El antiguo vals posmodernista

Por: Adolfo Sánchez Vázquez
Fuente: www.icalquinta.cl

Uno de los mayores exponentes de los problemas que plantea la estética contemporánea, el prolífico teórico Adolfo Sánchez Vázquez, cuyos estudios sobre variados aspectos entre ideología y producción artística han encontrado una muy estimable difusión, encara en el ensayo que se publica en las líneas que siguen, los avalares y perspectivas del llamado postmodernismo. El concepto del que todo el mundo habla, muchos sin saber exactamente de qué se trata y cuáles son sus contenidos que con mayor propiedad lo caracterizan, ha empezado a predominar en muchas manifestaciones del arte actual. Y como si ya todo estuviera realizado, concebido y agotado, el postmodernismo se yergue como la única forma posible para encarar las más concretas formulaciones artísticas. Sánchez Vázquez demuestra, documentadamente, que también las falacias tienen su límite.

Desde mediados de la década pasada, un concepto ambiguo y resbaladizo martillea nuestros oídos: el de posmodernismo. Con él se alude a una nueva sensibilidad, nuevas ideas o nuevos estados de ánimo que corresponderían a una nueva realidad social-la de la posmodernidad- que vendría a suceder a una realidad agotada: la de la modernidad. Aunque sólo fuera por este lazo temporal, modernidad y posmodernidad se presentan en cierta relación que no se agota en ese lazo.

¿Cuál es la naturaleza de esa relación da ambos tórminos? ¿De exclusión o inclusión?, ¿de continuidad o ruptura?, ¿de afirmación. negación o superación? El profijo pos no basta para fijar esa relación ya que sólo hace referencia a una sucesión temporal en la que una realidad viene después de otra. Pero sí nos sugiere que la segunda realidad -Posmoderna- no puede prescindir do la primera -la modernidad- sea para continuarla, negarla, radicalizarla o despedirse de ella. El pos de la posmodernidad a la vez que alude a una nueva realidad, indica la inclusión en ella-en la forma que habrá que ver- de la modernidad. Así pues, no podemos dejar de partir en nuestras reflexiones de cierta idea de la modernidad ya que sólo desde ella podremos determinar si estamos histórica. social e ideológicamente ante una realidad posmoderna y hasta qué punto se justifica la visión posmodernista de una y otra.

ALGUNAS PRECISIONES

Al hablar de posmodernismo, no nos estamos refiriendo -como en general se hace, dada la importancia que reviste en las artes y la literatura, sobre todo en sus orígenes- a un determinado estilo artístico, después del descrédito u ocaso de las vanguardias del siglo XX. Nos referimos mas bien a un conjunto de proposiciones, valores o actitudes que, independientemente del grado de su validez teórica, no puede negarse que existen, y funcionan idoológicamente, como parte de la cultura, la sensibilidad o la situación espiritual de nuestro tiempo. Aunque no existiera la realidad posmoderna, o aunque o aunque ésta de existir apareciera distorsionada en la visión posmodernista, el posmodernismo con todas sus vaguedades y variantes es un hecho. Y los hechos-como decía Lenin-son muy testarudos. Por ello, tenemos que afrontarlo abriéndonos paso en la enmarañada selva conceptual de sus paladines y detractores. Y puesto que la relación con la modernidad es insoslayable, necesitamos partir de ella para examinar las pretensiones posmodernistas que arrancan da una crítica radical.

Por modernidad cabe entender el proceso histórico que se abre con e! proyecto ilustrado burgués de emancipación humana, con la Revolución Francesa que pretende llevarlo a la práctica y con la Revolución Industrial que va a desarrollar inmensamente las fuerzas productivas. Este proceso histórico de modernización es un proceso de expansión progresista. La sociedad moderna es una sociedad dinámica, en constante desarrollo, orientada hacia el futuro, una sociedad que no conoce limites ni estancamiento. La modernidad parece caracterizada por una serie de rasgos positivos:

1) su proyecto de emancipación humana;
2) su culto a la razón que impulsa el dominio cada vez del hombre sobre la naturaleza y sobre sus propias relaciones sociales, humanas y
3) el carácter progresivo del proceso histórico, proceso lineal y ascendente en el que lo viejo cede su puesto a lo nuevo y en el que -como dice Marx- «todo !o sólido se desvanece en el aire» . Ser moderno es estar abierto siempre a lo nuevo en un proceso hacia un fin o meta superior. Componente esencial do la modernidad es, pues, la negación del pasado, de lo viejo y la preeminencia del futuro, de lo nuevo.

LA CRITICA DE MARX ALA MODERNIDAD

Esta visión afirmativa de la modernidad es la que sostienen los ideólogos de la ilustración para tos cuales -como escribe Kant- la modernidad es la llegada del hombre a su mayoría de edad.

Y lo que permite, guía y encarna esa llegada es la razón. Ahora bien, si dejamos a un lado la voz de alarma que, en plena Ilustración, da Rousseau al denunciar, frente a su optimismo racionalista, las consecuencias negativas que tienen para el hombre ese progreso racional en la cultura y la civilización, es Marx quien más vigorosamente pone en relación los aspectos positivos y negativos de la modernidad. Al subrayar su ambivalencia, Marx no regatea los méritos históricos de la clase social que la encarna e impulsa: la burguesía. Pero, a la vez, subraya el terrible costo humano que este progreso de la razón, que se materializa en el inmenso desarrollo de las fuerzas productivas, ha tenido para el proletariado. La elevación hasta alturas jamás conocidas -gracias al desarrollo de la ciencia y la técnica- del dominio del hombre sobre la naturaleza se ha traducido en un dominio mayor -bajo la forma de la enajenación-del hombre sobre el hombre. La modernidad abre enormes posibilidades de desarrollo a la vez que las limita desde un punto de vista humano, social. Pero lo negativo y positivo se vinculan intrínseca, dialécticamente. La modernidad que por su forma burguesa tiene tan terrible costo humano, crea en su seno las condiciones que harán posible, al destruirse y superarse esa forma burguesa, el paso a una sociedad superior, verdaderamente emancipada, libre y humana.
Estamos de acuerdo con considerar a Marx como un modernista, pero un modernista que aspira a llevar hasta sus últimas consecuencias los objetivos emancipatorios de la modernidad, lo cual le lleva a su vez a poner al descubierto sus aspectos negativos, la explotación y opresión de los hombres, determinados justamente por sus limitaciones de clase. La visión marxiana de la modernidad es inseparable de la crítica a fondo de su forma burguesa, Esta crítica es. indispensable asimismo pura fundar racionalmente el proyecto de emancipación comunista que supere el carácter limitado, de clase que había postulado la Ilustración burguesa. Hay que reconocer, sin embargo, que en su visión y crítica de la modernidad, Marz no se desprendo totalmente del lastro racionalista universal, progresista, teleológico y eurocéntrico del pensamiento burgués ilustrado.

LAS CRITICAS DE NIETZSCHE, WEBER Y ADORNO

Después de Marx, en el siglo XIX, Nietzsche, y en el XX Weber y la escuela de Francfort, radicalizan la crítica de la modernidad tanto al poner en cuestión sus premisas y fundamentos como al denunciar sus consecuencias negativas. Nietzsche ataca los conceptos de superación y progreso y con ello descalifica la historia como proceso ascendente bajo el signo do lo nuevo. Para Nietzche no hay ascenso sino retorno, Por otra parte, los valores supremos a los que podría dirigirse ese ascenso histórico quedan pulverizados. Y, sin embargo, aunque Nietzsche dinamita el suelo de la razón y el progreso y con ello se viene abajo el proyecto ilustrado de emancipación, no niega éste en términos absolutos ya que confía en un «hombre nuevo» que sabrá «crear nuevos valores». Tras la denuncia implacable de los peligros do la modernidad, peligros que atribuye a la ciencia, al racionalismo. a la «muerte de Dios», Nietzsche ve a ese «hombre nuevo» abriéndose paso entre ellos, con lo cual el futuro sigue abierto.

La visión de Weber de la modernidad se centra en el poder moderno de la razón. Modernización se identifica así con racionalización, Y ésta se entiende como un proceso progresivo con el cual se enajena la racionalidad conforme a fines y valores. El orden social moderno, producto de este proceso, es una «jaula de hierro» que determina con una fuerza ir resistible dentro de sus barrotes el destino de cada individuo. Se trata del orden económico capitalista en el que la producción no conoce valores sino eficacia; un orden que no admite, a diferencia de lo que piensa Marx, la posibilidad de trascenderlo ni siquiera con el socialismo.

Para Adorno y Horkheimer en su Dialéctica de la Ilustración, la modernidad se caracteriza por el despliegue de la razón objetivante, sistematizante o Instrumental que so traduce en un ilimitado progreso técnico y económico. Esta razón instrumental que impulsa la dominación tecnológicamente so convierte a su vez, en simple aparato da dominación en las relaciones entre los hombres. El proyecto ilustrado da emancipación que habría de realizarse, como progreso y revolución en la historia se derrumba y lo que ofrece en su lugar la realidad, sobre todo en la fase de la sociedad industrial avanzada, es sólo reificación y burocratización de la vida social. La emancipación la busca Adorno en el plano estético, en el arte que prefigura un orden de reconciliación.

LA REALIDAD SOCIAL POSMODERNA

La critica da la razón, del progreso y del sentido de la historia que llevan cabo Nietzsche, Weber y Adorno proporciona importantes puntos de apoyo al pensamiento posmoderno que va a radicalizar aún más sus criticas. Pero ¿qué es lo posmodemo que se enfrenta así a la modernidad? Lo posmoderno se presenta como un cambio radica! del pensamiento en las condiciones de existencia que sigue a la modernidad. Estas condiciones de existencia en que insisten los posmodernistas son las propias de una sociedad informatizada en la que la multiplicación de las maquinas de información con sus múltiplas juegos de lenguaje afecta a la interacción social; una sociedad en la que la cuestión de la autolegitimación del poder y como legitimación del saber en lo que Lyolard llama los grandes relatos da la emancipación o de la totalidad en el sentido Ilustrado o hegeliano-marxista; una sociedad asimismo de consumo en la que «la renovación continua[…] está fisiológicamente exigida para asegurar la pura y simple supervivencia del sistema; la novedad (…] es aquello que permite que las cosas continúan de la misma manera», según escribe Vattimo. Se tratla igualmente de un sistema social que -como escribe Lyotard- por haber alcanzado su «máximo grado de objetivación, entran en crisis las formas ideológicas que lo legitimaban» lo qua lleva a «tomar críticamente conciencia de la fuerza destructiva inscrita en la ratio y en la relación ratio-dominio». Pero, en definitiva, si nos atenemos a las relaciones de producción que están en la base de este mecanismo de explotación y dominación de los hombres y los pueblos, se trata -sin los eufemismos de «sociedad de consumo» o «sociedad posindustrial»- de la sociedad capitalista desarrollada, capitalismo tardío o capitalismo multinacional que emerge después de la Segunda Guerra Mundial y que, lejos do romper con la lógica expansionista del capitalismo moderno -el que Marx conoció, describió y explicó- abre una tercera fase a esa expansión «tras las primeras expansiones del mercado nacional y del imperialismo», expansión que no conoce enclaves, trátese de la naturaleza, el inconsciente, el arte o el tercer mundo. En esta espacio multinacional en el que se hallan aherrojados los individuos y los pueblos, hay que buscar las raíces y la necesidad del posmodernismo que Jameson caracteriza por ello como la lógica cultural del capitalismo multinacional o tardío.

NEGACIONES POSMODERNISTAS

Niega, en primer lugar, lo que constituye la médula misma de la visión afirmativa da la modernidad: su proyecto de emancipación. Hemos visto que este proyecto, sujeto a las criticas de Nietzsche, Marx y la Escuela de Francfort, ya no podía mantenerla en su forma originaria, burguesa, aunque su idea de la emancipación humana podía ser rescatada como intentaron rescatarla Nietzsche, Marx y Adorno. Ahora bien, para el pensamiento posmoderno tal rescate es imposible, no sólo en la forma en que lo hicieron los críticos mencionados, sino en cualquier opción que trata de trascenderla. Los proyectos de emancipación como los de la Ilustración burguesa y el marxismo caen dentro de lo que Lyotard llama los metarrelatos carentes de legitimación. Su negación posmodernista no se hace para trascenderlos en nombre do otro proyecto, superando sus limitaciones o buscando nuevos fundamentos. Esto último resulta vano pues el pensamiento posmoderno arroja por la borda la categoría misma de fundamento con lo cual se arruina todo intento de legitimar un proyecto, Ciertamente, existe un nexo estrecho entre proyecto y fundamento, ya que todo proyecto tiene que estar fundado. Pero si se corta el nexo entre uno y otro, todo proyecto se hace imposible ya qua no habría fundamento que lo legitimara. Y asi los proclama Franco Crespi, uno de los exponentes del pensamiento “débil” o posmoderno: “El renocimiento de la carencia da fundamento y de su carácter irrevocable lleva consigo la renuncia a cualquier tentación de formular un proyecto total de transformación de la realidad social”. Pero ¿en una sociedad injusta se puede renunciar al proyecto de transformarla y a fundamentar ese proyecto? Ciertamente, esa fundamentación puede ser —como en tantas doctrinas salvadoras o utópicas-llusoria, pero también -como en el socialismo marxiano-factible y racional.

La negación del proyecto emancipatorio es, en definitiva, una cuestión central no sólo teórica sino práctica, política ya que descalifica la acción, y condena a la impotencia o al callejón sin salida de la desesperación al fundar-ahora sí- la inutilidad de todo intento de transformar radicalmente la sociedad presente. Y con este motivo el pensamiento posmoderno echa mano de otras negaciones como las de superación, historia, sujeto, progreso, novedad, etc., aprovechando en este terreno lo sembrado ya -como demuestra Vattimo- por Nietzsche y Heidegger. La superación se concibe como una categoría de la modernidad que ni siquiera como superación crítica puedo aceptarse ya que mantiene la identificación del ser con lo nuevo, carente do valor para el posmodernismo. La historia posmodernista. Ya no se trata de la historia sin sujeto, postulada por el estructuralismo francés, ni tampoco de la falta del sentido de la historia, sino que se trata pura y sencillamente de que no hay historia, de que si la ha habido ha llegado a su fin o de que estamos en la poshistoria. Se disuelve la historia como un proceso unitario dotado de cierta coherencia y racionalidad.

El pensamiento posmoderno se contra, pues, en el presente, en un presente que se reproduce a sí mismo y en el que lo nuevo es sólo lo mismo. Ya no cabe hablar de historia como proceso que desemboca en un presente que ha de dejar paso, sobre todo con su transformación de la sociedad, al futuro, a lo que no ha llegado aún y por cuya llegada luchamos. Es pues, propio del pensamiento posmoderno la exaltación del presente y negación del futuro que, en verdad, es la conciliación con un presente, el nuestro, conciliación que es siempre la marca de! conservadurismo, Recuérdese el Hegel de la Filosofía del Derecho que concilia la idea con la realidad, el Estado que encarna la razón con el Estado prusiano de su tiempo. Para Hegel ha habido historia -la que conduce a ese presente, poro en rigor ya no la hay porque lo que cuenta es ese presente y no el futuro. Para él -como para los posmodernos- no hay necesidad de transformar esa realidad. Los que aspiran a transformarla revolucionariamente no hacen sino dar rienda suelta a su «impaciencia subjetiva».

En cuanto a la «muerte del sujeto», proclamada por el posostructuralismo francés, el posmodernismo la hace suya, enfrentándose así a toda supervivoncia romántica del genio, o a las experiencias modernas do ansiedad o rebelión personal que Jameson ilustra ojemplarmente con «El grito do Munch». Ciertamente, la disolución de la subjetividad es real y no sólo un problema ideológico o estético. La modernización capitalista ha fragmentado al individuo con la división del trabajo y ha disuelto su Individualidad al cosificar o burocratizar su existencia. Pero en el reconocimiento de esto no hay nada nuevo: Marx lo habia descrito y explicado y Kafka, en plena modernidad nos hace ver vívidamente -en “EI proceso» por ejemplo— esta disolución de la subjetividad. Pero los posmodernistas absolutizan la tesis hasta negar en el arte el estilo personal y cerrar a piedra y lodo la puerta de una nueva subjetividad. En verdad, en un mundo codificado, burocratizado, la «muerte del sujeto es un hecho real, pero sólo si este mundo se pone fuera de la historia se hace imposible el rescate del sujeto quo no tiene por que reducirse al ego individualista burgués.

CONCIENCIA DE LA CONDICIÓN POSMODERNA

En verdad, el posmodernismo no deja de tomar en cuenta las condiciones actuales de existencia que, por no haberse dado en la modernidad, pueden considerarse «posmodornas». Vivimos en el mundo de la bomba atómica, un mundo en que el fin do la historia real es posible porque es posible el fin de la humanidad. No faltan, pues, elementos catastróficos reales para conocer que el potencial destructivo de la modernidad hasta el punto de convertirse en la destrucción absoluta. Ciertamente, en el seno mismo da la modernidad se había ya denunciado -desde Marx a Adorno— su potencial destructivo, pero sólo desde el final de la Segunda Guerra Mundial sabemos quo ese potencial alcanza una dimensión absoluta al amenazar la supervivencia misma de la humanidad. En este sentido es legítimo hablar de condición posmoderna de la existencia, justamente cuanto esta se halla bajo la amenaza de un holocausto nuclear a la qua se unen como amenazas también reales una catástrofe ecológica y una no descartable tragedia genética. La conciencia do esta condición posmoderna es necesaria para contribuir a que la «autodestrucción de la humanidad» no se convierta en una realidad. Pero para al pensamiento posmoderno se trata da una «agonía da la realidad» (expresión de Baudrillard) que vendría a justificar sus negaciones de la historia del progreso y sobre todo de la espera de un acontecimiento que cambie la historia.

FASCINACIÓN, «MORAL DE LA MUERTE» Y LIBERACIÓN

Una tendencia de la conciencia posmoderna es -como subraya Klaus R. Scherpe- «la desdramatización del fin». Al confrontarse con una posible catástrofe nuclear, el terror cede ante la ansiedad, la atracción o la fascinación por experimentar el fin como se pone de manifiesto sobre todo en la versión alemana del posmodernismo. El abismo -la catástrofe nuclear- que suscita la fascinación no es un acontecimiento totalmente destructivo o negativo para e! hombre, ya que en el el hombre se purifica o autentifica. Como dice Scherpe interpretando la filosofía posmodernista de Ulrich Horstman, «la fascinación recae en el autodescubrimiento, en el momento de la aniquilación». Estamos, pues, ante una fascinación, éxtasis, «revuelta» o «nueva moral de la muerte», expresiones nuevas, posmodernistas que recuerdan la no tan humana del «ser para la muerte» de Heidegger como vida auténtica humana. Ni resistencia ni resignación, sino experiencia de la autenticidad del hombre justamente en e! momento de su aniquilación. Se comprende, a la luz de estas ideas, que dos pensadores franceses que giran en la órbita posmoderna -como Baudrillard y Glucksman- aboguen por elevar el nivel del armamento nuclear. ¿Por qué no si con ello se acelera el fin, es decir, el acontecimiento que permitirá el autodescubrimiento y autorrealización de la humanidad? Por otro lado la fascinación ante el abismo, al eliminar la protesta y la resistencia, al desdramatizar el fin y complacerse en él da a esta conciencia de la catástrofe como espectáculo una dimensión estética, aunque no por ello menos política. Vemos, pues, en qué desemboca la absolutización de la crítica posmodernista del potencial destructivo de la modernidad; en una reconciliación con la realidad cuando ésta adopta la condición posmoderna de la amenaza de una autodostrucción de la humanidad. Una reconciliación que entraña, con la «moral de la muerte», una liberación que hasta ese momento se había negado, Tendríamos así que sólo con la negación absoluta que representa un holocausto nuclear el pensamiento posmoderno encuentra lo que ha negado a la modernidad: la liberación, autenticidad o reapropiación de la existencia humana.

LAS ALTERNATIVAS POSMODERNAS

Ahora bien , si de esta afirmación última, apocalíptica de lo auténticamente humano, pasamos a las alternativas que el posmodernismo ofrece a sus negaciones, antes consideradas, de la historia, del futuro, del sujeto, de la razón veremos que sólo ofrece débiles alternativas. Esto correspondería a un pensamiento que se ha caracterizado a si mismo, con la modestia qua oculta la soberbia, como un pensamiento «débil». Frente a la negación moderna del pasado y al énfasis en la novedad y la apertura al futuro, el posmodernismo siente una nostalgia de! pasado y, al mirar hacia atrás, reivindica la autoridad y la tradición. De ahí que Habermas sólo vea en él una posición neoconservadora. Desde el momento en que el posmodernismo repudia lo nuevo como valor, lo que valora es el pasado absorbido por un presente que. al producirse a si mismo, cierra la puerta al futuro, De ahí que rechace la innovación que en el plano social representa la revolución, o la innovación que en una sucesión de ismos buscan en el plano estético las vanguardias del siglo XX. Concordante con esta nostalgia del pasado, es la explotación posmodernista de las tradiciones con un criterio ecléctico. El eclecticismo, tan desprestigiado en la modernidad y tan ajeno a las vanguardias artísticas, es asumido positivamente por el posmodernismo. Puesto que no hay historia o sentido da la historia, se justifica el eclecticismo ante sus normas, paradigmas o estilos. En un rascacielos pueden coexistir una sección media neoclásica, una columnata romana y un frontispicio estilo Chippendale. Otro rasgo afirmativo posmodernista sería la reivindicación de lo fragmentario frente a las narraciones totalizantes modernas, criticadas por Lyotard. En el arte -como dice Simón Marchan Fitz- «la fragmentación tiene que ver con el abandono de los cuadros permanentes, de las jerarquías, del estilo o las tendencias homogéneas». También frente a las legitimaciones de las narraciones totalizantes se hace hincapié en al carácter local o regional de ellas. Finalmente, como un corolario de su negación de todo proyecto de emancipación, y dado que el proyecto desde sus orígenes ilustrados y con mayor razón en el proyecto comunista de Marx tiene una dimensión política, el posmodernismo desplaza la atención de la acción a la contemplación, de lo político a lo estético. Pero, a su vez, de lo estético liberado de la tendencia moderna que cristalizó en la vanguardia originaria— futurismo, Prolet-Kult, productivismo, etc.-, a conjugar innovación artística e innovación social, arte y revolución, lo que introducía la emancipación en la entraña misma del arte. Innovar, crear, era para la vanguardia, antes de ser domesticada por el mercado, un acto do emancipación. Ahora bien. el posmodernismo libera al artista de la responsabilidad que asume en la modernidad, ya que la emancipación misma carece de fundamento y de sentido.

El posmodernismo se presenta, pues, como la antítesis de la modernidad y, por lo tanto, como negación de la razón en que se sustenta y de la historia en que pretende realizarse. Pero, ciertamente, ya no estamos en la modernidad que era objeto de esas críticas. La absolutización de su potencial destructivo con el armamento nuclear, la elevación del proceso de enajenación, reificación y burocratización que alcanza dimensiones desconocidas en la modernidad, la extensión de la racionalidad: todo ello nos incita a reconocer unas condiciones actuales de existencia, las propias del capitalismo tardío o multinacional, que por ser irreductible a las de la modernidad, las del capitalismo moderno, clásico, podemos denominar -sin que el término nos inhiba pues no se trata de palabras- condiciones «posmodernas». A estas condiciones respondería el posmodernismo al aportar una visión de la realidad posmoderna que cumple la función ideológica de contribuir a condenar a los hombres a la inacción, la impotencia o la pasividad.

RESCATE DE LA MODERNIDAD

En esta situación, la respuesta a las críticas do la modernidad no puede consistir en tratar de rescatar su lado afirmativo como pretendía Habermas dando un nuevo estatuto -comunicativo- a la racionalidad. El proyecto «inconcluso» de emancipación sólo puede realizarse superando las limitaciones burguesas, capitalistas que después de Marx, lejos de haber caducado, no han hecho más que acentuarse. Pero a su vez ese proyecto sólo puedo realizarse tomando en cuenta las formas que adoptan esas limitaciones en las condiciones posmodernas, es decir, las propias del capitalismo tardío. Condiciones a su voz a las que no se sustraen en la época do ese capitalismo multinacional, los países premodernos o submodernizados -o subdesarrollados en sentido capitalista. Y entre esas condiciones» posmodernas que hay que tomar en cuenta están no sólo las formas que adoptan, a diferencia del pasado capitalista moderno, las relaciones de explotación de los hombres y los pueblos, sino también el papel do nuevos aqentes históricos que no pueden reducirse como los redujo Marx en la modernidad, al proletariado, está asimismo el papel de los medios de comunicación en la formación o deformación de la conciencia do las grandes masas y están también las experiencias históricas de las sociedades que, pretendiendo superar la modernidad burguesa, convirtieron el proyecto socialista de emancipación en lo que se conoce como el «socialismo real».

LA EMANCIPACIÓN EN LAS CONDICIONES POSMODERNAS

Así, pues, la respuesta al posmodernismo que proclama que todo proyecto de emancipación -y no sólo de la modernidad- es una causa perdida; que el intento de fundarlo racionalmente carece de fundamento y quo la razón que impulsa la revolución científica y técnica es inexorablemente un arma de dominio y destrucción; nuestra respuesta es que no podemos renunciar a un proyecto de emancipación, justamente porque tiene su fundamento y su razón do ser en las condicione actuales do existencia que lo hacen posible y que hacen posible, necesaria y deseable su realización. Contribuir a fundar, esclarecer y guiar la realización de ese proyecto de emancipación que, en las condiciones posmodernas, sigue siendo el socialismo -un socialismo si se quiere posmoderno-sólo puede hacerse en la medida en que la teoría de la realidad que hay que transformarla, esté atenta a los latidos de esa realidad y se libere do las concepciones teleológicas, progresistas, productivistas y eurocentristas de la modernidad, que llegaron incluso a impregnar al pensamiento de Marx y que se han prolongado en nuestro tiempo. Lo cual significa a su vez que no hay que echar en saco roto las críticas de la modernidad, después de Marx, ni lo que la crítica del posmodernismo ha aportado -sin proponérselo- a esa emancipación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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