Por: Omar Cid
Fuente: http://www.cronicadigital.cl (11.01.11)
Quisiera En primer término plantearme el tema de los jóvenes desde una perspectiva discursiva marginal, dentro de los estudios culturales. Sobre todo si se considera que el flujo de discursos en torno a los jóvenes, proviene especialmente desde: La psicología, la sociología, la economía y el periodismo.
Yo quisiera plantearme entonces, desde la disfuncionalidad de un discurso donde la filosofía y la literatura se entrelazan, para referirse a estos grupos heterogéneos que llamamos jóvenes.
Pareciera ser entonces que uno de los elementos centrales en la definición de juventud y/o juventudes, está ligada en primer término a la lógica de tiempo real, de supervivencia humana.
La palabra juventud tiene un origen latino iuventus que se refiere a la edad entre la infancia y la adultez. Sin embargo, la traducción tiene una pequeña trampa, porque la palabra iuventus, hace alusión a los iuvenis, que no son lo que nosotros entendemos hoy por jóvenes, para los clásicos (romanos y griegos) este “joven” se encuentra entre los 30 y 45 años.
Sin embargo, en el transcurso de la historia, se perfecciona esta clasificación llegando a una subdivisión entre iuvenes y adulescent.
La palabra iuvenes viene del latín iuvare que significa “ayudar a sostener” o sea ser el apoyo productivo de la sociedad (30-45) mientras que el adulescent, deriva del verbo adolescere que significa crecer, desarrollarse y los clásicos los ubican entre los 17 y 30 años.
En estas definiciones etimológicas, nos encontramos con tres elementos claves: por supuesto el tiempo, en segundo elemento es la productividad y el tercero es el desarrollo, donde ya se considera la variante cultural. Sin embargo, subyace o permanece oculto otro ingrediente, la calidad de ciudadano, ligado a la edad tope de 30 años.
Es decir, los jóvenes no son solamente una palabra un significado, se encuentran ligados a las condicionantes materiales, históricas, políticas y culturales de su tiempo.
Veamos entonces qué variantes de esas características, rodean a estos diferentes grupos etáreos que llamamos jóvenes.
Una de esas variantes abarca las cuatro categorías antes designadas y es conocida como Globalización, por tanto, no podemos pensar en nuestros jóvenes sin reflexionar sobre el sentido de lo que entendemos por el mundo globalizado.
Desde mi perspectiva, existen además otros dos elementos a considerar, el concepto de esferas y de ghetos.
Para la vieja etimología la palabra globo, representa la idea de cosmos que se constituye en dos significados de objeto cartográfico, el cielo para los antiguos y la tierra para los modernos.
La acepción globales vendría de un verbo anglosajón globalize, de ahí entonces que el concepto globalización, sea un híbrido y desde la hibrides misma, no resulta raro, ni ambiguo, declarar que la llamada globalización es un proceso más amplio, profundo y contundente que las esferas de aire enarboladas por sociólogos, politólogos y comentaristas, en los medios de comunicación.
Si hubiera que explicarse el mundo antiguo, podríamos aseverar que sus problemas y explicaciones desencadenadas por las fuerzas de la naturaleza y del universo, generaron una primera globalización de características cosmogónicas, donde la búsqueda de un principio unitario, hizo el recorrido desde los cuatro elementos, hasta la cárcel teocéntrica del dios único.
Será el renacimiento, el indicio de la decadencia, ya no será la bóveda celeste el único imaginario posible, la porfía de Copérnico, el desarrollo de la brújula y de los mapas, establecerán un giro en la mirada, hacia la tierra y el hombre.
Con ello se dará inicio a la segunda globalización, conocida como conquista y despojo, donde el proceso de construcción euro-centrista, se expresa en los puertos, la fortaleza de los bancos a costa del saqueo y la construcción de un espacio distinto y dependiente como es América y el continente africano.
La larga historia de este segundo momento globalizado, se inicia en 1492 y pierde fuerza y sostén en mayo del 68, los procesos independentistas africanos, la propia decadencia de las sociedades modernas, marcadas por la muerte y el exterminio, en pos de un orden, la necesidad de un control internacional de las finanzas, a través del FMI, la conquista de la imagen y del tiempo, ya vista o imaginada por Julio Verne en su novela la vuelta al mundo en ochenta días.
El maestro francés, es capaz de ver como una sociedad sobresaturada de técnica, pierde su sentido de aventura, hasta tener como único riesgo el retraso.
Otro inmortal como Dostoievski, en el contexto de la exposición universal, hecha en Londres a finales del siglo XiX e inicios del XX, la bautiza como el palacio de cristal. Anticipando con ello uno de los portentos del nuevo modelo globalizado, los mall, instalaciones vertebradas que tienden a romper el espacio y el tiempo.
La unidad tiempo-espacio, la fuerza de la imagen por sobre el texto, la entretención y auto-referencia, el vacío, son los eslabones del nuevo momento globalizador, todo bajo el tejido de las comunicaciones.
Para el pensador Judío alemán, Baumann la globalización, no es otra cosa que “el proceso por el cual las elites mundiales se vuelven extra-territoriales, separándose de las comunidades locales que quedan marginadas y confinadas en su espacio”.
Resumiendo, la globalización como fenómeno, no es un proceso tan novedoso, se trata más bien de un conjunto de etapas, donde el pensamiento, la técnica, el territorio y la economía generan sus propias conexiones.
Esferas y Ghetos
Para algunos pensadores el concepto de “esferas” tiene relación con espacios territoriales, con relaciones de coexistencia, estableciendo correspondencia con el concepto de espacio.
En ese sentido la juventud, no sería sólo una dimensión de tiempo afectada por las condicionantes materiales, históricas, políticas y culturales. Se hablaría de grupos capaces de construir su propio espacio vital, afectados por un entorno mayor, pero tratando de coexistir con un sentido de pertenencia o búsqueda identitaria.
Mientras la expansión del capital, trae consigo el concepto de sociedades cosmopolitas, la globalización tecnológica y económica, paradojalmente provoca una especie de provincialismo global, donde las identidades nacionales y los diversos grupos etáreos son puestos en tensión, producto de la cancelación del término lejano y de las dimensiones del tiempo.
En ese supuesto, los problemas de la globalización se trasladan a la problemática espacio-territorial. El crecimiento de las ciudades, los filtros sociales elaborados desde los poderes económicos, para construir sus propios espacios de comodidad, las diferencias educacionales ratificadas por todos los estudios habidos y por haber, nos muestran que existen al menos dos chiles, uno con acceso a todas las bondades del modelo imperante; y otro condenado a la economía de subsistencia y por tanto a ser mano de obra barata, para sostener lo que existe.
Bajo esa premisa comienzan a surgir, esta especie de ghetos económicos, territoriales, culturales que impiden cualquier intento serio de integración. Los puntos de convergencia, no sólo entre ricos y pobres ha decaído. El proceso abarca a diversos estratos de las capas medias, como de los sectores pobres que buscan el ascenso social.
El nacimiento de las tribus urbanas de todo tipo: culturales, económicas, etc. El poblamiento lento y sostenido de hordas de jóvenes marginados del modelo, cuyo único futuro posible es la cárcel, nos plantea un desafío discursivo, educacional y de sensibilidad para la izquierda.
Se necesita romper tanto la bulimia, como la anorexia social por el compromiso político, la construcción de un movimiento político poderoso, no puede ser vomitivo. La necesidad de conocer y tener opinión y acción política, debe ser alimentada por partidos y líderes que no generen el síndrome anoréxico en nuestros jóvenes.
Finalmente, la necesidad de referentes, es vital a la hora de los procesos de construcción, sin ellos no hay modelo a seguir, una de las crisis más profundas de los movimientos políticos de izquierda en Chile, es la ausencia de referentes, de la calidad de Allende, Víctor Jara, Miguel Enríquez, Clotario Blest.
A veces la herencia de un modelo, es tan poderosa que puede alterar un proceso histórico. Un ejemplo, dentro de la conservadora iglesia católica de los cincuenta, Alberto Hurtado, será un símbolo de cambio y alteración de lo conocido, su formación en Europa con sacerdotes obreros, su experiencia educacional y la firme convicción de que otra forma de iglesia era posible, trajo consigo nuevos brios, jóvenes como Mariano Puga, Roberto Boltón, Rafael Maroto, se integrarían a la iglesia, para ser luego parte de un movimiento poderoso, de generación de pensamiento como la Teología de la Liberación y de resistencia a la dictadura.
Nuestra izquierda necesita de ese tipo de ejemplos, hombres y mujeres dignos de seguir y dispuestos a formar jóvenes.
Omar Cid / Editor Cultura de Crónica Digital
Texto presentado en la mesa juventud y Cultura en la Fiesta de los abrazos 2011
Martes 11 de enero de 2011
Filed under: E.- Mundo juvenil |
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