Por: Universidad de la República (Facultad de psicología)
Fuente: www.usuarios.lycos.es (Noviembre 1988)
AREA DE PROBLEMAS
A medida que nos aproximábamos al tema fueron apareciendo diferentes líneas por donde se podía abordar. Se abría la posibilidad de rever las distintas concepciones de la homosexualidad a lo largo de la historia, teniendo en cuenta, además, que los distintos estudios e investigaciones que existen en nuestro país sobre el tema no son concretamente sobre el lesbianismo. Tratar de acercarnos a esas concepciones nos ayuda para una mejor comprensión del contexto socio-histórico en el que se produce este trabajo. También puede aportar a esta aproximación el estudio de la etimología de la palabra lesbianismo o safismo.
El término safismo proviene de la poetisa griega Safo, nacida en la isla de Lesbos en el año 628 a.c. Sufrió las vicisitudes políticas de su época y emigró a Sicilia, regresando a Lesbos en el año 580 gracias al indulto que le otorgó el gobernante de esa ciudad. Nos llama la atención que en la información existente sobre estos episodios no aparece explicitado cuál era el problema con Safo, lo cual seguramente coincide con que no existían los términos homosexualidad ni lesbianismo, sino que justamente éste último es fruto de aquellos episodios. Nos resulta llamativo el hecho de que hoy por hoy el nombre Safo tiene una connotación de género masculino, así como la tiene el nombre Alceo, que era la pareja femenina de Safo. Para intentar una comprensión de las implicancias de género, antiguas o actuales, sin duda podríamos conducirnos, entre otras cosas, a un profundo análisis lingüístico que no está a nuestro alcance pero que hay que tener en cuenta.
Dice la historia que Safo tenía en Mitilene (isla del mar Egeo) una especie de internado y escuela de música, danza y poesía en donde vivían doncellas de las familias nobles; de estos hechos provienen lo que en el futuro se denominarían perversiones sáficas o lésbicas. Conviene aclarar que en este contexto lo perverso tiene una connotación socialmente negativa, pero todavía no estamos en el terreno de la perversión en sentido patológico, que a su vez tendrá inevitablemente incorporada aquella otra connotación.
Es importante reconocer entonces que estos episodios políticos y culturales son los que dieron origen a las palabras lesbianismo y safismo y que no se trata aún de un discurso médico -éste surgiría posteriormente en cierto contexto socio-cultural específico- que introduce esos términos para señalar una diferencia sexual. Es a partir del Cristinanismo que se introducen las nociones de culpa, de pecado y de confesión, cuando se interiorizan en las personas las pautas de control social para las que la religión había sentado las bases. Tomamos el análisis que hace la psicóloga Marta Videla con respecto a la construcción de las sociedades Oriental y Occidental, que se delinearían a partir de las vivencias de vergüenza y de culpa respectivamente. Por tal razón el discurso médico vino a confirmar en nuestra sociedad una interpretación punitiva de la enfermedad en el sentido que la enfermedad estaría cumpliendo la función de mecanismo de expiación de culpas.
Tomamos también los estudios de José Pedro Barrán en la línea de la historia de la sensibilidad o las mentalidades, que nos permite dar visibilidad a la forma en que se producen ciertos fenómenos, específicamente en nuestra sociedad y a partir del desarrollo de la Modernidad. Este autor plantea que entre los años 1860 y 1920, como parte del desarrollo moderno, se promueve una nueva sensibilidad civilizada que va sumergiendo a la sociedad bárbara. Los distintos sectores sociales (la educación, la medicina, el estado, la Iglesia, etc.) fueron agentes de estos cambios. Nos interesa resaltar particularmente de qué manera el modelo médico contribuyó a ese nuevo ordenamiento social, otorgándole un lugar de saber-poder a los profesionales de la salud (que en aquel momento eran únicamente los médicos, delimitando un territorio cerrado para todo lo que fueran prácticas de salud que no formaran parte de la ciencia moderna) por sobre los individuos, que pasan a estar colocados en un lugar pasivo, de ‘pacientes’ -que surge como nueva denominación-, en una relación asimétrica. Este discurso médico creará el término homosexualidad en 1890, definiendo así algo que escapa a la norma social y sexual. Será posteriormente que surja la definición de heterosexual como el comportamiento privilegiado que garantiza la reproducción de ese orden social.
Resumiendo, podríamos decir que el desarrollo de la modernidad y del discurso médico promueven la medicalización de nuestra sociedad, que a su vez concentra el poder en la persona de los médicos, quienes definirán los territorios de lo enfermo y de lo sano y de lo que se puede-debe curar y lo que no. La práctica clínica será el ámbito donde se podrán colegir todos estos cambios ideológicos, que son a su vez culturales y científicos. A partir de estos elementos podríamos deducir que la aparición del término homosexualidad viene a definir un territorio de enfermedad, de lo que escapa a la norma. Al mismo tiempo el nuevo discurso y la nueva práctica psicológica van a tener como modelo de referencia al discurso médico y su práctica esencialmente clínica.
En este momento recordamos cómo Daniel Gil nos explicita el posicionamiento del psicólogo ante el paciente homosexual hace veinte años (ver anexo II), cuando la pretensión era la de ‘curar’ o ‘regenerar’ al enfermo, permitiéndole regresar a la heterosexualidad, asumiendo también el psicólogo una función normativizante con el poder-deber de prevenir o curar las conductas desviadas. Todo esto estaría a su vez dando sentido al ejercicio de la profesión del psicólogo, que no se pudo diferenciar en un principio de una comprensión biologicista del ser humano y de una práctica que tiene como modelo al de la medicina. Este proceso podemos verlo también en la evolución de los trabajos del propio Freud, que comienzan con un marcado sesgo médico y biologicista para ir arribando a una comprensión más integral de la dinámica psicológica del sujeto. Es importante tener en cuenta que Freud intenta manejar las condiciones sociales de producción de su propio saber, aún teniendo este saber pretensiones científicas. En referencia específicamente al tema de la sexualidad él remarca que la sexualidad desviada no es la que escapa de la norma en tanto norma social, de la mayoría, sino que define de ese modo a las sexualidades que no han alcanzado una organización genital predominante. En este sentido la homosexualidad no es anormal porque esté condenada socialmente, al mismo tiempo que no deja de ser una perversión -en términos de la estructuración de la personalidad- por estar admitida en un grupo social.
Esta historia da cuenta quizás de por qué hoy en día existen tantas diferencias en cuanto a la forma de comprender la homosexualidad, que muchas veces sigue siendo pensada en términos de enfermedad, sobre todo en tanto se considera una perversión. Cabría destacar que dentro de este proceso, ya desde 1973, la homosexualidad está excluida de la lista de enfermedades mentales que anualmente publica la Organización Mundial de la Salud. Con este hecho, no todos los integrantes de esta organización estuvieron de acuerdo, sino que fue el 58 % de los votantes el que realmente eximió a los homosexuales de ‘toda perturbación mental’.
Al mismo tiempo, siguen habiendo investigaciones que intentan encontrar una base biológica de la homosexualidad; cabría preguntarse, en el caso de que ésta apareciera, qué significación deberíamos dar a las discusiones morales y culturales que siempre ha suscitado el tema.
Filed under: E3.- Lesbianismo, homosexualismo |
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