El otro Iván Zamorano

Por: Hernán Montecinos.
Fuente: «granvalparaiso.cl»

Nadie discute la fama que ha tenido y tiene Iván Zamorano gracias a la habilidad de sus piernas para pegarle a la pelota. Su trayectoria como futbolista, muchas satisfacciones ha proporcionado a los chilenos. Mal que mal, haber sido “pichiche” en el fútbol español y haber convertido magistrales goles vistiendo la camiseta de la oncena chilena, justifican el apoyo de una hinchada ferviente que lo sigue y apoya incondicionalmente.

Sin embargo, una cosa es el Iván Zamorano futbolista, y otra el Iván Zamorano persona. Sobre el futbolista ni hablar, hay pleno consenso en reconocerle sus innegables méritos. En lo tocante al Zamorano persona, últimamente las opiniones han empezado a dividirse mostrando un lado dulce y otro de agraz. En esta ocasión, no me referiré al Zamorano futbolista, so pena de tener que repetir hechos y lugares comunes y de tenerme que sumar al coro de alabanzas que resaltan esta faceta de su vida. Quiero referirme más bien, a su persona, es decir su perfil y trayectoria humana que, en mi opinión corre en un carril distinto a la del Zamorano deportista.

Para empezar, decir que Iván proviene de una familia de clase media modesta. Esa es la imagen que nos ha quedado de él desde los comienzos de su carrera futbolística, inicios que, si mal no recuerdo, se remontan a cuando era un modesto jugador en el equipo de Trasandino de los Andes. De allí, para adelante, con su emigración a Santiago, y su posterior incursión en canchas extranjeras, empieza su meteórica carrera y con ello su misma fama que no ha dejado de acompañarle hasta ahora.

De otra parte, le hemos sabido ser admirador de la figura de su padre de quien, en cada ocasión que se le presenta, no escatima elogios para resaltar la herencia recibida de éste en todos los órdenes valóricos. De su madre, ni hablar; hincha número uno de su famoso hijo, y famosa ella también por sus ricas cazuelas. Siguiendo en la misma línea, nos han llegado noticias de su solidaridad con compañeros que supieron del dolor del exilio viviendo como refugiados en los países europeos. Y aunque ningún caso concreto he conocido sobre aquello, no tendría porque dudar de lo que se cuenta al respecto. Pienso, que Iván como persona es de buena madera. Querendón, generoso y solidario, para mí quedan fuera de toda duda.

Hasta aquí todo pareciera ir sobre miel de hojuelas. Muchacho modesto, de clase media, bueno para el fútbol, querendón con la familia, y además famoso, le han logrado endosar la imagen de joven modelo; un ejemplo digno de imitar por los jóvenes chilenos.

Sin embargo, últimamente, algo le ha empezado a pasar a nuestro ídolo. Así como a los políticos los hunde el poder a los ídolos suele hundirlos la fama. Basta recordar el caso patético del pibe Maradona, que no es el caso de nuestro Iván, porque nuestro ídolo no ha caído en la adicción a las drogas. Pero es el caso que en esta sociedad, llamada posmoderna, existen muchas clases de adicciones, algunas de ellas más potentes que las mismas drogas. Y este es el caso de nuestro Iván, se ha vuelto adicto por la farándula y por la misma fama; pero no cualquier farándula, sino aquella que hace más ruido, es decir aquella que es más rasca. Su adicción por las luces y los micrófonos están a la vista de todos.

En efecto, “¿En qué minuto Iván Luis mató a ese Zamorano de todos y dio paso a este extraño personaje figurón de amores y dolores públicos?” se pregunta en el diario La Nación, no sin razón, el periodista Julio César Rodríguez. Y más razón tiene aún cuando agrega: ” Habrá que sacar fuerzas de flaqueza para seguir considerándolo un héroe deportivo y recordarlo por todas sus proezas futbolísticas. Habrá que hacerse el idiota para perdonarle el desatino de realizar el peor autogol, el de no querer trascender como un ídolo de las masas, sino como una caricatura arribista de la farándula más rasca del mundo”.  

Ahora bien, no es ningún pecado que a alguien le guste la publicidad y busque la fama. Eso forma parte de la naturaleza humana; al decir del filósofo Federico Nietzsche: ”Humano, demasiado humano”. Y si eso no está mal, lo que si está mal es que nuestro Iván aparezca en pantallas y titulares en forma majadera y reiterativa hasta el cansancio. Un día se le ve fotografiándose con el presidente, al otro en un spot de publicidad en las pantallas. Al otro en un programa de conversación o de farándula en la tele, y al otro en una nutrida conferencia de prensa presentando a la modelito de turno como su nueva novia; y así sucesivamente, día tras día, dale y dale majaderamente con Iván, pero no el Iván futbolero, sino el nuevo Iván: el de la farándula rasca. Si hasta ha desplazado de las pantallas a la Bolocco, a la Anita Alvarado y al pesado de don Francisco, lo cual ya es como mucho decir.

Sin duda, Bam Bam quiere ser el rey de la farándula, eso se nota desde lejos hasta para el observador más despistado. No importa el precio que tenga que pagar. De nada le sirvió haber quedado mal parado con el sonado affaire de su matrimonio frustrado haciendo el más soberano de los ridículos. Peor aún, como si aquello le resbalara, acaba de mandarse otro numerito: llamar a una nutrida conferencia de prensa para anunciar su próximo matrimonio en privado (¿)…¿Desde cuando los matrimonios privados se anuncian en conferencias de prensa?

Bueno, …para que seguir…¡hasta aquí no más llego! Sólo decir que no le haré caso a las recomendaciones del periodista Julio César Rodríguez. Pues, si bien, sacaré fuerzas de flaquezas para recordar al Iván Zamorano futbolista, aquel que nos entregaba puros “valores”, eso no quiere decir que tenga que hacerme el idiota para perdonarle su gran transformismo: convertido en el rey de la farándula, representante mayor hoy de los “desvalores” o “anti valores”, de aquellos que andan flotando por la superficie de esta sociedad “rasca”.   

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