Breve nota sobre las hipótesis acerca del origen del lenguaje humano

Por: Pedro Santana Martínez
Fuente: revista «El Catoblepas», número 40, junio 2005

Se repasan las hipótesis recientes sobre el origen del lenguaje y se esboza un análisis de los presupuestos que se esconden no sólo tras las mismas, sino también tras las teorías del lenguaje y los modelos lingüísticos con los que suelen ir coordinadas

1. Presentación

En relación con la cuestión de los orígenes del lenguaje humano articulado (doblemente articulado según la precisión habitual) y su importancia para la teoría de la religión, nos proponemos comentar algunos aspectos acerca de aquélla que nos parecen de interés.

Comenzamos por advertir que nuestra discusión pivotará en torno a la hipótesis del protolenguaje en el sentido de Bickerton, se organizará sobre ella, por así decir, le concederemos la virtud de haber reorganizado el campo de las hipótesis sobre el asunto del origen del lenguaje. Al proceder de esta manera nos situaremos en la proximidad de formulaciones que se inscriben muy claramente en la lingüística y la teoría del lenguaje de Chomsky. Aunque ese territorio es habitado también por adversarios de éste, de ellos cabría decir que sólo pueden contradecirle porque, precisamente, Chomsky desarrolló la teoría del lenguaje y la lingüística sobre las que crecieron muchas de las corrientes en lingüística que ahora registramos, aunque no todas desde luego, ni muchísimo menos. No se trata, parafraseando en cierto modo lo antes afirmado a propósito de la hipótesis del protolenguaje, de que sea imposible hacer lingüística fuera del ámbito inaugurado por Chomsky: lo que vino a ocurrir con la irrupción de éste es que todas las lingüísticas se pudieron clasificar o situar desde las coordenadas que esa misma irrupción proporcionó. Sin perjuicio del valor del trabajo de muchos lingüistas, éste sólo se entiende históricamente como una respuesta, técnica –pongamos Joan Bresnan– o de un calado más ideológico –digamos Pinker– al autor de Syntactic Structures. Y obraremos de esta manera no especialmente movidos por la verdad positiva que podamos adjudicar a las teorías de Chomsky o de Bickerton, sino por el modo en que éstas, en su mismo planteamiento, revelan los problemas más o menos latentes en la ciencia lingüística.

Cabría incluso señalar que lo que consideramos es la extensión y éxito en el último siglo de las ideas de Chomsky, lo que le convierte en una referencia inexcusable, es sobre todo una cuestión de esa capacidad objetiva que procede de su estatus ambiguo entre la teoría del lenguaje y la gramática en el sentido más técnico. En este sentido, añadiremos que no tenemos demasiado interés por adoptar una de las posiciones que cabría ocupar en este ámbito polémico. Hay que decir también que algunos de los puntos tratados en el presente trabajo tomarán un sesgo que podríamos denominar informativo, si acaso tenuemente crítico (dejamos la crítica en forma para otro lugar), y que otros en cambio contienen especulaciones que se presentan más como desarrollos lógicos de las sugerencias que se encuentran en la literatura especializada que como hipótesis a las que deba internamente prestárseles importancia. El interdicto decimonónico sobre la investigación en torno a los orígenes del lenguaje –«La Société n’admet aucune communication concernant, soit l’origine du langage, soit la création d’une langue universelle.»–, que estatutariamente expresó la Société Linguistique de Paris en 1866, no ha perdido toda razón de ser, por más que en el algún momento las líneas que siguen serán, a juicio de muchos, escasamente parsimoniosas en lo que hace a tal asunto.

Hemos organizado estas páginas de forma que comenzaremos con una presentación de lo que creemos es el núcleo de la teoría del lenguaje de Chomsky tal como ha venido conformándose en los últimos años, algo de especial interés dada la conexión entre la misma y la teoría filogenético de Bickerton. Después, de modo provisional, ofreceremos muy esquemáticamente unos criterios para la clasificación de las hipótesis sobre el origen del lenguaje articulado, si bien dejamos para otro lugar una exploración y una explotación sistemáticas de dicha clasificación. Por último, discutiremos una serie de ideas que pueden tener especial interés para el tema que estamos tratando.

2. Teoría del lenguaje y gramática en el último Chomsky

De las ideas lingüísticas de Chomsky a lo largo del medio siglo en que se han venido desarrollando, algunos dirán que han mantenido cierto núcleo fundamental y otros insistirán en las mutaciones tan significativas registradas entre los sucesivos modelos y sus presupuestos. Las líneas que siguen pretenden ser una brevísima presentación, más emic que etic –pero nos tememos que no reconocible como propia, como una fácilmente aceptable por los lingüistas en activo– del núcleo de la teoría chomskiana en la última década, núcleo cuyas modulaciones pueden resultar novedosas para el lector familiarizado con la gramática generativa clásica.

De acuerdo con aquélla, las lenguas humanas responden a la misma caracterización formal, no sólo –aunque también– en el sentido de que sean un subconjunto de los lenguajes posibles, sino en el sentido de que vendrían caracterizadas por un esquema metagramatical que, más que mediante la asignación de valores arbitrarios a una serie restringida de parámetros binarios, se especificarían, en cuanto hace a su sintaxis, según unos valores que vendrían dictados por la información morfológica contenida en las palabras de cada una de ellas.

Este planteamiento formal, exento y encuadrable en la teoría de lenguajes formales, se combina con una teoría cognitiva modular, lo que lógicamente tendrá consecuencias para toda la teoría del lenguaje, las teorías sobre su ontogenia, su adquisición y aprendizaje, y su filogenia.

Los conceptos de estructura profunda, superficial, p-, s-, forma fonética y forma lógica, presentes en los primeros modelos gramaticales generativistas se relativizan o desaparecen, con la excepción de estos dos últimos que se consideran como interficies que interactúan con otros módulos de procesamiento. Ésta última formulación nos pone, por cierto, delante de las servidumbres de esta gramática y esta teoría. Y es que ésta se apoya sobre una concepción representacionalista y modular de la psicología cognitiva. Asunto diferente es que se sostenga que los contenidos lingüísticos positivos de esta lingüística puedan ser preservados de tales servidumbres. Todo esto lleva a la reducción del campo de los fenómenos nuclearmente lingüísticos. Por poner un caso extremo, se puede sostener y se ha sostenido recientemente que los fenómenos de binding o ligamiento (relaciones entre sintagmas nominales correferenciales) dejan de pertenecer a la sintaxis para convertirse en cuestión de semántica, esto es, pasan a corresponder a otro módulo y también a otra especialidad de las ciencias del lenguaje.

Las derivaciones que conducen a las oraciones gramaticales no siguen un encadenamiento de reglas desde un símbolo inicial hasta una cadena con sólo símbolos terminales. Más bien, tales derivaciones han de realizarse de acuerdo con ciertas operaciones y obedecer a ciertas restricciones y principios muy generales. Incluso, se llega a abandonar las habituales etiquetas del análisis gramatical en la conocida Bare Phrase Structure Hypothesis. Puede comprenderse que esto dificulte la caracterización concreta de una gramática concreta dentro de la jerarquía de Chomsky, es decir, como gramática de estados finitos, libre de contexto, dependiente de contexto o irrestricta. Por otro lado, el «aspecto», el estilo de los análisis generativistas –más significativamente, el centro técnico de interés de la investigación– es lógicamente muy diferente al de los años sesenta o setenta.

Estas ideas alimentan al llamado Programa Minimista, el cual se inscribe en el marco más general de la llamada Teoría de Principios y Parámetros y sobre el que tendremos ocasión de decir algo más abajo{7}.

Nótese que la reducción del dominio de los fenómenos lingüísticos stricto sensu lleva a importantes consecuencias. En primer lugar, diríamos que aquello de lo que se ocupa Chomsky es sólo una parte de lo que se pone en juego cuando se habla: no dice (casi) nada de semántica, de retórica, de pragmática, &c., y renuncia a hacerlo, no dice nada tampoco de fenómenos que se tomarían como sintácticos pero que, en general, quedan preteridos. Por tanto, será tarea del investigador separar fenómenos lingüísticos digamos nucleares de otros fenómenos de la lengua, distinción que obviamente no se ajusta a la tradicional entre competence y performance.

Una caracterización formal rigurosa de las gramáticas nucleares de las lenguas humanas que probase que éstas forman un subconjunto bien especificado del conjunto de los lenguajes, sería un logro importante por cuanto tal cosa daría razón de toda la empresa. Una demostración de lo contrario llevaría a una corroboración de las teorías continuistas: el lenguaje sería, en la fórmula habitual, una manifestación de capacidades muy generales. Incluso habría que reconocer que tal caracterización tendría un valor que no vendría afectado en un sentido u otro por el mentalismo habitual en la teoría del lenguaje, ni por ningún otro aspecto de ésta.

Desde el punto de vista de la filogenia, la hipótesis de la especificidad estructural lleva a la hipótesis del protolenguaje, el sería básicamente un lenguaje sin sintaxis, con todo lo que eso implica sobre las cotas de complejidad de los enunciados y de la información transmitida. Ahora bien, esa ausencia de lenguaje implicaría con seguridad que las «protopalabras» no tendrían la estructura semántica léxica ni morfológica de las «verdaderas palabras». El «lenguaje moderno» sería posible por la aparición de una nueva y especializada facultad cognitiva, lo que se produciría a través de una mutación o como resultado epigénetico. Esa nueva y especializada facultad se mantiene un tanto en la bruma porque tendría que ver con un manejo y una codificación más bien abstractos de cierto tipo de símbolos y las cadenas que forman; no se trataría de una facultad que se correspondiese biunívocamente con el ejercicio de cierta conducta bien delimitada. Incluso, cabe enfrentar la alternativa de que la misma especificidad gramatical de las lenguas humanas sea consecuencia de una mayor capacidad de procesamiento, con lo que sería indispensable distinguir entre la posibilidad de una gramática que resultase necesariamente de un cierto tipo de procesamiento (por mantener regularidades estadísticas referidas a la comunicación, entre otras cosas) de una gramática específica que se presentase como arbitraria y neutra respecto a los principios de una comunicación más eficiente. Esta ha sido una constante en Chomsky, quien a lo largo de toda su carrera ha negado la pertinencia de los aspectos estadísticos y probabilísticas para la teoría del lenguaje.

Ahora bien, si se niega la especificidad, todo el escenario tal como ha sido delineado se derrumba. Como hemos dicho, esa especificidad se puede argumentar desde la caracterización formal de las lenguas humanas.

Pero, además, ha de quedar claro que una «nueva facultad cognitiva» no implica necesariamente la aparición de un nuevo comportamiento complejo. Sería preciso discutir cómo este cambio se produce en las conductas de los individuos dentro de los grupos o las poblaciones, lo cual no es sólo una cuestión modelizable a través de la sustitución de una conducta por otra, sino que entraña la discusión acerca de la gradualidad estructural de la filogenia del lenguaje.

Las alternativas abiertas serían encuadrables entonces según la aceptación o no de la especificidad (estructural, procesual) de las lenguas humanas y según la consideración que se haga de la distinción entre una capacidad y la ejecución e, incluso, éxito adaptativo de una conducta compleja muy específica. Debe notarse que la especificidad puede ser un resultado que no implique una mutación –un cambio detectable a escala individual– y sí un cambio ecológico o demográfico.

Éste que hemos preentado de manera bastante sucinta es, por así decir, el ámbito teórico en que vamos a situar las consideraciones que siguen.

3. Algunos rasgos para la clasificación de las teorías sobre el origen del lenguaje

Nos limitaremos aquí a la enunciación de unos criterios presentados de forma disyuntiva. Nos apresuramos a señalar su carácter empírico y aproximativo. Antes de entrar en ellos, quizá convenga expresar un primer criterio anterior habría de ser el que opone teorías del lenguaje para las que el lenguaje corresponde a una facultad cognitiva específica a las que sostienen que es el resultado del desarrollo de una facultad cognitiva de carácter general o de una capacidad de procesamiento mayor. De algún modo, la distinción puede estar contenida en el punto uno. Por otro lado, se verá que no consideramos las teorías tradicionales que se referirían más bien al desarrollo comunicación{8} intraespecífica. Tampoco se entra en consideraciones sobre la subsidiaridad del lenguaje vocal frente a sistemas de comunicación de carácter gestual.

1. Postulación de una etapa de protolenguaje tal vez presente en varias especies de homínidos frente a teorías que no consideran este protolenguaje{9}.

2. Existencia de un cambio biológico innato y más o menos específico registrado a escala individual, sin perjuicio de que el rasgo correspondiente haya de extenderse ampliamente en una población y sin excluir que sea una exaptación, frente a teorías que no consideran ninguna necesidad de un cambio cualitativo en la dotación genética o en el fenotipo{10}.

3. Teorías que enfatizan o se centran en la necesidad de cambios conductuales de carácter grupal centrados en la misma conducta comunicativa (cf. punto 6 más abajo), frente a teorías que no consideran esto algo esencial o ni siquiera digno de consideración.

4. Teorías que intentan precisar condiciones radiales, de carácter ecológico o demográfico, para que se produzca el proceso de implantación del lenguaje articulado frente a teorías que excluyen estas determinaciones.

5. Teorías gradualistas frente a teorías saltacionistas. La distinción, en principio, se puede aplicar tanto a las facultades cognitivas de que se supone dotados a los homínidos como al proceso de implantación de la realidad social del lenguaje.

6. Dependencia de otros desarrollos tecnológicos y culturales concretos que precisen de una transmisión organizada, esto es, correlación entre la aparición y el desarrollo del lenguaje y otras conductas pautadas, frente a independencia mutua. Suponemos que se trata de otros desarrollos ortogonales con respecto al lenguaje moderno. Evidentemente, aquellas teorías participarían de algún modo del eje circular del espacio antropológico.

7. Teorías que se construyen sobre los modelos proporcionados por las teorías de otros procesos o fenómenos frente a teorías «idiosincrásicas», que postulan la singularidad estructural de la filogenia del lenguaje.

Como dijimos, dejamos para otro lugar una presentación más refinada o incluso una reformulación de estos criterios. Nos contentaremos aquí con señalar la externalidad de los mismos respecto a la gramática (tal vez con la excepción del punto cinco). De hecho, proceden de disciplinas ajenas a ésta. Si este bosquejo de clasificación se toma como válido, esto equivale a subrayar las conexiones de las diversas teorías del lenguaje en circulación con otras disciplinas o con unas teorías u otras enfrentadas pero dentro de esos ámbitos ajenos.

En lo que sigue nos dedicaremos a explorar algunas de las posibilidades de la combinatoria en que estos criterios se pueden desplegar. No nos abstendremos, dentro del carácter apenas proemial de nuestro tratamiento, de sugerir algunas ideas no demasiado frecuentes en la literatura sobre el asunto que nos ocupa.

4. Desarrollo y análisis de algunas hipótesis

1. La doble articulación como caracterización del lenguaje humano tiende (como corresponde a la lingüística estructuralista europea clásica) a marginar la «articulación» sintáctica, con su énfasis en una primera articulación de carácter más bien morfológico y en una segunda de carácter fonológico. Sin embargo, la noción de palabra, como es sabido, es particularmente difícil y, por lo que aquí interesa, tal dificultad ha de llevar a una consideración conjunta de morfología y sintaxis, la cual pueda proceder de distintas maneras, entre ellas:

indistinción formal, que puede corresponder a una absorción de las categorías teóricas en otras más potentes. Este proceder se justifica particularmente en el caso del estudio de las llamadas lenguas polisintéticas. conjugación. Se trata de la tesis minimista según la cual las gramáticas (sintaxis) particulares compensan las «irregularidades» que una morfología particular presenta. indistinción metodológica en el límite de los fenómenos sintácticos y morfológicos. Pese a establecer la distinción, una serie de fenómenos lingüísticos se sitúan en un continuo morfología-sintaxis. En cualquier caso podemos pensar que los fenómenos sintácticos, su pluralidad y la explicación económica de éstos, son elementos cruciales en la determinación de las lenguas humanas, del lenguaje humano frente a otros lenguajes: aquéllas vendrían muy específicamente caracterizadas desde el punto de vista matemático formal como un subconjunto cuya delimitación se pretende. Sin embargo, esta caracterización precisa no parece entrar dentro de la agenda de los lingüistas en el sentido de que las gramáticas de las lenguas sean formalizadas con todo rigor. Diríamos que existe un hiato entre los modelos con capacidad explicativa y descriptiva y la caracterización formal rigurosa, matemática, de la gramática de que se trate.

Desde una perspectiva formal, las palabras serían subcadenas que vendrían delimitadas por un símbolo especial. Se supone que la productividad de la sintaxis (cadenas que contienen dicho símbolo) es mucho mayor que la de la morfología.

En cualquier caso, los fenómenos que prima facie se clasificarían como sintácticos serían denotativos de manera particularmente genuina del lenguaje humano.

2. La hipótesis del surgimiento de la sintaxis de las lenguas humanas (como sintaxis única, compartida por todas las lenguas, que se mueve en un margen de variación pequeño en cada una de las lenguas reales) en una especie homínida que ya contaba con un protolenguaje y un esquema de roles semánticos suele presentarse como un acontecimiento de carácter biológico sin que, en general, la distinción entre una hipotética mutación con consecuencias –suele decirse– en la organización neuronal y, por otro lado, el desarrollo social actual de un nuevo tipo de lenguaje deducible de pautas lingüísticas más complejas dé lugar a la consideración de la interacción entre estos dos aspectos. De hecho, la distinción entre un acontecimiento único (y catastrófico) y una evolución escalonada se plantea siempre como una confrontación que sólo afecta a las correspondientes mutaciones, sin que el correlato fenotípico quede muy claro, porque se asume que se trata de cambios que (micro)anatómicamente afectarían al cerebro. Nos parece evidente que uno y otro esquema de la evolución del lenguaje, que se plantea como evolución biológica de la facultad del lenguaje, corresponden a la confrontación entre saltacionistas y continuistas en el evolucionismo y se recoge en punto 4 de la sección anterior. Quizá eso haga que al tratar del lenguaje se reduzca éste a una capacidad abstracta, a un «órgano del lenguaje». Se comprende que los elementos paleontológicos de prueba son indirectos (estudio de la superficie interna de los cráneos; se descarta o se relativiza la importancia como elemento crucial de la configuración del tracto vocal, &c., por más que se asegure que el procesamiento de la información fonética guarde analogías y correlaciones muy fuertes con el procesamiento del componente sintáctico. Por otro lado, el estudio de la filogenia de genes como FOXP2, no parece concluyente en un marco teórico en que los genes interactúan de forma compleja. Naturalmente, poco podemos decir aquí sobre lo que pueda deparar el desarrollo de estas disciplinas.

3. Se supone que la complejidad social y la conducta simbólica, que se atribuyen a ciertas fases postreras del Paleolítico –y a las correspondientes especies de homínidos– pueden correlacionarse con un desarrollo o aparición más o menos explosiva o escalonada del que se da en llamar lenguaje moderno. Ahora bien, cabe preguntarse si aquéllas podrían compatibilizarse con una cierta capacidad lingüística que no se ejerce in actu: es decir, con la situación en que una especie de homínido dotada de cierta organización social, que manifiesta una cultura objetual que se reconstruye como simbólica y que no ha pasado de protolenguaje a lenguaje. ¿Cabría retrasar el paso de protolenguaje a lenguaje e introducir antes la «explosión de la cultura simbólica»? ¿Pudo ésta darse en poblaciones de homínidos sin un lenguaje moderno? ¿Pudo una fase intermedia entre protolenguaje y lenguaje servir de soporte a comportamientos sociales y a técnicas de cierta complejidad?

4. Chomsky argumenta que el lenguaje moderno ofrece con respecto al protolenguaje la doble disponibilidad de mantener un esquema actancial (de roles semánticos) y una ordenación de palabras (o de objetos sintácticos) que atienda a necesidades de carácter informativo y pragmático (como son el foco o el tópico), con la dislocación gramatical como gran resultado formal: la gramática permite recuperar la interpretación semántica porque, independientemente del orden de los elementos, se podrían identificar éstos (como verbo, agente, objeto, &c.).

De hecho, el protolenguaje se define como seriamente limitado porque no estaría dotado de una sintaxis propiamente dicha: la mera concatenación de términos estaría limitada a unos pocos, pues su procesamiento sería virtualmente imposible, o, en cualquier caso no permitiría la transmisión de mensajes complejos, detallados, más o menos matizadamente diferenciados.

5. Vale la pena aquí recordar la que será para algunos inconsistencia más grave de la teoría del lenguaje de Chomsky. Nos referimos a las relaciones entre la competencia y el procesamiento. En efecto, las gramáticas chomskianas construyen modelos, según quienes las diseñan y fundamentan, de la llamada competencia gramatical. Mejor se diría que lo que se pretende no ha de ser otra cosa que definir de manera comprensiva el conjunto infinito de las oraciones de un lenguaje. Es patente, sin embargo, cómo en la empresa chomskiana las consideraciones, las contaminaciones según algunos –aunque esas contaminaciones tuvieran una virtud motora o inspiradora–, de carácter psicológico y biológico han estado siempre presentes. Pero las operaciones que forman parte de un modelo gramatical (reglas de reescritura y de transformación, merge y move entre otras en los últimos modelos no pueden tomarse como operaciones del hablante ni cómo análogos inmediatos de elemento alguno de un modelo representacional del procesamiento. La ambigüedad en este punto ha sido permanente durante medio siglo. Puede con cierta prudencia sostenerse que existirán correspondencias procesuales con las operaciones de la gramatica, e incluso que sin tales correspondencias toda la empresa es absurda, pero lo cierto es que la consistencia del programa chomskiano (que se propone llegar a un modelo general de gramáticas que hagan verosímil el aprendizaje y el uso de lenguas particulares no puede sostenerse cuándo las relaciones entre gramática, competencia, y procesamiento se mantiene en estado de nebulosa.

6. En las especulaciones más o menos informadas sobre el origen filogenético del lenguaje no se suele prestar demasiada importancia, si alguna, a los elementos que la gramática frástica presenta para permitir la estructuración transfrástica de los textos (como diferente de la estructuración global o macroestructural de los distintos géneros de textos o discursos). Ahora bien, el encadenamiento de oraciones de manera coherente no sería posible (ni siquiera sobre la base de procedimientos exclusivamente paratácticos) con una eficacia mínima con los solos recursos que se atribuyen al protolenguaje.

7. Sobre lo anterior, si se supone que en las religiones primarias la transmisión de conocimiento mediante discursos de cierta longitud a los que se les supone una estructura y un encadenamiento eficaz de los elementos oracionales resulta indispensable, obtenemos aquí una correlación muy clara entre la conducta lingüística y el desarrollo de la religión. Nótese que esta correlación es independiente de la conexión recién sugerida con la hipótesis acerca de la eficacia adaptativa del lenguaje en tanto permite discursos largos y cohesionados, aunque hayamos de volver a ella. Ahora, simplemente, se formula cuál pueda ser la solidaridad entre la religión primaria primordial, cabría decir, y el grado de complejidad de la conducta lingüística de los grupos. No corresponde a este escrito entrar en consideraciones acerca de si puede haber una religiosidad primaria protolingüística que daría paso a una ya plenamente lingüística. Sí parece, en cambio, que el paso a la fase de la religión secundaria precisaría de un lenguaje bien desarrollado y del establecimiento de normas discursivas y tipológicas de cierto nivel, aunque sobre esto las evidencias son patentes.

8. Si ahora se reúne el desarrollo discursivo con la capacidad del lenguaje, podría llegarse transitivamente a identificar la aparición del lenguaje moderno con la de la religión primaria. El razonamiento es inaceptable por varios motivos, de los que sólo recordaremos los que hacen a la relación entre discurso y lenguaje. En primer lugar, hemos visto que hay que diferenciar entre la presencia de un gen y la postulación de una capacidad innata, y la aparición y éxito de una conducta en un escenario grupal o social concreto. En segundo lugar, desde una perspectiva gradualista tendríamos quizá una serie de cambios que abarcarían posiblemente no ya cientos de miles de años, sino –lo que conceptualmente es más relevante– varias especies.

9. Postular la identidad de la dotación genética relevante a efectos lingüísticos entre Homo sapiens y Homo neanderthalensis, dada la antigüedad de la divergencia filogénetica entre ambos, llevaría verosímilmente a orígenes muy antiguos de la capacidad lingüística. Hay que apuntar, no obstante, un par de cosas. Chomsky mismo advierte de la posibilidad de que el lenguaje, o la capacidad para tal, sea un resultado epigenético. Nos atreveríamos a añadir que es menos improbable la aparición de la capacidad lingüística en un contexto que apela, por ejemplo, a incrementos del volumen craneal y efectos de ese tipo como concausantes del resultado lateral de la capacidad para el lenguaje moderno. Por otro lado, hay que insistir en la necesidad de calibrar la importancia del componente biológico innato del lenguaje en relación con condicionantes como puedan ser ciertos umbrales de complejidad conductual o social. Las evidencias arqueológicas sobre estos extremos serían más decisivas, la deducción iría más bien de la postulación de comportamientos socialmente complejos a la del lenguaje, antes que al contrario, a condición de que se las hiciera solidarias de tal tipo de lenguaje. Por poner un caso, podrían imaginarse escenarios que incluyesen poblaciones de neandertales que, en contacto, con sapientes usuarios de lenguaje, incrementasen la complejidad de su protolenguaje. Como puede verse, las alternativas abiertas por la teoría lingüística de los orígenes del lenguaje pueden dejar paso a una colección nada parsimoniosa de hipótesis o escenarios.

10. Cierta prudencia en las hipótesis llevaría a concluir que el lenguaje doblemente articulado es bien exclusivo de Homo sapiens (aparece en alguna población de Homo sapiens) o bien exclusivo de Homo sapiens y Homo neanderthanlesis (en el sentido de que poblaciones de unos y otros presentasen una conducta lingüística avanzada que, en el contexto de la teoría del protolenguaje, sólo pudiera entenderse como propia y exclusiva del lenguaje moderno). Puede plantearse, como criterio para definir una conducta lingüística avanzada (correlativa de un lenguaje estructuralmente moderno), la presencia de conductas en que los referentes semánticos no se hallen «a la mano» o en el campo visual; en un sentido más débil, que éstos hayan sido sustituidos por mediaciones representativas de carácter icónico o deíctico gestual.

11. Un lenguaje que satisficiera sólo el segundo de los dos requisitos anteriores podría ser estructuralmente menos complejo porque, por ejemplo, los roles temáticos, se añadirían, por así decir, a la vista del referente.

12. En cualquier caso, nos parece imposible señalar fiablemente en estos momentos el período de aparición del lenguaje moderno porque ni siquiera éste se halla lo suficientemente bien caracterizado en sus aspectos externos, conductuales, sociales, &c. Nos parece que quien sostuviera, por ejemplo, una aparición súbita de la capacidad abstracta y una escalonada del uso o del incremento de la complejidad externa del lenguaje debería ser más bien escéptico en cuanto a la datación. Quien plantee un salto súbito en el uso del lenguaje actual, debería modelizar tal salto en un sentido que probablemente exigiría condiciones demográficas y ecológicas muy particulares. Por ejemplo, a la manera de lo que sucede con el cambio de un pidgin a un lenguaje criollo, podría suponerse la presencia de una generación de hablantes que gramaticalizasen el protolenguaje de sus padres. Sin embargo, eso debería implicar que esa generación nueva de hablantes sea lo suficientemente numerosa y densa. En otras palabras, una vez garantizada la presencia masiva en la población de la capacidad innata, debería dispararse el cambio socialmente, pero el protolenguaje de la generación anterior no sería desde luego un pidgin construido por adultos que dominan un lenguaje y que conservan su plena capacidad lingüística, aunque, como adultos, han perdido la capacidad de adquirir «naturalmente» una nueva gramática. En cualquier caso, los modelos computacionales de estos procesos pueden aportar alguna luz sobre estos asuntos, aunque será siempre preciso discutir sus presupuestos y sus simplificaciones, entre ellas, el ignorar la especificidad de las relaciones circulares entre los individuos en una cultura dada.

13. Otra línea de hipótesis sobre el origen del lenguaje insistirá más en la copresencia de otros factores cognitivos en el desarrollo actual del lenguaje. El lenguaje actual precisaría de, en el lenguaje habitual, un desarrollo suficiente de otros módulos cognitivos, pero esta aparición habría de datarse igualmente. Mithen (Arqueología de la mente, Crítica 1998) ofrece un ejemplo bien conocido de esta línea, pero si por un lado podría pensarse que los problemas que se plantean son los mismos que antes, también existe por otro la sospecha de que se cae en un círculo vicioso probatorio más profundo.

14. En último término, al problema de calibrar qué fundamento pueden dar las ciencias lingüísticas a una u otra hipótesis sobre el origen del lenguaje –hipótesis cuya pluralidad se despliega en el marco de las concepciones existentes del lenguaje y también, más ceñidamente, en las alternativas que se abrirían dada una teoría particular en cuanto hiciera a datación– respondemos desde un considerable grado de escepticismo. Nos atreveríamos a avanzar que la causa de esta dificultad reside en el problemático estatus gnoseológico de las ciencias del lenguaje y en la que no vacilaríamos en calificar de práctica habitual por parte de muchos lingüistas de situar su investigación en contextos categoriales ajenos. Quizá por prestigio, pero siempre con el resultado de que la idea de lenguaje se intenta reducir a la categoría que parezca más amplia o potente (una vez que el campo de la lingüística se ha identificado con una parte del mismo), tesis ésta que aquí nos limitamos a formular y cuya defensa razonada dejamos para otro lugar.

Al contrario, ya dijimos más arriba que el planteamiento más adecuado desde el punto de vista del lingüista sería el de la caracterización formal de los sistemas sintácticos de las lenguas por sí mismos y ésa sería la tarea categorial del lingüista, por más que tal caracterización hubiera de completarse para dar cuenta del procesamiento y hubiera de fundamentar la limitación del campo a unos fenómenos lingüísticos nucleares, lo que sin duda –pese a nuestra insistencia en este punto– hemos de reconocer como altamente problemático. Las correspondencias entre los resultados del lingüista y la investigación en otros terrenos sería cuestión distinta, así como lo sería la construcción de una teoría del lenguaje que ya no podría ser categorial.

15. Nosotros, por nuestro parte, preservamos como segunda tesis que precisaría de ulterior investigación la de que el nexo entre conductas simbólicas complejas y lenguaje moderno –aceptada alguna variante de la hipótesis del protolenguaje– vendría preferentemente dado por la necesidad para aquéllas de discursos estructurados, cohesionados y coherentes de cierta longitud. De ser esto así, habría que juzgar en el marco de qué conductas y de qué actividades grupales era más fácil que surgiera el «discurso largo».
 

2 respuestas

  1. Desde el 15 de abril buena parte de la comunidad científica mundial ha sido impactada con la noticia de que Quentin Atkinson, investigador de la Universidad de Auckland, ha descubierto: (a) que el origen del lenguaje se produjo en el África Subsahariana, y (b) hace tanto como 100 mil años o más (www.researchhistory.org/?tag=dr-quentin-atkinson), (www.wikio.es/news/Quentin+Atkinson).

    Ambas afirmaciones, sin embargo, son dos de las principales tesis de mi libro Gua, el insospechado origen del lenguaje (que Eumed y otras webs en Internet difunden gratuitamente en versión PDF y que el 2009 publicó Editorial Séneca de España, ISBN 978-84-935697-5-4).

    Sin duda Atkinson y yo hemos llegado a las mismas conclusiones pero por vías distintas. Él lo hizo analizando los fonemas de 504 lenguas del mundo. Y en mi caso fue analizando la toponimia mundial. Es un caso típico de esfuerzos de investigación mutuamente desconocidos pero estrictamente concurrentes. Pero, dada la cronología de las publicaciones, el trabajo de Atkinson resulta confirmatorio de mis tesis.

    Si desea mi libro hágamelo saber a klauer@nuevahistoria.org y le enviaré sin costo la versión PDF a color del mismo.

    Alfonso Klauer
    Lima – Perú

    • Muy agradecido por su gentileza

      Con mucho agrado recibiré en PDF su libro

      Objetivo: publicarlo en mi web en la categoría «libros libres»

      Pienso que todo este tipo de trabajos hay que socializarlos

      Para eso tenemos la poderosa herramienta de internet

      ¡Utilizémosla!

      Saludos

      HERNÁN MONTECINOS
      Escritor- ensayista
      Valparaíso
      Chile

      Nota: tengo 8 correos: favor comunicarme al correo «hmontecinos@live.cl»

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