Sobre Nietzsche

Por: Hernán Montecinos (compilador)
Fuente: “Nietzsche, un siglo después: Filosofía y política para el nuevo milenio” (Hernán Montecinos)

“Olfatea con impecable seguridad todo lo que está adulterado por el moralismo, por el incienso de las iglesias, la mentira artificial, la frase patriótica o cualquier narcótico de la conciencia. Tiene un olfato privilegiado para todo lo que está podrido, corrompido y malsano, para coger ese olor de pobreza espiritual que hay en el espíritu (Stefan Zweig, “La lucha con el demonio”)

“Nietzsche, el pensador, es un sincero pregonero de sus convicciones, que tiene el coraje y los temas para decir todo sin consideración a la moralidad, a la ascendencia, a la opinión pública, a la policía, al código penal, a la corrección, a la demostración y a la demostrabilidad” (Kurt Eisner, “Friedrich Nietzsche y los apóstoles”)

“Nietzsche deja de razonar desde un punto puramente intelectivo para pasar a reivindicar las formas más pretéritas del pensar, aquellas que fueron dejadas de lado tras un largo y milenario proceso de alienación. Un compromiso de volver a lo concreto, a la tierra, al cuerpo y a las fuerzas de la naturaleza, rechazando las esencias abstractas y universales que hipostasian la realidad. En último término, volver a ser “un ser viviente antes que un mero aparato de abstracción” (Hernán Montecinos, “Nietzsche un siglo después, filosofía y política para el nuevo milenio”)

“Nietzsche es, por el contrario, el esteta más completo y más insalvable que la historia del espíritu conoce. Y su premisa, que contiene en sí su pesimismo dionisíaco: la premisa que la vida es justificable tan sólo como fenómeno estético, cuadra del modo más exacto a él, a su vida, a su obra de pensamiento y poesía; tan sólo como fenómeno estético es justificable, inteligible, venerable” (Thomas Mann)

“Nietzsche odiaba todo aquello que pudiera comprometer la libertad del espíritu humano, odiaba desde las grandes ciudades hasta los periódicos, desde el nacionalismo hasta el arte moderno hipnótico y narcótico y, por supuesto, detestaba todas esas cosas que aún uno puede ver en la calle y desearía que desaparecieran ( Lesley Chamberlain, “Nietzsche en Turín”)

“El campo filosófico en que Nietzsche se mueve es tan atractivo, y tan peligroso, que nos recuerda un parque encantador aunque minado. Es preciso amurallarlo y proveerlo de carteles de advertencia, antes que se produzca un Nietzsche comentado con criterios cristianos y humanistas (Richard Wisser)

“Para quien crea que la historia humana es la crónica de nuestra liberación paulatina de las nieblas de la animalidad; para quien crea que la razón científica, objetiva y desinteresada, es el más refinado logro de la civilización; para quien piense que los valores morales vigentes, el igualitarismo cristiano consolidado por la ilustración democrática, la sublimación de las pasiones en pro de logros más elevados, son cimiento inexcusable de toda sociedad propiamente humana… para quien piense de este modo, Nietzsche es el capricho más funesto, la peor regresión imaginable,… (Fernando Savater, “Idea de Nietzsche”)

“La finalidad que se ha propuesto Nietzsche es abrumadora: rescatar al hombre de una situación que lo está conduciendo ineluctablemente a su aniquilamiento como individuo y como especie. Y ello, sin más armas que su filosofía… Nietzsche encuentra al hombre empantanado en sus propios fantasmas, y si asume su defensa y su apología es porque conoce a fondo las causas de esta situación. Ha meditado la vida humana y su historia. Y, por lo mismo, conoce también la manera de salir de ella” (Guillermo Martínez Ruiz, “Nietzsche, el sentido de la tierra y otros ensayos”)

“En los textos de Nietzsche abundan los pasajes en que se describe cariñosamente lo cotidiano. Nada pequeño escapa a esa afectuosa reflexión, en que cosas consideradas secundarias como la comida, el vestido, la habitación, los paseos, son estudiadas con prolija y amorosa aplicación” (Susana Münich, “La verdad es mujer”)

“Sin duda que en un primer encuentro con Nietzsche nada en él era revelador al observador superficial. Este hombre de mediana estatura, de aspecto tranquilo y cabellos negros peinados hacia atrás, vestido modestamente aunque con sumo cuidado, podía muy bien pasar inadvertido. Los rasgos finos y extraordinariamente expresivos de su boca, estaban casi completamente cubiertos por los mechones caídos de su espeso bigote. Su risa era leve, y al hablar nunca elevaba el tono. Su manera de caminar tenía algo de prudente y reflexivo, como un peso que le encorvara los hombros. Es difícil imaginar a este hombre en medio de una multitud; todo su ser estaba marcado por el signo particular que caracteriza a los solitarios, los que han nacido para vivir al margen de los hombres” (Lou Andreas Salomé, “Nietzsche”)

“ Los cinco meses del otoño de 1888, el último periodo creador de Nietzsche, son únicos en los anales de la creación literaria. Tal vez nunca en un intervalo de tiempo tan corto un solo genio haya pensado tanto en forma tan intensiva, continuadora, hiperbólica y radical. Nunca un cerebro terrestre se ha visto igualmente invadido por las imágenes e inundado de música. La historia intelectual de todos los tiempos, en su inmensidad, no ofrece ningún otro ejemplo de tal abundancia, de tal éxtasis de efusiones embriagadoras, de tal furor fanático de creación”. (Stefan Zweig, “La lucha con el demonio”)

“Todo es preferible al ser torpe, a la bestezuela de rebaño bonachona y bobalicona, todo, incluso el criminal y el guerrero. Esta afirmación nietzscheana ha producido muchas confusiones y ha permitido justificar, con argumentos nietzscheanos en apariencia, actitudes que Nietzsche habría reprobado ciertamente. Para él, el criminal, el guerrero y el héroe están lejos de ser los grados más altos de la jerarquía” (Henri Lefebre, “Nietzsche”)

“Se reprocha el individualismo de Nietzsche y su carácter extraño al pueblo. De hecho, Nietzsche no es individualista. Una vida que gira en torno de ella misma siempre le fue ajena y despreciable. Según él, lo esencial sólo puede existir sobre la base de un peculiar ser- sí mismo. A ese hecho corresponde la circunstancia de que, en sus innumerables expresiones condenatorias de la masa no se puede encontrar, sin embargo, su inexistente alejamiento del pueblo. Es cierto que, a veces, dice pueblo cuando piensa en la masa, pero se trata de un modo de hablar que no debe inducir a error. El pueblo propiamente dicho, en su sustancia, no sólo no le es ajeno, sino que está por completo presente en sus anhelos, y eso no se presta a confusiones” (Karl Jasper, “Nietzsche”)

“Estando la filosofía asociada con el atributo exclusivamente humano de pensar, no hay nadie mejor que él para hacer ejercicio de este humano atributo. Mérito notable, del momento que se atreve a formular preguntas allí donde nadie antes las había hecho y advierte los problemas donde no se cree que los haya habido. Una nueva forma de pensar que no pretende decir la última palabra, sino un comienzo, una nueva visión, una perspectiva que se recrea en un ciclo que nunca se agota” (Hernán Montecinos, “Nietzsche, un siglo después: Filosofía y política para un nuevo milenio”)

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