Por: Gregorio Angelcos
lFuente: http://www.elclarin.cl (06.07.09)
Literalmente Don Camilo es el presidente del Directorio de una empresa cuya razón social es Partido Socialista de Chile; y en su condición de tal, rige avalado por la burocracia que fue instalando durante los complejos años de la transición, hasta reducir una fuerza política diversa y rica en matices conceptuales, en un ejercito de funcionarios que fue anulando el debate al interior, y subordinando a los que antaño se presentaron como una fracción renovadora de la “vieja ideología”, intentando una convergencia entre democracia liberal y socialismo. La síntesis, una estructura plana y monolítica, reproductora del Estalinismo que los socialistas chilenos siempre criticaron.
Sin duda esta metáfora refleja el estado de descomposición intelectual que posibilitó la partida del ex presidente Jorge Arrate, del Senador Alejandro Navarro y del diputado Marco Enrique Ominami, tres candidatos a la presidencia del país, que no tuvieron las mínimas condiciones para postular al interior de su partido, y luchar en condiciones de equidad, con otros candidatos de la Concertación para alcanzar en un proceso democrático directo o indirecto, el derecho a representar a un referente histórico que se ha ido oligarquizando, con la finalidad de reproducir en el poder a una clase política desgastada por sus practicas, y ajena a las problemáticas que afectan a la mayoría del país.
El rebelde y polémico político de hace algunas décadas, tan resistido por la derecha, es hoy observado y elogiado por sus pares de la UDI y Renovación Nacional, y fuertemente criticado en su momento, por los presidentes del Partido Radical y el PPD, aunque la transversalidad nos indica que a fin de cuentas, la institucionalidad política es funcional a esta oligarquización, y que por tanto, las diferencias se dan en un ámbito donde la distribución del poder debe continuar enmarcándose de manera cerrada y estática, impidiendo que se abra una compuerta para que la política recupere un sentido democrático, y las ideas fluyan hacia una reestructuración de un sistema que a pesar de su colapso continúa en su ejercicio, pero en proceso de descomposición, no material, sino más bien ético y político.
El Partido Socialista tiene en la actualidad una estructura orgánica antidemocrática, pero cuya simulación consiste en hacerle creer a su militancia social, léase trabajadores e intelectuales independientes del aparato del Estado, que existen condiciones plenas para el ejercicio del debate, y reglas del juego en condiciones de igualdad para competir y elegir a sus dirigentes en un proceso electoral libre e informado.
Sin embargo, la realidad es otra, ya que el PS. es en gran medida una orgánica de funcionarios que carecen de autonomía en materias de reflexión y decisión electoral; por esta razón es comprensible que Don Camilo y su “ejercito militante” se reproduzcan en el poder y copen numéricamente el Comité Central, la Comisión Política, y los regionales de mayor impacto estratégico cada vez que se realiza una nueva contienda electoral.
Generalmente, los sectores disidentes formamos parte del pueblo llano, y desde nuestra experiencia y como parte integrante de la sociedad civil, aquella que carece de poder y que se aprecia dispersa, y que en gran medida tiene un discurso “apolítico” o “contra político”, hemos terminado cayendo en la “trampita democrática” de Don Camilo y los militantes de su fracción, aparato que con eufemismo se le llama “sensibilidad”. Y ganan todas las elecciones porque controlan todo el poder, y disponen de una red de información única y exclusiva.
De esta forma, la confrontación de ideas no existe, lo que resulta paradójico, socialistas que a pesar de la enorme herencia intelectual e ideológica anulan el debate y compiten por los cupos de dirección. Como la correlación de fuerzas se mueve corporativamente en beneficio de los funcionarios del aparato del Estado, ganará Don Camilo y su gente cuantas veces quieran. Es sin duda, este procedimiento una práctica fascista que es necesario desarticular en el corto plazo, porque de lo contrario, no tendremos política de contenido socialista, para actuar sobre la realidad y transformarla de la noche neoliberal sucia y despiadada en la que vivimos.
La presencia de dos presidentes socialistas en el gobierno, apoyados y promovidos por Don Camilo, tampoco han significado una potenciación de las ideas, y del Partido Socialista en el cual militan, de hecho, mientras han ejercido el poder presidencial se han distanciado del pueblo socialista; contrastando con Salvador Allende quien desde La Moneda y producto de su programa y su gestión, hizo aumentar la votación de promedio histórico del PS (11%), para llegar casi al 20%, en las últimas elecciones de Alcaldes y regidores antes del golpe militar del 1973.
Lo que sucede es que resulta difícil creer en que Don Camilo continúe siendo un socialista, como lo fueron Allende, Ampuero, Salomón Corvalan, Aniceto o Altamirano, los últimos cuatro ex presidentes del PS.; todos ellos nos legaron una cultura política que oscilaba entra la República Democrática de los Trabajadores y la Republica Socialista de Grove, incluido el avión rojo.
Cuando se evalúe la gestión de Escalona como socialista no quedará nada, solo las ruinas de un partido que con sus prácticas ha contribuido a centralizar, castrando el debate y minimizando al pueblo socialista, Don Camilo representa el ala más conservadora de la historia política del socialismo chileno, y detrás se inscriben sus coroneles en espera de su caída para intentar darle continuidad a este ejército de funcionarios de marcado sesgo fascista.
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