¿Sociedad Post-Ideológica ?

Por: Nieves y Miro.
Fuente: andinia.com

Hemos llegado, finalmente, al reino de la sociedad post-ideológica, como ciertas corrientes liberales pretenden hacernos creer?.

Si consideramos el concepto ideología en su sentido clásico, en el cual la ilusión es ubicada en el conocimiento, entonces la sociedad post-industrial debe aparecer como post-ideológica, en que el cinicismo es la actitud prevalente y nadie ya cree en verdades ideológicas. O, a lo menos, nadie las toma seriamente. Consideremos como ejemplo la idea de Libertad, así con mayúscula. Todos sabemos que enmascara una forma particular de explotación y exclusión, pero continuamos actuando como si creyéramos en ella. Como dice Sloterdijk, «ellos saben muy bien lo que están haciendo, pero aun, continúan haciéndolo».

Sin embargo, el nivel básico de la ideología no es el de una ilusión enmascarando el estado real de las cosas, sino el de una fantasía (inconsciente) estructurando nuestra sociedad social, vale decir, el de una creencia radicalmente exterior encarnada en nuestros procedimientos prácticos mismos. Y es a este nivel en el que nosotros estamos muy lejos de ser una sociedad post-ideológica. La distancia que provee el cinicismo es solo el mecanismo que usamos, entre otros, para no ver el poder estructurante que la fantasía ideológica tiene.

Siguiendo a Laclau, podríamos decir que, en un sentido, la ideología a sido pensada como el nivel que constituye la totalidad social. Y que en otro, se ha identificado con falsa conciencia. En uno, su valides depende de una concepción de la sociedad entendida como algo completamente inteligible, concebida como la estructura sobre la cual sus procesos y elementos parciales se fundan. En el otro, en la falsa conciencia, en la misma forma, se presupone una noción de agencia humana, de un sujeto poseyendo una homogeneidad esencial ultima cuya tergiversación constituye la fuente de la ideología. Ambas aproximaciones se fundan en una concepción esencialista de la sociedad y del individuo, que las a llevado a su actual crisis.

El sueño de toda aproximación holistica a sido el de fijar el significado de cualquier elemento o proceso social fuera de ellos mismos, vale decir, en un sistema de relaciones con otros elementos. La totalidad estructural que surge de este intento se nos presenta como un objeto poseedor de una positividad propia que es posible describir y definir y que opera como un principio subyacente de inteligibilidad del orden social. El estatus que la totalidad posee es el de una esencia que requiere ser reconocida detrás de las variaciones empíricas que se expresan en la superficie de la vida social. Aquí no se trata de una oposición entre estructuralismo e historicismo, de si la totalidad es sincrónica o diacrónica, si no de que esta es en ambos casos una totalidad fundante que se presenta como un objeto inteligible de conocimiento. En contra de esta visión esencialista, Laclau a lo nos insta a aceptar el hecho de que cualquier sistema estructural es limitado, de que siempre esta rodeado por un exceso de significados que es incapaz de dominar y que, por tanto, la sociedad concebida como un objeto unitario e inteligible que fundamenta sus propios procesos parciales es una imposibilidad. El gran aporte del estructuralismo fue el de reconocer el carácter relacional de toda identidad social. Pero el problema fue que al transformar estas relaciones en un sistema, en un objeto identificable e inteligible, quedo preso dentro del marco esencialista. Si mantenemos el carácter relacionar de todo identidad y, junto con ello, renunciamos al intento de fijar estas identidades en un sistema, entonces lo social, en una primera instancia, tiene que identificarse con el juego infinito de diferencias, con lo que en sentido estricto del termino (si lo liberamos de su sentido restringido de habla y escritura). Pero un discurso en el que los significados no puede ser fijados, no es mas ni menos, que un discurso psicótico. Es por ello, que en una segunda instancia, el esfuerzo social se orienta hacia el intento imposible de fijación ultima.

Pero, la verdad de las cosas, lo social no se reduce solo al juego infinito de diferencias. Es también el intento de limitar este juego, de domesticar la infinitud, de reintroducirla dentro de la finitud de un orden. Pero de un orden con diferencia, un orden que no adopta la forma de una esencia subyacente de lo social, si no mas bien como el intento – siempre inestable y precario – de actuar sobre el, de hegemonizarlo. En este sentido el problema de la totalidad social se plantea en nuevos términos. Esta ya no establece los limites de lo social a través del recurso de transformarlo en un objeto determinado. De lo que se trata, mas bien, es de que lo social siempre excede los limites de los intentos por constituir una sociedad (harmónica, racional). Y al mismo tiempo, sin embargo, esa totalidad no desaparece .si la sutura que se intenta es finalmente imposible, a lo menos, lo que es posible es proceder a una relativa fijación de lo social a través de la fijación de puntos nodales. Pero estos, al igual que cualquier significante maestro, no pueden ser determinados como «categorías eternas». Cada formación social tiene sus propias formas de determinación y autonomía relativa que siempre se instituyen a través de complejos procesos de sobre-determinación que no pueden ser establecidos a priori. A partir de esta nueva noción de lo social y la sociedad, la distinción entre base y superestructura se derrumba y junto con ella también, la concepción de la ideología como un nivel necesario en cada formación social.

La ideología, considerada en su segunda dimensión como falsa conciencia se encuentra, también, en una situación similar. La falsa conciencia solo adquiere sentido si la identidad del agente social puede ser fijada. Solo a través del conocimiento autentico de su verdadera identidad es posible afirmar que la conciencia del sujeto es falsa. Y esto, por supuesto, implica que la identidad tiene que ser positiva y no contradictoria. Es esta concepción de subjetividad la que esta inscrita en la noción marxista de «intereses de clase». Su abandono progresivo, hoy en día, es posible ligarlo a dos procesos. Por un lado, la brecha entre «conciencia actual» y «conciencia verdadera» se hizo cada vez mas grande y la forma de llenarla fue a través de la presencia de un Partido que se presenta como el portavoz de los intereses históricos objetivos de la clase (en la misma forma en que la iglesia se presenta como la voz de la trascendencia) y que desemboca, finalmente, en el establecimiento de un despotismo ilustrado burocrático intelectual que hablo en nombre de las masas, dictamino cuales eran sus verdaderos intereses e impuso medidas totalitarias de control cada vez mayores. Su rechazo se expreso a través de la afirmación de la identidad actual de los agentes sociales en contra de los «intereses históricos» que los aplastaba. Y por el otro lado, cuando el flujo de las diferencias en el capitalismo avanzado indico que la identidad y homogeneidad de los agentes sociales es una ilusión, que el sujeto es primariamente descentrado, que su identidad social no es nada mas que la articulación inestable de constantes cambios posicionales, la noción esencialista de agente social, se hizo cada vez mas difícil de sostener en el ámbito de la practica social. En otras palabras si el agente social, cualquiera que este sea, es un sujeto descentrado,. Si cuando intentamos determinar su identidad lo único que encontramos es el movimiento constante de diferencias .en que sentido podemos decir, entonces, que el sujeto no se reconoce a si mismo, en este momento, cuando el terreno teorético que le dio sentido a la noción de «falsa conciencia», se disuelve.

Ahora bien, si el marco conceptual que previamente sostuvo el concepto de ideología ya no es posible, significa que la conclusión inevitable es su eliminación ?. Según Laclau, esta no seria una solución satisfactoria, con lo que solo sigue la ruta marcada por Lacan. El concepto de «falso reconocimiento» no es posible abandonarlo ya que la afirmación misma de que «la identidad y la homogeneidad de los agentes sociales es una ilusión» no puede formularse sin introducir la categoría de «falso reconocimiento»:. La critica de la «naturalización del significado» y la «esencialización de lo social», en la misma forma, es una critica del falso reconocimiento de su verdadero carácter. Sin esta premisa, por cierto, cualquier descontrucción carecería de sentido. Así, al parecer, no podemos desligarnos del concepto de ideología y falso reconocimiento. Solo que si no lo hacemos y si por el contrario, si los conservamos, esto es solo posible invirtiendo sus contenidos tradicionales. Lo ideológico en este caso, ya no consistiría en el falso reconocimiento de una esencia positiva, sino en la opuesto, es decir, en el no reconocimiento del carácter precario de cualquier positividad, de la imposibilidad de cualquier sutura ultima. Lo ideológico, por tanto, tendría que ser entendido, hoy día, como los intentos discursivos de la sociedad a través de las cuales trata de instaurarse a si misma sobre la base de la fijación del significado, del no reconocimiento del juego infinito de las diferencias.

No es el caso, por ultimo, de que lo que la ideología trasluce es la voluntad de totalidad ?. En tanto lo social es imposible sin algún tipo de fijación del significado, sin el cierre discursivo, lo ideológico tiene que considerarse como constitutivo de lo social. Este solo existe como el vano intento de establecer ese objeto imposible que llamamos sociedad.
 

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