENTO EN LAS PEORES CONDICIONES REPRESIVAS. Tan opuestas pero tan relacionadas en algo básico: el pensamiento creativo, al saber que depende del oxígeno colectivo, es capaz de crear los más originales mecanismos para extraer ese oxígeno de las cosas más incomprensibles: una foto en la celda, una carta, un recuerdo, una canción, la espera de una visita, etc. La experiencia de l@s oprimid@s sometidos a los peores aislamientos confirma esta impresionante capacidad del pensamiento creativo.
Campanella y Gramsci, por ejemplo, son dos de entre l@s muchísim@s luchador@s que superaron las peores condiciones de aislamiento carcelario. Por su parte, las organizaciones clandestinas han sido capaces de florecer en medios tan feroces como los campos de exterminio nazis o las peores dictaduras asesinas. Sin embargo la sociedad en la que malvivimos no es lo que se dice un jardín para el buen pensamiento. Peor aún, está estructurada para limitar incluso pensar mal, porque LO QUE SE PRETENDE ES QUE L@S OPRIMID@S NO PENSEMOS, O PENSEMOS MAL. Por tanto este es un punto previo que debemos solucionar antes de seguir.
2. PROHIBIDO PENSAR, OBLIGADO CREER:
En los clanes y tribus los ancianos, brujos y chamanes controlaban el pensamiento y la memoria oral. Desde la instauración del patriarcado las mujeres tienen prohibido pensar por ellas y para ellas mismas. Antes de la escisión social en clases antagónicas sólo pensaban los sacerdotes y los reyes-dioses. Los esclavos no podían pensar porque no eran humanos, eran animales. Los siervos tenían que dejar el pensamiento en manos de la Iglesia y de los señores. Los aprendices y trabajadores de los gremios en manos de los maestros artesanos y sus asociaciones privadas.
Luego, éstos y las clases feudales en manos de la burguesía y de sus intelectuales orgánicos. Los pueblos colonizados y civilizados, es decir, expropiados y machacados sólo podían pensar en y con el pensamiento colonizador. ¿Y l@s trabajador@s, parad@s, niñ@s, ancian@s… actuales? ¿Y l@s negr@s, palestin@s, vasc@s, kurd@s, breton@s…? ¿Cuál es la causa por la que la inmensa mayoría de la humanidad no ha podido ni puede pensar por ella misma?
La respuesta a esta pregunta es decisiva para poder continuar y resolver el problema del pensamiento. Porque el pensamiento es un problema. No es el único problema, pero sí DECISIVO cuando va unido a otros dos también decisivos: PROPIEDAD Y ESTADO. No podemos extendernos sobre éstos. Max Weber, uno de los mejores sociólogos burgueses, rodeado siempre de altos generales prusianos, grandes capitalistas y furibundos antisocialistas, ya dejó claras las relaciones entre el pensamiento, la religión y el capitalismo. Es un problema el pensamiento porque remite al surgimiento y control de la propiedad sexo-económica, propiedad privada y Estado. L@s oprimid@s de todas las épocas se han encontrado siempre con serios obstáculos para saber, conocer y pensar por ell@s mism@s. En la mitología griega Prometeo fue condenado por robar el secreto del fuego -del conocimiento- a los dioses y pasárselo a los humanos. No había que abrir nunca la caja de Pandora. Otro tanto sucedía con el cofre de la Santa Alianza. La Biblia es estricta desde el Génesis: prohibido comer los frutos del árbol de la ciencia del bien y del mal. Los Libros Sibilinos de Roma sólo podían ser interpretados por una muy reducida minoría de poderosos. Los secretos de la voluntad del dios judío sólo pueden ser conocidos por los poquísimos eruditos de la Kabala y del Talmud. ¿Para qué seguir enumerando casos cuando todos nos llevan AL CONTROL DEL PENSAMIENTO POR EL PODER OPRESOR?
Tod@s l@s oprimid@s que han existido en la historia han sido conscientes en mayor o menor medida de la importancia práctica del acceso a un pensamiento propio. Tal anhelo aparece en las primeras tradiciones utópicas sean religiosas o no, y va creciendo hasta adquirir sus formas más acabadas en el socialismo utópico en cualquiera de sus formas. Es muy significativo el que sea con la aparición de las primeras luchas obreras y populares cuando se da el paso de la utopía que creía que sólo la cultura y las reformas liberan a l@s oprimid@s, a tesis de la NECECIDAD de la organización y lucha sistemática, violencia revolucionaria y toma del poder como requisitos para la liberación. Ya antes de que Lenin dijera aquello de que «sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria», los grupos revolucionarios se habían esforzado en el mismo sentido. Ernst Bloch muestra cómo en el precapitalismo la «teoría» se presentaba como utopía.
La experiencia histórica confirma que el pensamiento es un problema porque, según qué pensamiento sea, cómo y para qué se use, SOSTIENE O DESTRUYE EL SISTEMA. El pensamiento es un problema porque nunca es neutral, porque ES MENOS NEUTRAL CUANTO MÁS NEUTRAL DICE SER. Teniendo eso siempre muy en cuenta, los sucesivos poderes han decidido siempre que «sus» oprimid@s no pensasen. Y si por lo que fuere no tenían más remedio que permitir que lo hicieran, entonces LES ENSEÑABAN A PENSAR MAL, pero esto sólo en casos extremos. La historia de la educación y pedagogía, de las formas de transmitir y enseñar los conocimientos, así lo demuestra. Durísimas formas y métodos de explotación, penosas condiciones de existencia, malvivencia, dificultades extremas para la comunicación, enormes trabas e impedimos para cruzar las fronteras artificiales o naturales, semejantes condiciones objetivas y subjetivas que en Europa occidental han estado vigentes hasta no hace mucho -y que reaparecen con otras formas en la actualidad- existen en amplísimas zonas del planeta. Pero lo decisivo es que la nueva fase histórica del capitalismo IMPONE UNA TEMPORALIDAD EN LA QUE CASI DESAPARECE EL TIEMPO PROPIO NECESARIO PARA APRENDER A PENSAR BIEN.
El capitalismo está lanzando una ofensiva para destruir la colectivización creativa del pensamiento y de las experiencias populares. Simultáneamente está imponiendo un aislamiento creciente, una individualización atomizada en la mayor parte del tiempo, y unos reducidos momentos de apelotonamiento gregario y masivo en espectáculos alienantes, deportivos, religiosos… Más que nunca en su historia, el capitalismo necesita lograr que la gente no piense por ella misma pero sí crea que las cosas no son como se sienten y padecen en la amarga realidad diaria. La diferencia insalvable y ANTAGÓNICA entre creencia y pensamiento es uno de los recursos últimos del poder, por lo que EN VEZ DE ENSEÑAR A PENSAR SE IMPONE LA CREENCIA. De esta forma, cada vez más, ocurre que mucha gente cree que piensa cuando no piensa en absoluto y sólo cree en la TV y en la «verdad oficial».
Más de un@ se preguntará qué tiene que ver la diferencia entre creencia y pensamiento para el tema que nos ocupa. Esta duda es un ejemplo de mal pensamiento porque no calibra dos cosas elementales: la necesidad de seguir el método y proceso creativo del pensamiento, de lo que ya hemos hablado, y la incapacidad para ver que una de las características de la CREENCIA es DESPRECIAR ESE PROCESO. Es un tema importante que nos obliga a unos segundos de explicación. Continuamente nosotr@s mezclamos un montón de creencias con muy pocos pensamientos. Lo que erróneamente llamamos «pensamiento» no es sino un magma en el que son ampliamente mayoritarias las creencias y sorprendentemente minoritarios los verdaderos pensamientos. ¿Por qué? Porque en nuestra vida cotidiana creemos mucho más de lo que pensamos. Es decir, una inmensa cantidad de nuestros actos y reacciones, sentimientos y afectos y, sobre todo, de las bases sobre las que se sustentan nuestros pensamientos SON PURAS CREENCIAS SIN DEMOSTRAR O INDEMOSTRABLES. Sobre esta base carente de todo valor, sobre nada, sobre tópicos y convencionalismos no verificados y no verificables, sobre ella y utilizando palabras y conceptos imprecisos, ambiguos, polisémicos, sobre ella y con ella, repetimos, elaboramos nuestros pensamientos. Para ser más precisos, lo que nosotros CREEMOS QUE ES PENSAMIENTO. Hace mucho tiempo, Francis Bacon, muerto 1626, grandioso científico y filósofo, pero persona corrupta y marrullera, ya demostró el pernicioso efecto de las creencias, mitos, tabúes, los ídolos como él los llamaba, sobre, contra, el pensamiento humano.
La creencia, además de ser la aceptación como verdad de lo que no está demostrado o es indemostrable, también, obligatoriamente, rompe el proceso de pensamiento. En este sentido esencial, la creencia se produce cuando no investigamos las causas, argumentos y tesis, y aceptamos su veracidad por supuestas razones que NOS DICEN están más allá de nuestra razón. Un ejemplo, cuando en vez de probar lo necesario un coche de segunda mano para ver su estado de funcionamiento, nos contentamos con la llamativa pintura, los nuevos adornos y la palabra del vendedor que quiere deshacerse de un cacharro que justo anda cuesta abajo. Muchas veces, más de lo que CREEMOS, practicamos este vicio nefando, cómodo y escapista, de acortar y reducir el proceso de pensamiento. De este modo, por inercia, comodidad y educación, nos acostumbramos a despreciar el sano hábito de preguntarnos siempre por qué, cómo, con qué, a dónde, para qué, quién gana o pierde con tal decisión o tesis, qué efectos tendrá… ¡Pero es que si siempre dedicamos tanto tiempo a estas desconfianzas! ¿Porqué no me voy a creer lo que me dice mi amig@, la gente de mi entorno, las revistas científicas, la prensa revolucionaria…? Esta pregunta nos lleva a dos vicios elementales del mal pensamiento: la vagancia propia, y la personalidad obediente, acrítica y sumisa hacia la burocracia aunque sea revolucionaria y abertzale, de l@s compañer@s de lucha, de nuestra prensa…
La credulidad es la peste mental infectada por la educación. No nacemos crédulos. Al contrario. Las permanentes, impertinentes y directas preguntas son una característica de la infancia. Más aún, cuando no se hacen ES QUE ALGO EMPIEZA A SER MALEDUCADO EN LA PERSONALIDAD INFANTIL. La credulidad es inseparable de otros componentes de la personalidad alienada que no podemos exponer aquí como el miedo y angustia ante el libre pensamiento. Muchos de ellos también se dan en la izquierda revolucionaria y abertzale. Pero ¡en algún momento debe aceptarse una respuesta! Sí, desde luego, cuando sea cierta, cuando la hayamos CONTRASTADO con la práctica. Aun y todo así, siempre quedarán flecos, áreas, zonas que esa respuesta NO PUEDE LLENAR. Ninguna respuesta científica puede agotar y llenar todas las líneas derivables de la pregunta. Sí responde a su esencia, a su nudo y raíz, pero no a las innumerables características secundarias, lazos y relaciones con otros problemas y con las preguntas y respuestas que originan. Sólo la credulidad, la creencia, corta ese infinito proceso de pensamiento. Pero si SIEMPRE DEBEMOS DUDAR, si en todo momento debemos preguntar y preguntarnos ¿¡cómo vamos a estar segur@s de algo!?
La práctica, experiencia común y la credibilidad, legitimidad y referencialidad, conquistadas trabajosamente por compañer@s de lucha, esto que se llama reconocimiento público, es una de las garantías no absolutas para responder a esa pregunta. Pero, además, como sistema más seguro, debemos desarrollar nuestros propios conocimientos y nuestra capacidad creativa. En el fondo, aquí tratamos un problema filosófico importante para el que no tenemos tiempo: la dialéctica entre la verdad y la certidumbre y el error y la incertidumbre en la práctica del pensamiento. Pero podemos ilustrar la solución siempre histórica del problema con el estudio de las consecuencias para el conocimiento humano de la pugna entre la búsqueda crítica de la verdad concreta y la defensa a ultranza del dogma. Duns Escoto, franciscano muerto en 1308, que hizo grandes aportaciones al pensamiento lógico de la época, citó más de 800 veces a San Agustín en sus críticas a Santo Tomás de Aquino, pero éste sólo en su obra Summa Theologica, cita al obispo de Hipona más de 2000 veces. Ninguno podía superar el marco histórico de su vida y pensamiento, y ambos tenían que referirse dogmáticamente a San Agustín. Pero Duns Escoto lo hacía mucho menos y tenía mucha más libertad creativa que Santo Tomás, quien se refugiaba rápidamente en el dogma establecido. El pensamiento creativo actual debe más a Duns Escoto que a Santo Tomás. Pero el Vaticano, con su primitivismo fanático, santificó al segundo y lo tiene por el máximo teólogo, y silenció al primero.
Ejemplos como éste abundan en la historia del pensamiento. Todos ellos nos llevan a la cuestión decisiva de la praxeología como síntesis de teoría, práctica y valores humanos. Tres ejemplos: Desconociéndose casi todo sobre su vida y su pensamiento, sin embargo, Espartaco se convirtió tras su muerte por los esclavistas romanos en un ejemplo a seguir para decenas de miles de oprimid@s de todas las épocas. Es un ejemplo de credibilidad ganada con la militancia. Otro es el del poder de convicción del saber y de la lógica: a fines del s. XIX, estudiantes querían ridiculizar a un profesor darwinista y ateo, se disfrazaron de demonios y le despertaron bruscamente en la mitad de su sueño; el profesor abrió un ojo medio dormido, murmuró: cornudo, artiodáctilo… luego herbívoro, y se durmió tranquilamente. Es un ejemplo de certidumbre basada en la ciencia y la lógica. El tercero es un ejemplo mixto, muy común: Cuando una organización armada revolucionaria de liberación nacional realiza una acción especialmente impactante, que descoloca a mucha militancia de base, parte de esa militancia analiza el hecho en base a su preparación teórico-política, a su experiencia práctica, y a la certidumbre absoluta de que la organización armada dirá la verdad sobre la acción. Es un ejemplo de certidumbre y credibilidad basadas en la experiencia, la formación teóricopolítica y la asunción de los valores emancipadores.
3. PENSAR: PLACER Y PELIGRO:
No pensamos bien. Aunque pensemos, y lo hacemos algunas veces, la inmensa mayoría de esas escasas veces, pensamos mal, muy mal. Otras muchas veces creemos que pensamos por nosotr@s mism@s, pero sólo estamos haciendo una repetición mecánica, simplona y lineal de lo que las clases dominantes, los poderes opresores, los Estados… dicen que es pensar. Ellos nos dicen cómo se piensa y nos lo creemos. Ya está. Pues muy mal. Mucha gente, nosotr@s mism@s, hacemos demasiadas cosas sin pensarlas, o pensándolas muy superficialmente. Por rutina, por costumbre, porque así lo hacen los demás. Pero también porque pensar bien es difícil y peligroso.
Pensar bien es difícil AL PRINCIPIO, hasta que se aprende a hacerlo. Luego, conforme más se usa, es más fácil, más bonito y ¡desde luego! muy excitante y placentero. Es como el sexo: cuanto más se practica más gusta y más se necesita. Por eso el pensamiento y sexo son pecado. Pensar bien siempre ha sido peligroso. Esto se nos tiene que meter en la cabeza y luego volveremos a ello por su innegable importancia. Es peligroso porque el buen pensamiento ha de ser radical, ha de llegar a las raíces de las cosas y ha de transformarlas, DE LO CONTRARIO NO ES BUEN PENSAMIENTO.
¿Cómo se comprende que una cosa buena y placentera sea peligrosa? Muy simple: porque en todo lo relacionado con el pensar bien hay que introducir siempre, pero siempre, dos criterios inseparables: el criterio de la práctica y el criterio de la emancipación. Y ambos criterios inseparables hacen mucho daño al poder y, por contra, mucho bien a l@s oprimid@s. Por tanto, como seres humanos conscientes, nos sentimos felices al ayudar a la emancipación colectiva pero a la vez sabemos los peligros que eso acarrea. Es decir, pensar bien exige introducir la ética revolucionaria como parte esencial de ese pensamiento, como elemento interno necesario para el buen pensamiento.
¿Qué sucede cuando sólo se aplica un único criterio, por ejemplo el de la práctica, despreciando el valor ético? Pues que se realiza un pensamiento utilitarista y positivista, orientado exclusivamente a un fin inmediato y egoísta, que desprecia los valores. Así piensan los yuppis, trepas, pesebreros, patrones y burgueses… es decir, los que quieren «triunfar en la vida» ocultando que esa es su filosofía. MAS TEMPRANO QUE TARDE EL UTILITARISMO Y EL POSITIVISMO TERMINAN EN EL PENSAMIENTO REACCIONARIO. Pero no debemos olvidar que hay opresores que dicen claramente que su ética es la de enriquecerse, que la miseria, el dolor y la injusticia son consecuencia del pecado, o del destino, o de la vagancia y pereza biológicas, genéticas, de l@s explotad@s. ¿Qué sucede cuando sólo se priorizan los valores éticos y se abandona el criterio de la práctica? Pues que el pensamiento se hunde en el abismo de la mística, de la contemplación, de la renuncia a la lucha y de la pasividad ante la opresión. ES POR TANTO UN PENSAMIENTO COLABORACIONISTA.
Muy probablemente alguien pensará que no tiene ningún sentido esta parrafada. Dirá: ¿a qué viene este totxo?, ¿por qué no pasa directamente a explicar qué es pensar bien?, ¿por qué pierde tanto tiempo? Quien haya aprendido métodos de lectura rápida sabrá que es muy positivo empezar leyendo el resumen y el índice, después la introducción, antes de pasar a la primera lectura, dejando los trozos difíciles para la segunda lectura. Es verdad y es muy bueno, si se trata de textos que concuerdan con nuestro pensamiento. Quien haya estudiado las limitaciones estructurales de la lógica formal y del pensamiento dominante -luego lo haremos- sabrá que los necesarios métodos de lectura rápida merman su efectividad de comprensión cuando topan con contenidos cualitativos. Y CASI LA PIERDEN DEL TODO CUANDO ESOS CONTENIDOS SON REVOLUCIONARIOS. Estos métodos merman porque no tienen en cuenta un montón de factores personales, psicológicos, ideológicos, etc., que por su reaccionarismo limitan muy seriamente la capacidad de conocer cosas nuevas.
Por tanto, en nuestro caso, que quiere enseñar a pensar bien desde y para la emancipación humana, esos métodos que recomendados deben aplicarse después de la desintoxicación del dogma, del reaccionarismo y de sus métodos de pensamiento. Más aún, esas preguntas son un ejemplo de mal pensamiento. Un buen pensamiento debería preguntarse: ¿qué quiere decirnos?, ¿qué prepara?, ¿cómo va a seguir? Veamos la diferencia. El primero, el mal pensamiento no se preocupa por la continuidad y profundización en algo CUALITATIVAMENTE NUEVO Y REVOLUCIONARIO, entre lo que se está diciendo y lo que se va a decir, por su lógica desde el principio hasta el fin, sino sólo por llegar cuanto antes al fin. No se preocupa por saber que EL BUEN PENSAMIENTO ES UN PROCESO ININTERRUMPIDO EN EL QUE LOS SALTOS A LO NUEVO EXIGEN SIMULTANEAS PROFUNDIDADES EN EL MÉTODO Y EN LOS CONCEPTOS. El buen pensamiento, trata de mantener esa continuidad, relacionar lo que se está diciendo con lo se dirá y con lo que se ha dicho. Una vez dominada esa dialéctica, sí valen y mucho los métodos de conocimiento rápido.
Si el pensamiento desprecia su continuidad, sus pasos y ascensos, sus saltos, sus procesos, olvida de dónde viene, cómo ha evolucionado, qué ha pensado, qué ha hecho y por qué. De este modo el presente y el futuro pierden su conexión con el pasado y el pensamiento se desarraiga, rompe con la historia y se pierde en especulaciones. Múltiples son las consecuencias nefastas de este error, pero entre ellas destaca la de incapacitar de cuajo cualquier posibilidad de autocrítica. Es decir, de analizarse y superarse a sí mismo. Porque la autocrítica sólo se puede hacer si se recuerda la continuidad del pensamiento. Veamos un ejemplo elemental.
Un buen pensamiento se pregunta además de por el futuro también SOBRE CÓMO LOS ERRORES O ACIERTOS DEL PASADO CONDICIONAN EL PRESENTE Y EL FUTURO. Nosotr@s intentamos siempre que la práctica abertzale de hoy mire al mañana, aumente la fuerza emancipadora, atraiga sectores, abra nuevas vías populares de independización. Pero también hemos de preguntarnos ¿cómo estamos pagando ahora mismo los errores de ayer?, ¿cómo pagaremos mañana los errores de hoy y de ayer? ¿qué tenemos que aprender de ayer para no repetirlos? Es decir, una característica del mal pensamiento es que prolonga durante mucho tiempo los efectos negativos y nefastos. Pensar mal es como un círculo vicioso que repite mecánicamente sus errores. Desde el buen pensamiento, a la inversa, debemos preguntarnos ¿CÓMO ESTARÍAMOS AHORA SI NO HUBIÉSEMOS COMETIDO ESOS ERRORES, SI HUBIÉRAMOS PENSADO ADECUADAMENTE, SI NO NOS HUBIÉRAMOS DEJADO ARRASTRAR POR LA INDIFERENCIA ANTE EL MAL PENSAMIENTO? La irresponsabilidad y la ausencia de autocrítica son características del mal pensamiento. La autocrítica no es otra cosa que autointerrogación.
No nos debe parecer difícil esta permanente interrogación sobre lo que hacemos y hemos hecho. Diariamente, en el quehacer cotidiano, empleamos más habitualmente de lo que creemos el método de la permanente interrogación. Ocurre que lo hacemos sin darnos cuenta cuando no estamos en momentos de discusión, debate, lectura y estudio de temas nuevos, etc. Cuando nos encontramos en situaciones así, cuando realmente necesitamos ese método, entonces no lo aplicamos porque hemos sido maleducad@s por el poder. Hemos sido maleducad@s en la fe, la credulidad, el dogma, la sumisión al poder, el no escuchar al otr@ igual o inferior a nosotr@s, la obsesión por imponer la propia idea sobre los demás… No nos han enseñado a escuchar, preguntar y responder, tener paciencia, anotar, memorizar, analizar y sintetizar lo que nos dicen, descubrir los puntos débiles nuestros y contrarios, descubrir lo que nos aportan… Sin embargo este método llamado problémico, es tan viejo como las primeras escuelas de pensamiento y nació con la primera forma histórica que tuvo el pensamiento dialéctico. Pitagóricos, sofistas, socráticos… desarrollaron este método. Benjamín Franklim nos ha dejado una ingeniosa, satírica y demoledora argumentación de sus excelencias. Preguntar, interrogar, descubrir errores y contradicciones no está bien visto, sino al contrario. Desde que Platón y Aristóteles arremetieran contra los sofistas, el método problémico llevado a sus consecuencias últimas ha sido atacado. No conviene ni interesa al poder. Nos han dicho que el sofista es un marrullero tramposo, capaz de crear argucias y falsedades para ganar al contrario.
Los sofistas defendían en Grecia los intereses en pleitos y juicios de los ciudadanos pobres contra los intereses de los oligarcas antidemocráticos. Cobraban si ganaban. La sofística sirvió para descubrir las deficiencias del pensamiento. Puso al descubierto la importancia de las contradicciones internas a toda argumentación. Sostuvo que nada es inmutable y eterno. Decían que el conocimiento no depende de la cuna sino del aprendizaje, y rechazaban el monopolio elitista de la educación y del saber. Aristóteles hizo sus descubrimientos lógicos para contrarrestar el poder de la sofística.
El cristianismo profundizó la persecución del método problémico al imponer el principio de «no juzgues para no ser juzgado». Pero su fuerza es tal que el propio San Agustín, en sus «Confesiones», no tiene más remedio que usarlo subrepticiamente para intentar desautorizarlo y asentar la dogmática cristiana. Así, con ese silencio, se impide preguntar, interrogar, saber, conocer, investigar… es decir, problematizar hechos e ideas para poder disponer de un juicio propio e independiente, no supeditado al pensamiento del poder. Hoy mismo, cuando se dice que un pensamiento es sofisticado, se reconoce que es un muy buen pensamiento, capaz de penetrar hasta las cosas más profundas y escondidas, sacándolas a la luz con todos sus matices y contradicciones. Este tema es tan importante que volveremos varias veces sobre él.
La problemización de todo lo que hacemos, o sea el interrogarnos a nosotr@s mism@s y a l@s demás, no se limita sólo a los momentos de la conversación. Vale, y es necesario, también en la lectura y estudio. Se puede «hablar» con un libro, con un cuadro, con un texto científico sobre los fractales o sobre las causas y consecuencias del tardío descubrimiento ¿o invención? del número cero por los árabes. Se puede y se debe «hablar», interrogar, porque es la forma más directa y plena de llegar a las contradicciones del pensamiento que leemos. Existen técnicas que veremos en su momento para «hablar» con un libro: diversas formas de lectura, apuntes y anotaciones a pie de página, subrayados, resúmenes posteriores, etc., que se hacen durante la lectura y que nos permiten muchas cosas. Pero una condición esencial para practicar el método problémico es haber superado el dogmatismo y el miedo al libre pensamiento crítico.
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